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Los últimos días habían acabado por deshacerse delante de sus verdes ojos. Los nervios parecían volverse una persona de carne y hueso. Se habían convertido en su propia sombra y empezaba a aceptar que no se iban a ir a ninguna parte.

Jimin se había despertado temprano para ir a recoger a Hoseok al aeropuerto. Ya que finalmente iba a ser su acompañante en la boda de su hermano, debía agradecérselo mostrándose encantado de convertirse en su apéndice durante la mañana antes del gran día.

Estaba a punto de arrancar el coche cuando Taehyung se materializó justo delante, con cara de súplica.

Jimin bajó la ventanilla y carraspeó.

—Por última vez, Taehyung —dijo—. He dicho que no.

Su hermano se cruzó de brazos y se inclinó hacia delante, apoyándose en la ventanilla del conductor.

—¿Estás seguro? —insistió—. ¿De verdad no quieres que te acompañe?

Antes de contestar, Jimin hizo un amago de pisar el acelerador.

—No creo que sea una buena idea. Estarías todo el tiempo suplicándole que saliese conmigo.

—Eso no es cierto —gruñó—. Sólo insistiría de vez en cuando...

—Bueno, de todos modos. Tengo que hablar con él. Creo que serás capaz de aguantar sin verle por hoy. A fin de cuentas, mañana estará presente, así todo el mundo podréis acosarle sin piedad. Además, hoy es tu último día como doncel soltero. Debes prepararte para tu gran noche —bromeó—. Seguro que tus amigos te han preparado una gran despedida de soltero.

—Está bien, pero no creas que vas a librarte, hermanito. —Un gesto de victoria surcó su blanquecino rostro—. Tú también irás. Seguro que lo pasamos en grande.

Dudando del entusiasmo de Taehyung, Jimin se puso en camino para llegar a su destino.

El día apuntaba buenas maneras: un cielo despejado de nubes y un sol despuntando con fuerzas.

Cuando le vio aparecer a lo lejos, sonrió. Al parecer, no verle tan de seguido era algo a lo que no acababa de acostumbrarse.

—Desde luego, no dejas de sorprenderme —comentó Jimin—. ¿Desde cuándo te vistes de etiqueta?

En efecto, su amigo Hoseok vestía de manera intachable, con un traje beige, camisa blanca, corbata naranja y zapatos marrones. No era habitual verle vestido de esa guisa.

—¿Qué? ¿Acaso no tengo derecho a ponerme guapo?

—Desde luego que sí, pero deberías avisar con algo de antelación.

Después de dar tumbos de un lado para otro, tratando temas de todo tipo, sobre todo en lo referente al teatro, se tomaron un respiro y entraron en una cafetería. Jimin empezaba a creer que el consumo tan frecuente de cafeína terminaría por dejarlo absorto.

—¿Qué tal el viaje?

—Bien, sin ningún problema —contestó Hoseok.

—¿Les has dicho a los chicos el motivo...?

Hoseok levantó una mano para pedir silencio.

—No ha sido necesario. Me han dado permiso. —Sonrió—. Suponían que ahora era yo quien debía cuidarte a ti. Tú siempre lo estás haciendo con todos nosotros...

El café que sostenía Jimin en las manos estaba bastante caliente, desprendiendo un aroma muy cargado pero delicioso. Bebía a sorbos lentos; no quería quemarse la lengua y estar maldiciendo por ello.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora