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Los demás hacía rato que se habían ido, dejando las luces apagadas, sumiendo el escenario y el resto del edificio en un profundo y casi aterrador silencio, con la parte de las oficinas todavía en activo.

—¿Quieres que te lleve a casa? —se ofreció Hoseok.

—Creo que no —musitó Jimin, con la cabeza ligeramente torcida—. Me quedaré un rato más leyendo. —Señaló el borrador definitivo de la obra—. Tengo que... acabármelo.

—Puedes terminar de leerlo esta noche si quieres, pero debes saber que hay lugares más acogedores que éste para hacerlo, ¿no crees?

Jimin no sabía qué decir.

—Me gusta estar aquí.

—Lo sé, pero no me gusta dejarte aquí solo. No hay nadie por los alrededores...

Ese comentario lo dejó parcialmente confundido. Su amigo siempre se preocupaba, pero ya no era un niño.

—¿Desde cuándo estás tan protector? —bromeó Jimin—. ¿Debo considerarme especial o lo haces por igual con todos los demás?

Le tendió su abrigo y el bolso.

—Créeme, tú eres la excepción.

Fue sin querer, pero entonces Jimin decidió analizar hasta el extremo cada ápice del rostro de su amigo. No sabía cómo ni por qué, pero intuía algo diferente; algo que no estaba antes.

Salieron a la calle, y entonces Jimin se alegró profundamente de no haberse quedado durante más tiempo. No había nadie por allí. Mejor contar con la compañía de alguien.

El coche de Hoseok estaba algo apartado, como de costumbre. Le gustaba pasear por las mañanas, con la esperanza de que el viento le despejara las ideas. En aquella ocasión, sus ideas parecían estar visiblemente transparentes...

No pudo aguantarlo más. Le agarró de la manga de su chaqueta de cuero y tiró hacia atrás.

—Espera. —Le analizó con más detenimiento—. Tu cara...

—¿Qué le pasa a mi cara?

—Vale, Hoseok. —Hizo una señal de tiempo muerto—. Ahora lo entiendo todo.

—¿Ah sí?

—Hay algo que no me estás contando.

Él torció el gesto y siguió caminando, intentando quitarle importancia, pero el chico de ojos esmeralda ya lo tenía aprisionado entre sus imaginarias garras. Intuición, seguramente.

—Estás... distraído. Más que de costumbre.

—¿Eso es malo?

—No, al contrario. Pero me parece raro en ti. Siempre estás de buen humor, pero esto es diferente.

Un ligero brillo se acentuó en la sonrisa perfilada de Hoseok. Movió los pies hacia dentro.

—Bueno, creo que contigo puedo hacer una excepción.

Jimin se sobresaltó.

—¿Así que hay algo?

—Bueno, yo diría que más bien hay alguien.

Eso era lo último que esperaba oír. Miró a su amigo desde diferentes ángulos, creyendo que se trataba de un error.

—¿Alguien?

—¿Tanto te sorprende?

En realidad, sí. A pesar de su apariencia física, que lo clasificaba automáticamente en la categoría de conquistador rompecorazones, lo cierto es que Hoseok resultaba ser todo lo contrario. Una bonita fachada y un interior todavía mejor, por eso era a él a quien le habían roto el corazón la mayoría de las veces.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora