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Sus planes habían cambiado de manera fortuita. Jimin había recibido una llamada de última hora de su hermano menor y no había encontrado ninguna buena escusa para negarse a ir a verlo. Aún seguía en shock cuando recordaba mentalmente la conversación que había tenido con él. Jimin, voy a casarme. Esas cuatro únicas palabras sirvieron para hacerlo despertar de su letargo.

Se encontraba demasiado lejos de casa y a decir verdad, demasiado lejos de todo el mundo. Se había pasado los dos últimos años de su vida viajando de aquí para allá, con mucha más frecuencia que antes, haciendo su sueño realidad. Y es que ser actor era algo que le encantaba. Subirse encima de un escenario e interpretar miles de papeles diferentes lo hacía sentirse vivo. El teatro era su gran pasión y desde luego suponía la mayor de las recompensas al finalizar un duro día de trabajo. Le gustaba lo que hacía, y al parecer conseguía transmitir ese mismo efecto en todo aquel que permanecía cerca el tiempo suficiente. Había recibido muchísimo reconocimiento y era responsable de las buenas críticas hacia su compañía de teatro.

Decidió arreglarlo todo en cuestión de un par de días. Sentía un leve cosquilleo en su estómago, asomándose en los momentos menos apropiados. El frío le ayudaba a pensar con más calma, pero en el fondo sabía que todo aquel inesperado asunto carecía de toda meditación. Conocía muy bien a su hermano. Taehyung era propenso a dejarse llevar por sus impulsos, y por eso la mayoría de las veces se había metido en líos. Ahora sin embargo, parecía algo cambiado. Su voz había reflejado ilusión cuando le llamó. Había decidido que darle una sorpresa era la mejor opción y desde luego lo había conseguido.

En cuanto las primeras luces de la mañana se divisaron a lo largo de todo el horizonte, Jimin salió de casa. Metió la única maleta que llevaba en el taxi que lo había estado esperando desde hacía un buen rato. En cuanto se acomodó en el asiento, los nervios aumentaron. El aeropuerto estaba prácticamente desierto, algo bastante raro pero muy gratificante. A él no le gustaban las multitudes colapsadas en espacios reducidos. Cuando subió al avión, comenzó mentalmente una cuenta atrás. Es lo que siempre hacía cuando el estómago vibraba por tanta incertidumbre. Podía considerarse un hombre muy valiente. Le daba pánico volar y aun así era justo lo que iba a hacer. Por esa vez, debía hacer una excepción. Su hermano menor se iba a casar y eso era algo que no pasaba todos los días.

Durante el viaje intentó dormir en varias ocasiones pero le fue imposible. Demasiados pensamientos le venían a la mente y le era imposible desconectar. Se había bebido tres botellas de agua y aun así tenía la garganta reseca. Tenía el enorme defecto de tomárselo todo muy a pecho, dándole demasiada importancia a asuntos que no merecían tenerla.

Serían cerca de las nueve de la noche cuando el avión por fin aterrizó y Jimin pudo volver a respirar con más calma. No tardó demasiado en abandonar aquella estructura voladora que le había dado tantos dolores de cabeza. El frío lo golpeó en la cara y su cuerpo comenzó a tiritar. Se dirigió a una cafetería cercana y entró rápidamente. Pidió un café bien cargado y se sentó en una de las mesas más apartadas. El calor lo reconfortó bastante. Buscó su móvil en el bolso y marcó el número de teléfono de Taehyung. Tres pitidos y después la voz de su hermano menor resonó desde lejos.

—Taehyung, soy yo. —Estaba tiritando de frío—. ¿Dónde estás?

—¡Jimin! ¿Ya has llegado? ¿No se suponía que ibas a avisarme con un poco de antelación?

—¿Avisarte? Te he mandando dos mensajes. ¿No los has recibido?

—Me temo que no. —Hubo una pausa breve al otro lado de la línea—. En seguida estoy ahí. No te vayas a ningún lado, ¿de acuerdo?

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora