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Taehyung estaba tan nervioso que no podía permanecer en casa ni un momento más. Decidido a finalizar los últimos detalles de la boda, no se lo pensó dos veces para terminar lo antes posible.

Youngmi estaba lista para salir; Seung y Jimin estaban desayunando tranquilamente.

Taehyung se materializó en la cocina y apremió a su madre para que fuera al garaje y encendiese el motor del todoterreno.

—Mamá, vamos —masculló Taehyung—. No quiero perder más tiempo...

—Ya voy, tesoro. Dame un minuto.

Youngmi se abrochó la chaqueta marrón y se colocó el bolso en el hombro. Reparó en la mirada perdida de Jimin. No pudo evitarlo.

—Jimin —susurró—, ven con nosotros.

—¿Qué? —espetó Taehyung—. Ni hablar.

Jimin se encogió de hombros, decepcionado.

—Creo que no, mamá. Será mejor que me quede aquí.

Youngmi resopló y negó con la cabeza.

—De eso nada, chicos. Me da igual por qué estáis así, no quiero saberlo. Pero sois hermanos y tenéis que apoyaros el uno al otro...

—Eso díselo a él —gruñó Taehyung.

—Ya está bien, no quiero ni una pelea más. —Youngmi se aproximó a Jimin y le acarició la mano—. Jimin, vamos. Te sentará bien tomar el aire.

Jimin se levantó de la silla y resopló.

—De acuerdo, pero dame un minuto.


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El todoterreno negro iba a toda velocidad. Taehyung estaba aferrado al volante y se negaba a soltar el pie del acelerador. Deseaba con todas sus fuerzas llegar a la ciudad. Tenía todo memorizado en su cabeza y quería ir punto por punto.

A eso de las diez de la mañana, doblaron una esquina de la calle principal y el vehículo paró en seco.

—Ya hemos llegado —anunció Taehyung—. La primera parada.

Jimin se bajó del coche y automáticamente sintió una punzada en el pecho. Se encontraban en la entrada de una gran pastelería.

—Vamos —instó Taehyung—, pasad.

Todo el aire del establecimiento olía deliciosamente bien. Era una visión literalmente dulce, con tartas, galletas, magdalenas y demás productos de bollería adornando cada centímetro de las vitrinas.

Taehyung no perdió ni un segundo para entablar conversación con la mujer encargada de la tienda. Quería mostrar su mejor cara para obtener lo que quería: consejo para acertar en su decisión.

Pocos minutos después, los tres se quedaron momentáneamente solos, ya que la mujer desapareció en la parte de atrás, seguramente para volver con unos cuantos álbumes y muestras para proponer ideas acerca del proyecto final.

Jimin sentía una gran desazón; ese no era su sitio y no tenía ganas para disimular. Su cara era demasiado expresiva a esas horas de la mañana.

—Jimin —susurró Youngmi—, ¿te encuentras bien?

No sabía muy bien qué decir.

—Sí, pero sinceramente aún no sé qué hago yo aquí.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora