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Al parecer iba recuperando el juicio. Después de dormir unas cuantas horas y de permanecer despierto otras tantas para pensar en lo mismo una y otra vez, Jimin se había marchado de casa de Hoseok, alentado por las palabras de su amigo. Hoseok insistía en que todo iba a salir bien, pero no tenía ni idea de cómo se sentía él al saber que se iba a encontrar de frente con esa feliz pareja sacada de un cuento de hadas, y por ningún motivo quería convertirse en el malo de la historia, porque no sabía si iba a ser capaz de aguantar el tipo una vez que estuviera delante de Yoongi; su envío del atrapasueños le había costado caro, con una considerable pérdida de peso y de autoestima. No tenía ni idea de lo que podría pasar cuando sus ojos se encontraran de nuevo. Todo se resumía en algo muy simple: seguía enamorado, y desconocía si podía seguir manteniendo sus sentimientos guardados bajo llave.

Estaba refugiado en una pequeña cafetería que apenas frecuentaba, pero en un momento como ése, le parecía más agradable que su propia casa. Tenía el móvil entre las manos, soltando largas bocanadas de aire y animándose así mismo para encenderlo. Con gran esfuerzo, logró hacerlo. Tal y como esperaba, tenía un montón de llamadas y tres mensajes en su contestador. A Taehyung no le habría hecho ninguna gracia, pero al menos contaba con cierta ventaja; podría excusarse con cualquier asunto del teatro ya que, al fin y al cabo, estaban en su territorio, donde lo principal siempre era el trabajo.

Se le cortó la respiración cuando después de tres tonos su hermano contestó.

—¿Jimin?

Sus conexiones nerviosas se activaron al oír su nombre.

—Hola Taehyung —susurró—, soy yo.

Un peculiar suspiro se escuchó. En ese sentido, Taehyung era exactamente igual que su madre. No podía negar que estaba aliviado al saber que Jimin estaba bien.

—Oh, Jimin —exclamó—, ¿se puede saber dónde te has metido? Llevo llamándote desde ayer.

—Lo sé, acabo de ver tus llamadas.

—¿Y bien? ¿No pensabas llamarme o qué?

—Te estoy llamando ahora.

—Sí, pero ayer te llamé. Tu móvil daba señal.

Tragó saliva, intentando quitarle importancia.

—Se me acabó la batería —se excusó—. Lo siento.

—No importa —masculló—. ¿Cómo estás?

—Bien, Taehyung. Hasta arriba de trabajo.

—Eso no es raro viniendo de ti, hermanito.

—Ya, pero ahora con razón de más. Estamos a punto de estrenar la nueva obra.

Taehyung dejó escapar una risita.

—¿En serio?

—Sí.

—¡Eso es genial! —exclamó—. ¿No estás nervioso?

—Siempre lo estoy. Créeme, el teatro dejaría de interesarme si perdiera los nervios por salir a escena.

Taehyung chasqueó la lengua. Era su forma de anunciar que estaba intentando decir algo importante.

—Suéltalo —dijo Jimin.

—¿Cómo sabes qué...?

—Te conozco, Taehyung. Además, no me habrías saturado el móvil con tus llamadas si no fuera algo importante.

—Muy agudo —masculló Taehyung—. Verás, me preguntaba si Yoongi y yo podríamos conseguir entradas para el estreno de tu obra.

Un calambre incomodísimo le recorrió cada centímetro de la piel, pero no sabía si lo que lo había provocado había sido la declaración de asistir al estreno o a escuchar el nombre de Yoongi.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora