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Sabía que se estaba metiendo en aguas pantanosas, pero no tenía intención de ceder; conocía sus puntos débiles pero ayudar a su mejor amigo era una cuestión mucho más relevante, a pesar de saber que no contaba con el consentimiento de Hoseok.

Jimin llevaba cerca de dos horas esperando a la salida del hospital en el que Chaemi trabajaba. Mientras permanecía allí de pie, vigilando cualquier movimiento sospechoso, repetía mentalmente el discurso que tenía intención de pronunciar, aunque temía que la escurridiza novia de su amigo no tuviera la más mínima intención de escucharlo.

Salió en su busca cuando finalmente la vio aparecer por una de las salidas laterales.

—¿Chaemi?

Al escuchar su nombre, la mujer se dio la vuelta y su cara se transformó por completo.

—Jimin —susurró—. ¿Qué haces aquí?

—He venido a hablar contigo.

Su semblante se puso pálido, como si acabara de ver un fantasma o algo peor.

—¿Hablar?

—Sí, creo que ya sabes a qué me refiero.

Torció la cabeza y se dio parcialmente la vuelta, dándole la espalda.

—Escucha, tengo mucho trabajo y apenas me queda tiempo para mí...

Intentándolo una vez más, Jimin se adelantó y se puso justo detrás de ella, implorando que aquella mujer no estallase en mil pedazos.

—No te quitaré mucho tiempo.

No parecía demasiado convencida.

—¿Te ha enviado Hoseok?

—No —sentenció Jimin—. Él ni siquiera sabe que estoy aquí.

Durante lo que pareció una eternidad, Chaemi meditó las posibilidades, mirando en todas direcciones, pero finalmente dejó caer los hombros, en un gesto de derrota.

—Está bien, hablemos —susurró.

—Gracias.

—No, aún no me las des —espetó—. Si no me gusta lo que oigo, te aseguro que no tendré ningún inconveniente en marcharme.


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Para sorpresa de Jimin, Chaemi condujo varios kilómetros hasta detenerse en una zona desconocida; seguramente deseaba pasar inadvertida y no cruzarse con nadie conocido.

—¿Quieres comer algo? —preguntó—. Aquí al lado hay un restaurante.

—No tengo hambre —dijo Jimin.

Haciendo caso omiso, Chaemi empezó a caminar y al girar la esquina no esperó ni dos segundos en entrar.

La mesa que ocuparon estaba situada en uno de los laterales junto a los ventanales.

—¿Seguro que no quieres tomar nada? —insistió de nuevo.

Jimin sonrió brevemente y negó con la cabeza.

—Está bien...

Permanecieron rodeados de un incómodo silencio hasta que Chaemi optó por romperlo.

—Me gustaría que hablaras sin rodeos.

Jimin levantó la cabeza y aguantó su mirada azul oscura, que presagiaba sentimientos contradictorios.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora