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No solía ponerse guantes, pero Taehyung no quería arriesgarse a dañar su preciado anillo de boda. Estaba embutido dentro de su mono de trabajo, con barro en las botas y pequeñas gotitas de sudor dibujándose en sus sienes. El calor no era tan asfixiante como otras veces, pero aún así rezaba para no perder los nervios.

Ese día tenía un aspecto diferente; un tono alegre. Por fortuna, había conseguido permiso para marcharse antes, así que contaba deseoso los treinta minutos que quedaban para marcharse de allí.

—Taehyung, ¿puedo poner estos helechos en el fondo?

Él se dio la vuelta y observó al joven que se erguía poderosamente con un gran tiesto sujetado por sus manos. Jungkook era un compañero de trabajo que llevaba trabajando casi el mismo tiempo que él. Era de aspecto informal, agradable y muy social. Taehyung le tenía un gran cariño; compartían una afición muy particular: odiar desproporcionadamente a su jefa.

—Claro —respondió Taehyung—. Ponlas en el rincón de la izquierda.

De forma obediente, se dirigió al fondo, en el lugar preciso. Volvió casi inmediatamente.

—Creo que hoy es nuestro día de suerte —comentó Jungkook, dejando escapar un suspiro.

—Algunos más que otros —bromeó Taehyung—. Vamos, vete. Ya tendrías que haber desparecido hace un buen rato.

—¿No prefieres que me quede? Puedo echarte una mano antes de irme.

—No te preocupes. Lo tengo todo bajo control. —Sonrió con ganas—. Lo dejaré todo ordenado en un periquete.

—En ese caso...

—En ese caso, lárgate antes de que cambie de opinión.

Jungkook le hizo un gesto con la mano y caminó en sentido contrario.

—Nos vemos —exclamó—. Procura que la jefa no te encuentre solo. Sabes que eres una presa fácil para ella.

—La estaré esperando con ansias.


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Apenas quedaban diez minutos para terminar su turno y Taehyung ya había terminado su labor; los helechos estaban en su sitio, los sistema de riego controlados y el suelo rezumando humedad a partes iguales.

—Bueno, creo que ya puedo respirar tranquilo...

En cuanto terminó de decir aquella frase, un escalofrío le recorrió la espalda. Un ruido apenas perceptible se escuchó al otro lado de la sección de plantas exóticas. Con cuidado, Taehyung recorrió un par de pasos agudizando el oído, desconcertado.

—¿Jungkook? —dejó escapar—. ¿Eres tú?

Como no recibió ninguna respuesta, siguió caminando entre los laberínticos pasillos llenos de verde hasta situarse a una distancia prudente. No había ni rastro de ninguna persona. Creyendo que probablemente hubiera sido un ruido de algo sin importancia, volvió sobre sus pasos para salir del invernadero y quitarse el mono, pero otra vez escuchó un ruido, mucho más perceptible y de tipo metálico, como una puerta al cerrarse.

—¿Pero qué...?

Con el corazón en un puño, Taehyung se agazapó entre varias plantas de hojas grandes. Escuchó con atención y permaneció inmóvil durante dos minutos, tratando de pensar con lógica. Sabía que a esas horas no había nadie por allí; era la hora de comer y los trabajadores del otro turno tardarían al menos una hora en llegar.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora