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Conducía el coche a toda velocidad. La corbata le apretaba demasiado así que prefirió aflojarse un poco el nudo. Pudo respirar con más facilidad. Miraba el reloj cada pocos minutos, deseando llegar lo antes posible. De todas formas ya llegaba tarde, así que confiaba en que la situación no empeorase. Se compadecía así mismo; no había tenido la posibilidad de acabar antes. La maldita reunión se había alargado más de lo previsto y hasta que no firmaron el acuerdo no había podido huir.

Sabía lo que le esperaba. La familia de su esposo, el cumpleaños de su suegra. Toda una aventura. Pero no tenía motivos para negarse a ir; al contrario, había uno lo suficientemente fuerte como para arrastrarle hasta allí. Un hombre de ojos verdes estaría presente, y desde luego se moría por verlo. No había dejado de pensar en su último encuentro antes de que se marchara. Había tenido agallas para agarrar su mano y confesarle entre líneas contenidas lo que sentía. Parecía tan arrinconado... Sabía que pensaba como él, pero actuaban de formas distintas. Por su parte, él ya se había rendido a la evidencia de que nunca podría mirar a Taehyung de la misma manera que lo hacía con su hermano, pero Jimin todavía se resistía, preso del pánico al saber el daño que le harían a Taehyung si al final acababan cayendo en los brazos del otro.

Aparcó en cuestión de segundos en una plaza libre que milagrosamente estaba cerca y se observó en el cristal reluciente de la ventanilla del conductor. Vestía con corbata fina, camisa blanca, chaqueta elegante y vaqueros negros. Confiaba en ser suficiente para dar buena imagen.

Entró con paso firme en el restaurante. El encargado le cortó el paso y entonces tuvo que poner buena cara e indicarle que ya tenía mesa reservada con su familia... política. Pudo esquivar a ese molesto hombre y redujo la velocidad de sus pasos al aproximarse a la mesa indicada...

—¡Yoongi! —exclamó Taehyung—. ¡Por fin!

Sin poderlo evitar, acabó con el cuerpo encorvado, la espalda ligeramente flexionada y rodeado por los brazos de su esposo.

—Has tardado mucho —susurró el menor, besándole delante de todo el mundo.

Sintió ganas de apartarse pero no podía hacerlo. Esperó lo necesario y volvió a erguirse en su estatura.

—Buenas tardes —pronunció—. Siento mucho llegar a estas horas. No he podido saltarme la reunión...

Youngmi se levantó de su asiento y fue a estrecharle entre sus brazos. De tal palo tal astilla, pensó Yoongi.

—Feliz cumpleaños, Youngmi.

—Gracias, Yoongi. Me alegro de que hayas venido. Ya estamos todos.

Con cautela, se aproximó a su suegro, que se había puesto de pie pero sin moverse ni un ápice de su sillón.

—Encantado de verte de nuevo, Seung.

—Lo mismo digo, hijo. —Sonrió enérgicamente para sorpresa de todos—. Siéntate, vamos. Te estábamos esperando.

A continuación venía la parte más peligrosa y gratificante al mismo tiempo. Ni siquiera se había atrevido a mirarlo al entrar. Cuando logró hacerlo, tuvo que hacer un enorme sacrifico para no quedarse boquiabierto. Jimin estaba realmente guapo, espectacular, increíble. Jamás lo había visto así, tan elegante y atractivo, cubierto por una ceñida ropa negra que se ajustaba perfectamente a su silueta. Además los ojos verdes resultaban más vivos que nunca.

Alargó el brazo y se quedó parcialmente embobado.

—Hola, Jimin.

—Yoongi. —Estrechó su mano con fuerza y decisión. No parpadeó—. Bienvenido.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora