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Yoongi no sabía cómo comportarse. Estaba encantado por sentirse de nuevo cerca de Jimin, aunque fuera por breves instantes de tiempo. Sin embargo, le desesperaba su actitud. Sus ojos verdes se le clavaban, y no llegaba a entender su altísimo grado de hostilidad hacia él. Los celos le estaban matando. Aún podía recordar perfectamente cada segundo que Hoseok había permanecido tan cerca de él. Y la despedida en el restaurante después de cenar había sido el colmo. ¿Quién se creía que era? Si tan fervientemente defendía que entre él y Jimin no existía nada más aparte de una amistad, ¿por qué se empeñaba en tratarlo de esa forma tan especial?

Tenía que conseguir hablar con Jimin, ya fuera de una forma u otra. La parte complicada residía en Taehyung; no iba ser nada sencillo conseguir su propósito sin que él no sospechara nada, pero tenía que intentarlo. Si había conseguido viajar hasta Jimin, no podía permitir que su esposo le parara los pies. Tenía pleno conocimiento de sus actos; sabía que lo que pretendía hacer se alejaba de lo puramente correcto, pero su corazón le daba órdenes a diestro y siniestro y no tenía más remedio que cumplirlas, porque aunque se negaba a pensarlo demasiado, lo cierto es que Jimin era el único capaz de hacerle vibrar de emoción con su sola presencia. Sabía que era el único hombre con la llave para su felicidad.

Se levantó temprano, como de costumbre. El sueño hacía tiempo que no le acompañaba, así que se duchó rápidamente y se vistió con lo primero que encontró. Para no levantar sospechas, decidió dejarle una nota a Taehyung para que la viera cuando se despertara. En ella le decía que se encontraba un poco mal y que esperaba que tomar el aire le sentara bien. También le prometió no tardar demasiado, pero de eso no estaba seguro.

Aún con los nervios a flor de piel, llegó al colosal edificio de teatro, en donde sabía que Jimin estaría trabajando. Lo cierto es que no sabía muy bien qué decir si se topaba con los compañeros de trabajo, pero le resultaba todavía peor pensar en la posibilidad de encontrarse con Hoseok. Le hervía la sangre por ello.

Con el corazón de corbata entró por la puerta principal y, para su sorpresa, los pasillos, las butacas y el escenario estaban completamente desiertos. Olía a limpio, así que era probable que la gente contratada para la limpieza de ese sitio acabara de marcharse. Cerró la puerta con cuidado para que no hiciera ruido y dio unos pocos pasos hacia delante, sintiendo una punzada en el interior, temiendo que Jimin no estuviera realmente allí. No se escuchaba ni un mísero ruido, y las probabilidades de que se encontrara en el teatro se veían reducidas cada pocos segundos.

Se quedó paralizado por un momento, preguntándose así mismo qué es lo que estaba haciendo. Desde luego, había perdido el juicio si había recorrido un montón de kilómetros al lado de su esposo para tratar de reconquistar a esa otra de mirada encantadora. No tenía sentido, pero era lo que el cuerpo le pedía hacer.

El silencio era su único acompañante y comenzaba a perder la esperanza, porque no concebía la idea de inspeccionar cada rincón de ese sitio para seguir su pista. Se limitó a recorrer el largo pasillo que se perdía al fondo, detrás de unas puertas que daban a otra parte. Cuando llegó al final del trayecto atravesó esas puertas, y observó una larga escalera que ascendía hasta perderse en lo alto, y también unos ascensores incrustados en el hormigón.

Estaba a punto de abandonar, pero entonces lo encontró. Estaba medio distraído, bajando lentamente las escaleras, pero cuando se dio cuenta de su presencia, su cuerpo esbelto se tensó como una cuerda, y sus ojos verdes palidecieron.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Tragó saliva, intentando recomponerse.

—Ya te lo dije —susurró Yoongi—. Tenía que hablar contigo.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora