98

19 5 0
                                    

Yoongi permanecía sentado en el sofá del inmenso salón, rodeado de silencio, mientras entrecerraba los ojos tratando de encontrar un poco de paz. La cabeza le daba vueltas por todo lo ocurrido recientemente, dejándole incapacitado para tomar una decisión; las cosas ya no encajaban tal y como creía.

Aún recordaba la confesión tan rotunda y directa de Jimin justo después de salvarle, y en el hospital había vuelto a ser el de siempre, ocultando sus sentimientos para proteger a Taehyung. Era algo que podía entender, pero el dolor le desesperaba. No tenía ni idea de cómo acabaría todo, pero ahora que él iba a quedarse unas semanas tenía que aprovechar la ocasión para acercarse, pero si seguía escondiéndose de él, poco o nada tenía que hacer. Todo era tan confuso... Se pasaba las horas con la mente dividida, pero en el fondo tenía que reconocer que había elegido hacía mucho, y aunque se esforzase por comportarse como lo que era, un marido hasta la fecha leal y fiel, comenzaba a desmoronarse, porque no había sido la imaginación lo que había acabado por convencerle, si no las palabras del hombre de ojos verdes que le devolvieron literalmente a la vida.

Una sombra al otro lado de la gigantesca estancia se movió ligeramente. Yoongi abrió los ojos y pudo comprobar que Taehyung estaba allí, cálido y dulce, a la espera, como si esperase obedientemente que le permitiera acercarse. Él le indicó con la cabeza mientras sonreía, así que su joven esposo se deslizó sobre la superficie lisa sin hacer apenas ruido hasta sentarse a su lado, cogiéndole la mano tímidamente.

—Hola —susurró, ruborizándose inexplicablemente.

—¿Qué hacías? —preguntó Yoongi—. ¿Me estabas espiando?

Taehyung dibujó una fina línea curva en sus labios.

—No pretendía hacerlo, pero estabas tan concentrado que no quería... molestarte.

—¿Tú, molestarme? Creo que eres el premio de consolación a todo esto.

Se quedaron pensativos el uno con el otro, contemplándose entre la semioscuridad; el sol acababa de ponerse.

—¿En qué pensabas?

—En nada en particular.

—¿Estás cansado? ¿Te duele el costado?

Yoongi le acarició la mejilla.

—Eh, no te preocupes. Estoy perfectamente.

—Pero si estás cansado deberías irte a la cama...

—Prefiero quedarme contigo y hablar. Has estado todo el día pegado al teléfono.

Él asintió casi con vergüenza, como queriendo disculparse.

—Todo el mundo quiere saber cómo estás, y dado que no quiero que te esfuerces, yo contestaré a todas las llamadas hasta que todo esto acabe.

—Taehyung, no voy a cansarme por contestar a unas cuantas llamadas. Te preocupas demasiado.

Su pálido rostro y sus azules ojos se oscurecieron.

—Eso era lo que pensaba antes y he podido darme cuenta de que no es suficiente.

Él le rodeó los hombros con su brazo para despejarlo de ese sentimiento de impotencia que todavía le recorría las venas.

—Es agua pasada —aseguró—. Pero no tienes que contestar a todo el mundo. No al menos si no te sientes preparado.

—Es agobiante, pero es de agradecer. Lo creas o no, hay un montón de gente que se preocupa por ti. —Hizo una pausa para pensar en algo en concreto—. He hablado con Jimin esta mañana.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora