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Jimin nunca llegaba tarde, pero ese día había decidido hacer una excepción. Las sábanas se habían enredado en su cuerpo y lo habían retrasado algo más de media hora. Se levantó y salió corriendo, provocando que le faltara el aire cuando finalmente se refugió en la estructura de ese adorado edificio.

—¡Hola! —exclamó con énfasis—. Siento llegar tarde...

Para su sorpresa, sus palabras se perdieron en el silencio. Nadie respondió, ante lo cual levantó la cabeza, encontrándose con una estampa algo cambiada con la que no estaba acostumbrado a tratar.

—¿Por qué me miráis así? —preguntó, molesto por esas miradas inquisidoras.

—¿Cuándo ibas a decírnoslo?

Jimin miró a Hoseok en busca de una respuesta. Todos sus compañeros estaban próximos a él, lanzando miradas que iban más allá de la simple curiosidad.

—¿Deciros qué?

—Bueno, al parecer tienes un admirador secreto —comentó Hoseok—. Han traído un ramo de rosas para ti.

Jimin abrió la boca pero no emitió ningún sonido. El aire fue incapaz de salir por su garganta.

—¿Qué? —logró decir—. ¿De qué estáis hablando?

Hoseok se dio la vuelta y entonces pudo ver que realmente sostenía un enorme ramo de preciosas rosas rojas, con un color intenso, muy vivo.

—¿No piensas cogerlo?

A regañadientes, Jimin se acercó y alargó los brazos para cogerlo. Enseguida percibió el suave aroma.

—¿Es el tío que te ligaste? —quiso saber Sunhui—. ¿El de la americana azul?

—¡No! —exclamó Jimin—. Es decir, espero que no lo sea. No quiero volver a verle.

—Qué pena...

—Déjalo ya, Sunhui —espetó—. No quiero hablar de ese tema.

Con cuidado, buscó entre las rosas para tratar de encontrar alguna nota, pero no divisó nada parecido. Levantó la mirada, y sintió ruborizarse. Seguía siendo el centro de todas las miradas.

—¿Podemos volver al trabajo, por favor?


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Hoseok estaba recogiendo sus cosas en la oficina. La puerta estaba entreabierta y por el rabillo del ojo divisó una sombra. Ni siquiera le hizo falta levantar la cabeza para cerciorarse de que fuera su mejor amigo.

—No puedes estar ni dos minutos sin mí, ¿verdad?

Jimin pasó tímidamente al habitáculo con el rostro ligeramente encendido. Estaba claro que no le había hecho ninguna gracia lo del ramo.

—Si confiesas ahora mismo que no ha sido más que una broma, prometo no tomar represalias.

Hoseok se sentó sobre el borde de la mesa, con la cabeza ladeada y unos ojos divertidos, chispeantes.

—No tengo por costumbre enviar flores, Jimin.

No parecía demasiado convencido; ni siquiera parpadeaba.

—Hablo en serio.

—Yo también. —Se pasó una mano por el mentón—. No entiendo por qué te lo tomas de esa manera. Es un... elogio.

—¿Elogio?

—Jimin, la mayoría de las mujeres y donceles se sentirían halagados por una cosa así. Por una vez, creo que deberías comportarte como el resto.

Su amigo apretó las mandíbulas con fuerza, haciendo esfuerzos por no saltar estrepitosamente.

—No me mires así...

—Es que no lo entiendo —protestó Jimin—. Yo no quiero cosas de ese tipo. Me resultan demasiado incómodas.

—Venga, sea lo que sea, dispara —espetó Hoseok—. Ya nos conocemos.

—¿Qué? —susurró—. No tengo nada qué decir...

—No me lo creo. —Se cruzó de brazos—. Te has puesto pálido nada más ver el ramo. Una cosa es que no te agrade, pero otra muy distinta es ponerse del color de las paredes.

—Es que... no sé quién ha podido mandármelo. Bueno, a no ser que...

Hoseok desenfundó sus mejores armas para ser capaz de leer la mente de Jimin. No tardó demasiado en encontrar lo que estaba buscando.

—Vaya, entonces todo el numerito de las evasivas, además del color en las mejillas y las reacciones desproporcionadas, tienen un buen motivo. Crees que ha podido ser tu... amigo del pasado.

Jimin tardó un minuto en ser capaz de reconocerlo. Asintió levemente con la cabeza, con la mirada algo turbia.

—Al no encontrar ninguna nota, ni nada parecido, automáticamente he pensando en él y... —Su respiración se cortó—. Me he sentido confundido.

—Bueno, en ese caso, te aconsejo que te relajes. —Le guiñó un ojo—. Estoy seguro de que no hablamos del mismo hombre.

Pudo ver que su amigo se relajaba de la cabeza a los pies, pero no bajaba la guardia del todo. Se devanaba los sesos por tomar el control.

—¿Y quién es? Últimamente no he tenido demasiado éxito con las parejas...

—Yo no estaría tan seguro.

Jimin se removió el pelo con sus finos dedos. Miraba en todas direcciones, incomprendido.

—Apenas hemos terminado de ensayar la obra por completo. ¿Cómo se ha enterado? —Un pensamiento se forjó en su mente al observar de cerca a Hoseok—. ¿Le has dejado entrar?

—Puede...

Jimin le fulminó con sus dos destellos de color verde. No podía entenderlo.

—¿Cómo se te ocurre? ¿Y qué pasa si es peligroso?

Hoseok se limitó a ladear la cabeza, mostrando una tranquilidad pasmosa.

—Lo creas o no, tengo ojos en la cara. Sé leer a las personas, y te aseguro que el sujeto en cuestión no es ni mucho menos peligroso. —Se rascó la barbilla—. Además, es un simple crío.

Jimin frunció el ceño, pensativo.

—¿Un crío? —repitió—. ¿No podrías ser algo más exacto?

—No creo que tenga más de veinticinco años.

—Genial, está claro que tengo un serio problema con los hombres —gruñó—. No encuentro al apropiado.

Hoseok se incorporó.

—No exageres. Además, aún no has cumplido los treinta. Creo que todavía puedes considerarte joven.

Jimin dijo algo por lo bajo, hablando para sí mismo.

—Bueno, ¿qué es lo que quiere? —masculló—. ¿Le firmo un autógrafo y ya está?

Hoseok dejó escapar una ligera risa, contenida pero entusiasta.

—Supongo que una cena, charlar un rato... —Se mordió el labio—. Conocer a su ídolo.

—¿Cenar? ¿Te has vuelto loco? —Movió las manos como un poseso—. No pienso hacer nada parecido, Hoseok. Y, si por algún motivo, decides jugar sucio y hacerme una encerrona, tendremos una charla bastante seria.

—¿Me estás amenazando? —preguntó, tratando de disimular su sonrisa—. ¿En mi propio despacho?

Jimin se giró una última vez antes de desaparecer.

—Hablo en serio, Hoseok. No quiero más quebraderos de cabeza. Con un tipo abrasando mi cabeza cada día tengo más que suficiente.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora