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La luna alumbraba todo el perímetro de la isla, otorgándole un aspecto fantasmal. Jimin estaba en su cama, solo. Después de que le curasen las heridas de las manos y las rodillas decidió que lo mejor era volver a casa de sus padres; no servía de nada permanecer en el hospital desesperándose por ocupar el lugar de Taehyung.

Llevaba horas tumbado en su antigua cama pero era incapaz de dormir. ¿Cómo podía hacerlo? Se levantó con cautela y observó a través de la ventana; ese pedacito portentoso de cristal que lo catapultó a un mundo paralelo lleno de recuerdos. Se imaginaba allí cuando todo comenzó, cuando le vio llegar por primera vez de la mano de Taehyung, y lamentablemente ahora prefería conservar ese recuerdo en lugar del último más reciente. Iba a ser imposible olvidarse de una cosa así. El coche, el ruido estridente... Las piernas le temblaban. Ahora cada vez que estuviera allí, se acordaría de esos minutos de agonía y sufrimiento en los que por un segundo se atrevió a tirar la toalla, creyendo que le había perdido para siempre. Había estado a un paso de suceder, pero por suerte sus ojos se habían vuelto a abrir.

Era curiosa la cuestión del tiempo. Ese accidente horrible había ocurrido allí, hacía tan solo unas horas, y ahora el silencio reinaba en el lugar, sin gritos, sin miedos, sin desesperación. Daba gracias a Dios por haberle salvado. Si hubiera tenido que contemplar algo así, estaba seguro de que jamás habría podido superarlo.

Se palpó lentamente las palmas de las manos. Los cortes tenían mejor aspecto que antes, pero necesitarían unos cuantos días para sanar del todo. Mientras tanto, volvía a defraudarse con las imágenes de su hermano llorando en la habitación de Yoongi. Cómo le cogía de la mano, cómo le susurraba... Desde luego estaba aterrado, y no dejaba de preguntarse hasta qué punto estaría enamorado de él. Nunca se había parado a pensarlo con detenimiento, pero en el fondo de su ser anhelaba la esperanza de encontrar algún retazo de sentido común que le ordenase que le dejara marchar, porque a fin de cuentas Taehyung era su esposo, y él ya hacía mucho que se había convertido en nada, porque eso es lo que era; un cero a la izquierda, un punto insignificante. Era la antítesis de su hermano, pero compartía con él un amor que le embargaba hasta el último centímetro de su ahora parcialmente dañada integridad.

Y es que le quería tanto... Iba más allá del amor. Una locura, pero una locura deseada. No sabía a ciencia cierta cuánta noches se había despertado en mitad de la oscuridad deseando tenerle cerca, pero eso era algo con lo que dejó de contar. Por eso tenía que seguir hacia delante, apretando los dientes e intentar reconfortarse con la idea de que su antiguo chico estaría bien, pero no con él, si no lejos de sí mismo.

Vislumbró un coche al otro lado del puente, aproximándose con lentitud. Lo observó en silencio y pudo comprobar que se trataba del coche de Taehyung, pero no sabía a ciencia cierta si se trataba de él. Giró sobre sus talones y bajó las escaleras. Abrió la puerta principal y se quedó allí parado, esperando ver a alguien conocido.

Los siempre tan relucientes ojos de Taehyung se habían apagado; eran dos gotas de mar en calma, pero una calma aplastante, inquebrantable, desconocida... Un color azul intenso que se mezclaba con el rojo apabullante de los vasos sanguíneos.

—¿Qué haces aquí? —susurró Jimin.

Taehyung se encogió de hombros y pasó adentro, esquivándolo.

—Taehyung...

—He venido a darme una ducha —sollozó—. En seguida volveré al hospital.

—¿Quieres que te prepare algo de cenar?

—Jimin, son las dos de la madrugada. —Se llevó las manos a las sienes—. De todas formas no tengo hambre, pero gracias. —Se deshizo de su chaqueta y subió las escaleras con un gran peso sobre los hombros. Parecía haber envejecido veinte años de golpe. Cerró la puerta del baño con brusquedad y todo volvió a quedar en silencio.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora