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La boca era un desierto de arena y la garganta tenía el mismo aspecto. Se había pasado un buen rato pensando en lo que iba a suceder, y cuando por fin la puerta de la habitación se abrió, sus pupilas centellearon. Taehyung se asomó y le indicó que pasara a verle. Hizo lo propio y se adentró en esa estancia ahora más iluminada gracias a las persianas convenientemente subidas. Yoongi estaba tumbado en la cama, con un mejor aspecto pero con sus heridas todavía demasiado recientes.

—Hola, Jimin —saludó—. Me alegro de verte.

Desde luego era verdad; su sonrisa era kilométrica en la cara surcada de pequeños arañazos.

—Yoongi —pronunció—, ¿cómo te encuentras?

—Mucho mejor.

—Eso está muy bien.

Taehyung se acercó y le besó en la frente, orgulloso.

—Este hombretón es demasiado fuerte —bromeó—. Los médicos dicen que ha reaccionado bien.

Jimin asintió, esforzándose por parecer calmado.

Yoongi tosió a propósito y desvió la mirada hacia su esposo.

—Taehyung —susurró—, ¿puedo pedirte un favor?

—Sí, por supuesto.

—¿Podrías dejarme a solas con tu hermano? Me... gustaría darle las gracias.

Se tensó un poco pero accedió.

—Claro —se apresuró a decir—. Si necesitáis cualquier cosa... —Desapareció tras la puerta, cerrándola en cuestión de milésimas. Volvían a estar solos, otra vez.

—¿Cómo estás? —comenzó él.

Jimin forzó una sonrisa.

—Creo que eso debería preguntártelo yo a ti, aunque ya lo he hecho.

—Pues ya me ves —repuso con un toque de humor—. Tumbado en una cama de hospital y una gran herida como recuerdo.

—Me dijeron que te quedaría cicatriz.

—Así no lo olvidaré.

—¿Crees que se puede olvidar una cosa tan espantosa? —espetó.

Sus fuertes mandíbulas se apretaron.

—No, claro que no. Es imposible que olvide... todo lo que ha pasado.

Jimin se revolvió. Había pronunciado con verdadero énfasis una palabra en concreto de esa oración, ese peligroso adverbio.

—Debes tener más cuidado la próxima vez.

—Lo sé. Puede que no estés ahí para salvarme.

No le hizo ninguna gracia. Se estremecía al recordarle pálido y sin vida, y él en cambio se lo tomaba a la ligera.

—Lo siento. Sólo pretendo llevarlo bien.

Se limitó a asentir con la cabeza, los ojos perdidos en alguna parte del aséptico suelo.

—Estás... distante.

Como respuesta a esas palabras, Jimin se acercó y se sentó en uno de los laterales de la cama. Se arrepintió al instante.

—Gracias.

—No hay de qué.

Yoongi deslizó su mano sobre la sábana y encontró lo que buscaba. Jimin retiró sus dedos al instante.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora