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Esa noche ni siquiera pudo dormir. una parte de su pasado había vuelto de repente a su mente por el simple hecho de haber escuchado un nombre que a toda costa habría preferido enterrar en lo más profundo de su ser.

Había estado insistiendo para que su hermano le dijese algo acerca de su futuro marido y ahora que por fin lo había logrado todo se había vuelto un desastre. El corazón le había dado un vuelco cuando Taehyung pronunció todas esas letras juntas: "Yoongi".

¿Podía ser cierto? No, claro que no. Incluso se sentía estúpido por permitirse pensar en algo como eso. Las posibilidades eran increíblemente remotas, ¿como iba a ser verdad? Un nombre. Un maldito nombre no podía hacer que se sintiera de esa manera. Al fin y al cabo, había miles de personas que lo único que tenían en común era un nombre, un apelativo insignificante e inofensivo.

Se levantó sin hacer ruido. Cogió su abrigo y salió al jardín de atrás. Se sentó en el columpio que años atrás le había encantado. Ahora también, pero ya no era un mocoso. Aún le gustaba balancearse, sintiéndose ingrávido y poderoso por un fugaz instante.

Dejó que sus pies decidieran por él y caminó con paso lento pero decidido. Era lo mejor que podía hacer, ya que dar vueltas en la cama no lo había considerado como una buena alternativa.

La isla en la que estaba asentada la casa de sus padres resultaba preciosa a esas horas de la madrugada. Las estrellas parecían estar incluso más cerca de lo habitual, ya que no tenía ninguna clase de contaminación lumínica. Los árboles que rodeaban todo el perímetro se alzaban con gran envergadura, impregnando el aire con su dulce olor afrutado, y el mar se sentía tan increíblemente cerca, que las olas podían divisarse sin apenas esfuerzo, maravillandose con el color celeste de su espuma.

Era una fortuna poder vivir en un sitio así. Sus padres habían trabajado muy duro para poder conseguirla y desde luego el esfuerzo había merecido la pena. No había ruidos molestos, ni vecinos, ni nada relacionado con el ajetreo habitual de la ciudad. Apenas se encontraba a media hora de la urbe central y a cambio podían respirar con calma y paz.

El puente que servía como acceso a la isla estaba en perfecto estado. Un vigilante de hierro que velaba por su seguridad. No había verjas ni nada parecido. En un lugar como aquel las preocupaciones estaban demás.

La luna brillaba en lo más alto, sin compañía de ninguna nube. El silencio era algo digno de admirar, y desde luego Jimin lo hacía de buena gana. Le ayudaba a pensar, sobre todo en momentos como ese en los que su mundo amenazaba con derrumbarse de forma inminente si no encontraba un poco de sentido común.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

Jimin estuvo a punto de sufrir un infarto. Se dio la vuelta y pudo comprobar que justo a su lado había una delgada silueta. No le llevó mucho tiempo darse cuenta de quién era.

—Taehyung —susurró—. ¡No vuelvas a hacer eso!

—Lo siento, no quería asustarte. —Se ajustó la manta que llevaba puesta sobre los hombros—. ¿Qué estás haciendo aquí afuera?

— No podía dormir.

—Ya, eso ya lo veo.

— ¿Y tú? ¿Aún sigues espiándome igual que antes?

Taehyung sacudió la cabeza al mismo tiempo que tiritaba.

—Claro que no. Yo tampoco podía dormir. He ido a tu habitación y he visto que no estabas, así que por eso estoy aquí.

—Vaya, tienes un gran corazón —bromeó.

El perfume de Taehyung podía sentirse en el aire. Sus ojos resplandecían al igual que los de su hermana mayor.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora