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El tráfico era denso; hora punta. Los carriles de vehículos circulaban lentamente, y Taehyung comenzaba a desesperarse entre toda esa maraña de metal y neumáticos.

—Oh, por Dios. Esto es insoportable.

—Cálmate —sugirió Jimin—. Es pronto.

—Vale, todavía tenemos tiempo, pero a este paso no llegaremos. ¿Has visto la cantidad de coches que hay delante?

—Están igual que nosotros.

Con esfuerzo, consiguieron recorrer unos pocos metros más, pero nuevamente se pararon.

—Seguro que ellos ya han llegado.

—¿Y?

—No está bien que les hagamos esperar. Es su cumpleaños.

—Taehyung, no tenemos la culpa de todo este tráfico. Llegaremos cuando podamos.

El teléfono de Taehyung cobró vida. Se movía a intervalos cortos, con la pantalla apagándose y encendiéndose intermitentemente.

—Ya veo que estás muy solicitado. No paras de recibir llamadas.

—A diferencia de ti, yo siempre contesto. —Se inclinó sobre su asiento para conseguir ver la pantalla del aparato—. Qué raro...

—¿Qué pasa? —quiso saber Jimin.

—Es Yoongi otra vez.

—¿Qué quiere?

—No lo sé. —Se aferró al volante y siguió conduciendo—. Contesta tú.

Una oleada de terror lo invadió por completo.

—¿Qué?

—Estoy conduciendo, no puedo hablar —insistió—. Venga, cógelo.

—Pero...

—¡Jimin!

—Está bien...

Con manos temblorosas se aproximó al móvil de Taehyung, que no dejaba de vibrar y canturrear.

—¿Sí?

Hubo un silencio prolongado en la línea. Desde luego se habría quedado de piedra al comprobar que no era Taehyung el que estaba al teléfono.

—¿Sí? —repitió.

—Hola —dijo finalmente Yoongi—. ¿Jimin?

Se removió en su sitio al escuchar su propio nombre. Los nervios volvían a acribillar.

—Sí, soy yo. Taehyung no puede ponerse. Está conduciendo.

—Pregúntale qué es lo que pasa —susurró Taehyung.

—¿Qué?

—Que le preguntes por qué ha vuelto a llamar.

—Claro... —Se acarició la mejilla—. Yoongi, Taehyung quiere saber por qué has vuelto a llamar.

No pudo evitar sentirse ridículo debido a su tono de voz, que se parecía misteriosamente a un robot. Estaba tenso.

—Pues lo llamaba para avisarte, para avisarle... —Carraspeó—. Llamaba para que supierais que voy a llegar más tarde de lo esperado. Aún tengo un poco de lío aquí.

—De acuerdo —dijo Jimin—. ¿Y cuándo vas a venir?

Había vuelto a meter la pata. Parecía ansioso por verle, y eso era justo lo que no debía aparentar.

—No lo sé. En cuanto acabe, saldré para allá.

—Vale, entonces hasta luego —colgó.

Volvió a dejar el móvil en su sitio.

—¿Qué te ha dicho? —preguntó Taehyung—. ¿Va a retrasarse?

—Sí. Ha dicho que llegaría más tarde, que tiene mucho lío.

Taehyung frunció el ceño, molesto. No le hacía demasiada gracia.

—Estupendo —bufó—. Entonces tendremos que empezar sin él.

—Tranquilo, ha dicho que vendrá.

—Sí, pero tarde.


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El restaurante destacaba por su elegancia. Ahora se alegraba de haberse puesto de punta en blanco. Con ese traje negro a su medida, tenía la apariencia de ser un hombre seguro de sí mismo, o al menos es lo que parecía. Las paredes eran color crema, altas, con techos considerablemente elevados. Pequeños floreros adornaban aquí y allá, y la voz de algunos comensales se escuchaba por todas partes. Taehyung y Jimin se adelantaron hasta que finalmente percibieron las siluetas de sus padres al fondo, sentados en una gran mesa con manteles del mismo color que las paredes. Se aproximaron con alegría contenida, todo lo contrario que su madre, que se levantó nada más verlos, con la sonrisa tatuada en sus finos labios.

—¡Mis niños! —Los abrazó con fuerza, besuqueándolos con cariño—. Por fin habéis llegado. Os estábamos esperando.

—Lo siento, mamá —se excusó Taehyung—. Había mucho tráfico. Hemos hecho lo que hemos podido.

—No os preocupéis —dijo, volviéndose hacia su hijo mayor—. Oh, Jimin. Cada día estás más guapo. Este traje te sienta como un guante. Cada vez que vuelvo a verte estás más precioso.

Jimin notó sus mejillas encenderse.

—Gracias, mamá. Tú estás estupenda. Cumplir años te sienta de maravilla. —La abrazó con ganas—. Felicidades.

—Muchas gracias, tesoro. —Dejó escapar un suspiro.

—Toda la familia de nuevo reunida —comentó Seung.

Jimin se abalanzó sobre él y le envolvió en sus brazos. Siempre había tenido ese contacto especial con su padre. Le había echado muchísimo de menos.

—Papá —susurró.

—Cariño —pronunció con un hilo de voz—, ¿estás bien?

Jimin reprimió las lágrimas en sus ojos.

—Sí, es que me alegro mucho de veros.

—Nosotros también a ti.

—Bueno, sentémonos —apuntó Youngmi.

Todos tomaron asiento alrededor de la mesa circular. Había bastante espacio, y era evidente que la silla que estaba vacía resultaba llamativa.

—Taehyung —pronunció Youngmi—, ¿no se suponía que Yoongi iba a venir?

Su hijo menor se aguantó las ganas de estallar. Tenía la misma paciencia que años atrás.

—Me ha llamado hace un rato para decirme que llegaría más tarde. Lo siento.

—No pasa nada. Le esperaremos.

—No —espetó Taehyung—. Es tu cumpleaños. No puedes esperar.

—Oh, claro que sí. —Miró su reloj de muñeca—. Todavía es pronto. Mientras podemos tomar unos aperitivos o un poco de vino. 

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora