Salgo de la oficina, por el tremendo calor que hace el aire se había descompuesto desde esta mañana no puedo trabajar así sabiendo que hay demasiados contratos y propuestas que debería revisar, marco el número de Azael, este a los dos tonos contesta.
—¿Sucede algo, Janine? —pregunta preocupada.
Aww, que Dulce.
Concéntrate Janine.
—Azael, ¿me prestarías tu oficina? —muerdo mi labio, esperando su respuesta.
—¿Sucede algo con la tuya? —dice, ahora más aliviado.
—El aire se descompuso. Como la oficina es cerrada, no entra nada de aire y me muero de calor —me quejo—. Por eso te molesto, disculpa si es que estabas ocupado.
—Háblale a Gabriela sobre tu inconveniente. Puedes entrar, no hay ningún problema. Te debo dejar, tengo una reunión.
—Oh, claro. Disculpa nuevamente. Nos vemos luego, gracias.
—No te preocupes, Janine —y cuelga. Camino hacia la oficina de Gabriela, que como siempre está hablando por teléfono. Luego de unos minutos me mira y sonríe.
—¿Qué necesita, jefecita? —ruedo los ojos.
—¿Comenzaste nuevamente? —la miro mal— Estaré en la oficina de Azael, ¿me avisas para almorzar?
—No se preocupe, jefecita. Coordinaré con las chicas y le comunicaré —habla de forma profesional. Niego y entro a la refrescante oficina de Azael. No me sorprendo estar nuevamente en este lugar; ya había entrado un par de veces salvándole el trasero a mi futuro marido.
La mañana se pasó volando entre ver maquetas y estadísticas de los nuevos trabajos. Si no fuera por Erika tocando la puerta, ni me hubiera dado cuenta.
—¿Iremos por sushi? —habla mientras ingresa.
—No, puede ser en un restaurante italiano —dice Gabriela—. ¿Qué dices, jefa Janine?
—¿Seguirán con eso? —hago una mueca.
—Sí —dicen Natalia, Erika y Gabriela al unísono.
—Estamos dolidas —habla Natalia.
—Disculpen, sucedió todo tan rápido —aclaro mi garganta evitando su mirada.
—Está bien, jefa. No se preocupe —me guiña el ojo Erika.
Salimos del edificio, el calor sigue siendo sofocante, pero la compañía de mis amigas hace todo más llevadero.
Caminamos hacia el restaurante italiano cercano, disfrutando del aire fresco al entrar. La decoración es acogedora y elegante, con un aroma a albahaca y ajo que abre el apetito de inmediato.
—Este lugar es encantador —comenta Natalia mientras nos acomodamos en una mesa.
—Sí, y la comida es deliciosa. Les va a encantar —respondo, sonriendo.
Pedimos una variedad de platos: pasta, lasaña, ensaladas y, por supuesto, una botella de vino tinto para compartir. La conversación fluye naturalmente, mezclando trabajo y vida personal.
—Entonces, ¿qué pasó con la boda? —pregunta Gabriela, curiosa llamando mi atención.
—Todo está en marcha. La familia de Azael es... intensa, pero muy acogedora. Me han tratado muy bien —digo, tratando de resumir.
—¿Intensa? —Erika arquea una ceja.
—Sí, su madre y su abuela están muy emocionadas con los preparativos. No me han dejado respirar —respondo, riendo.
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Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de Hierro
RomanceApril Anderson es una joven dulce, humilde y extrovertida que, a lo largo de los años, ha enfrentado experiencias desgarradoras que ninguna mujer debería soportar. A pesar de los desafíos, su espíritu resiliente y su corazón amable la mantienen en p...