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El apartamento de Hoseok estaba algo revuelto; no era demasiado experto en mantenerlo todo en orden durante demasiado tiempo, por eso Jimin quería echarle una mano, comportándose como un hermano.

Estaban en la cocina, compartiendo un rato de charla y dos tazas calientes de café.

—Creo que deberías salir un rato —apuntó Hoseok.

—Mejor no —susurró Jimin—. No quiero que pase lo de la última vez.

—¿Y cuál es tu plan? ¿Quedarte encerrado en casa viendo alguna película tristona?

—Puede que esa sea la opción más conveniente.

Él puso los ojos en blanco, moviendo los labios.

—O también podrías quedarte aquí —propuso—. Podríamos hacer algo. Hace mucho que no salimos tú y yo de marcha.

—Creo que alguien se enfadará si descubre que estoy aquí.

—Estamos tomando un café —masculló Hoseok—. No creo que sea para tanto.

—Ya sabes a qué me refiero. Ella no lo ve de esa forma...

Sintió unas leves náuseas en el estómago. No lo había pensado demasiado, pero ahora que tenía a Hoseok justo delante de él, le parecía injusto seguir callando, porque él merecía saber lo que había hecho.

—¿Te encuentras bien? —preguntó, alarmado por la expresión extraña de su amigo—. No tienes muy buena cara.

—Oh, estoy bien de verdad.

—¿Seguro?

Jimin se limitó a asentir con la cabeza en varias ocasiones, intentando convencerse más así mismo que a Hoseok.

—¿Hay algo que deba saber?

Jimin apretó los labios, consciente de que debía decirle la verdad.

—La verdad es que sí.

—Vale, dispara.

Sintió un malestar repentino por todo su cuerpo, bombardeándolo con mensajes subliminales llenos de culpabilidad.

—Hoseok, yo... Maldita sea, lo siento mucho. Ha sido por mi culpa.

Su amigo no tenía ni idea de a qué se estaba refiriendo.

—¿Tu culpa? ¿De qué hablas? —Frunció el ceño—. Tu no tienes la culpa de que Chaemi esté indecisa. No tienes nada que ver, Jimin. Ya te lo he dicho varias veces. No es tu culpa si no logra entender la estrecha relación que tenemos.

—Yo he conseguido que se distanciara todavía más de ti...

—¿Es que no has escuchado lo que acabo de decirte?

—Me temo que eres tú el que tiene que escucharme.

Una expresión de incertidumbre le cubrió el rostro. Mantuvo el tipo durante unos largos segundos.

—Vale, ahora sí que no entiendo nada.

Jimin suspiró y movió la cabeza en todas direcciones, con la esperanza de encontrar el valor de decirle a su amigo lo que había hecho.

—No sé cómo decírtelo...

—¿Decirme qué? —gruñó—. ¿Qué has hecho?

Jimin se mordió el labio, dispuesto a soltárselo directamente, sin trapos calientes.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora