Capítulo 83

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Para el lunes a primera hora, cientos de revistas y periódicos llevaban en sus portadas la fotografía de mi abrazo con Mariana. Las críticas eran muy buenas, y la familia Britt acaparaba las primeras planas durante toda la semana.

Después de una larga semana de trabajo en Britt Company and Exports Inc., rodeada de papeles, planos y documentos, llegó el sábado por la tarde. Me encontraba dando los últimos toques a mi maquillaje para la boda de Natalia. Retocaba mi gloss y alisaba el vestido largo de gasa en tono crema, con cuello en V, estilo sirena. Azael, mientras tanto, hablaba por teléfono mientras me esperaba.

Un último toque de perfume y estaba lista.

Bajé las escaleras con sumo cuidado, asegurándome de no tropezar. Azael, como siempre, extendió su brazo para ayudarme, gesto que agradecí con una sonrisa.

—Estás hermosa —me dijo con una sonrisa.

—Gracias, cariño. Tú también luces muy guapo hoy.

—Eso siempre pasa, no entiendo tu sorpresa —respondió riendo.

—Egocéntrico —dije, rodando los ojos con una sonrisa.

Durante el viaje, Azael recibió un par de llamadas de trabajo. Como había mencionado, era un mes de muchísimo trabajo. Al llegar a la elegante recepción para el matrimonio de Natalia, me uní a las chicas de la corte de honor. Azael me acompañó hasta donde estaban ellas, nos saludamos, y él me besó en la frente antes de dirigirse a los asientos para la ceremonia que estaba por comenzar.

Las organizadoras nos entregaron los ramos de rosas a Erika, Gabriela y a mí. Luego, se cerraron las puertas para dar paso a Natalia, que caminaba del brazo de su hermano, ya que su padre había fallecido años atrás. Ella se veía hermosa, y su hermano Amir , a quien nunca habíamos conocido, la acompañaba con orgullo.

Mientras caminábamos por el pasillo, me aseguré de no tropezar, ya que había apostado con las chicas quién sería la primera en hacerlo. Afortunadamente, ninguna perdió, y suspiré aliviada.

Durante la boda, Igor y Natalia intercambiaron sus votos, y era evidente que estaban profundamente enamorados. Me sentí feliz por ellos, sin cuestionar lo que hubiera sido de mí en su lugar, porque no cambiaría por nada al hombre que me levantaba cada día. Al mirarlo, me encontré con su mirada y le sonreí.

La ceremonia culminó de manera hermosa y perfecta para la pareja. Luego, comenzó la sesión de fotos con las familias, las damas de honor, y los invitados. Fue una locura, y Azael se reía de nosotras mientras hacíamos el ridículo en algunos momentos. Después, él se acercó para felicitar a los recién casados, y nos tomamos fotos con ellos antes de dirigirnos a la recepción.

En la recepción, nuestra mesa estaba formada por Erika, Gabriela, el señor Gavilánez (quien me hizo la entrevista de trabajo), mi antiguo jefe y mejor amigo de mi esposo, el señor Ramírez a veces es raro tenerlo que llamarlo por su nombre, y su esposa Paula, además de Azael y yo.

—Qué mala ubicación de invitados —me susurró Azael al oído, notando mi confusión—. Ramírez y yo estamos sentados con nuestros empleados.

—Qué dramático eres, Azael. No eres superior, acostúmbrate. Yo también soy una de tus empleadas en la empresa —respondí, rodando los ojos con una mezcla de enfado y diversión.

—No te enojes, querida esposa, Ramírez fue quien me hizo ese comentario —dijo encogiéndose de hombros.

—No mientas, tu amigo ni siquiera se ha acercado a ti. Míralo, está muy cómodo hablando —le respondí fulminándolo con la mirada.

Antes de que pudiera replicar, Gabriela me invitó a bailar, y acepté gustosa, todavía furiosa con Azael por su comentario ridículo. Bailamos sin parar, todo estaba muy animado, hasta que la música se detuvo abruptamente. Varias personas vestidas de negro irrumpieron en la recepción, armados y disparando al aire. Mis oídos comenzaron a zumbar, y mi corazón latía desbocado. Por instinto, me arrojé al suelo, mientras la gente gritaba y corría desesperada. Traté de alzar la cabeza, buscando a Azael, pero me fue casi imposible.

—Tienen un minuto para correr —gritó uno de los hombres, disparando de nuevo al aire. Me levanté junto a Gabriela, quien prácticamente me arrastraba hacia algún lugar seguro.

—¡Erika! —grité desesperada, buscando a mi amiga.

—Está bajo la mesa del pastel, Janine. Debemos correr, ella está mejor que nosotras —gritó Gabriela con desesperación. Miré a mi alrededor, sin encontrar a Azael, y un disparo me detuvo. Sentí un dolor agudo en la pierna y vi cómo el vestido se manchaba de rojo con mi sangre. Gabriela me miró aterrada, intentando ayudarme, pero la multitud no nos dejaba movernos.

—¡Janine! —gritó Azael desesperado, encontrándome con la mirada. Me tomó en brazos y comenzó a caminar entre disparos, que apenas podía escuchar. Mis ojos comenzaron a cerrarse mientras miraba a Azael, desesperado y diciéndome cosas que no podía comprender.

El sonido de una máquina médica invadió mis sueños, y poco a poco comencé a abrir los párpados. La luz me cegó un poco, y me quejé en voz baja. La puerta se abrió, y Azael entró. Le sonreí débilmente, todavía desorientada. Su traje seguía manchado de sangre, y él se acercó con una mueca de preocupación.

—¿Cómo estás? —pregunté, con la voz débil.

—No debería ser yo quien pregunte eso —dijo, acariciando mi rostro y besando mi frente—. Me asustaste demasiado, mi amor.

—Lo siento —intenté disculparme, pero él colocó un dedo sobre mis labios.

—Shhh, no te disculpes, cariño. Nadie podría haber imaginado esta desgracia —me sonrió, sentándose a mi lado.

—Me duele la pierna —dije, haciendo una mueca de dolor.

—Dolerá por un tiempo —respondió, acariciando mi cabello—. Pensé que te perdería, fue como una película de terror.

—Ni me lo digas —suspiré—. ¿Cómo están las chicas?

—Todas están bien, cariño. Algunos resultaron heridos, pero averiguaré quién fue el maldito que te disparó.

—¿Y si mejor nos olvidamos de esto por el resto de nuestras vidas? —le dije, atrayéndolo hacia mí—. Estaba desesperada por saber dónde estabas —continué, abrazándolo— Todo fue un caos, pobre Natalia.

—Sí, lo importante es que están bien.

—¿Quién pudo haber orquestado algo tan terrible?

—No tengo ni idea, cariño. Igor no es de problemas, estoy tan sorprendido como tú por todo esto.

—Lo sé —susurré, casi inaudible.

—Cambiando de tema, cielo —dijo, besándome la mano—. Eduardo se acaba de casar en Las Vegas con Araceli.

Lo miré sorprendida.

—¡Qué locura! —sonreí de lado—. ¿Cómo te has enterado?

—Por esto —me respondió, mostrándome su móvil. En la pantalla, había una fotografía del casamiento.

—Qué lindos —dije, mirándola con alegría—. Que tengan un lindo matrimonio.

—Pero no tan lindo como el nuestro —respondió, levantando las cejas con una sonrisa juguetona. Poco usual de Azael Britt.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora