CAPITULO 23

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Me levanto por la ruidosa alarma que puse en mi celular el día anterior. Bostezo y me desperezo. Salgo de la cama hacia el baño, hago mis necesidades biológicas, me desnudo y tomo una deliciosa ducha con mis jabones aromatizantes que dejan el olor impregnado en mi piel. Di-vi-no.

Salgo antes de que mis dedos se hagan pasitas. Cojo la toalla, seco todo mi cuerpo, y luego coloco crema perfumada por todo mi cuerpo. Tomo mi bolsito de maquillaje que había dejado listo el día anterior. Primero delineo la parte de abajo de mis cejas y comienzo a rellenar con sombra, dejándolas iguales y definidas, no como marcador sino seminaturales. Me hago un delineado y coloco unas pestañas pequeñas, casi imperceptibles. Aplico primer en mi rostro, luego la base, y sello con polvo compacto, un poco de iluminador y gloss en mis labios. Lista con mi maquillaje, sigo con mi cabello, lo peino y lo dejo al natural.

Salgo del baño y camino hacia mis maletas. Saco un simple conjunto de pantalones de vestir negros, una blusa de cuello de tortuga simple, un bléiser blanco y zapatos de punta beige. Ya lista, coloco un reloj dorado, tomo mi bolsa con mi celular, la Tablet y algunos papeles, y salgo de la habitación encontrándome con mi jefe, ya vestido con su elegante traje azul. Nos saludamos con un asentimiento de cabeza y salimos directos a la junta. Durante el viaje hubo temas triviales. El chofer nos abrió la puerta y entramos al gran edificio totalmente de vidrio espejo. Lo miro maravillada.

Caminamos hacia la puerta, encontrándonos con un señor de edad avanzada. A pesar de su edad, se conserva muy bien. Nos saluda y nos guía hacia el ascensor, comentándonos que el dueño demorará unos minutos y que lo disculpemos, pues acaba de llegar de un viaje de negocios. Al llegar al lugar de la reunión, le pregunto dónde hay un baño. Espero que no sea lo que pienso. Me indica dónde dirigirme, y en cuestión de minutos lo localizo. Voy prácticamente corriendo al baño de mujeres, entro a uno de ellos, bajo mi pantalón y suspiro. No me ha bajado aún la menstruación. Me había asustado. ¿A ustedes no les ha pasado que sienten que les baja algo y corren pensando que es la regla? Pues a mí me pasa a menudo. Coloco un protector por si las moscas. Salgo, lavo mis manos con jabón, las seco en la secadora y salgo hacia la reunión un poco más cómoda.

Giro en un pasillo que ya había pasado cuando fui al baño. Mi antiguo nombre, April, resuena en el pasillo. Esa voz. Saco esos recuerdos de mi mente y sigo caminando. Cuando casi llego al lugar, una mano me detiene, agarrando la mía. Me giro. Siento como si mi sangre se fuera directo al piso.

–April –dice mi nombre. Miro asombrada por la acción–. ¿April, eres tú? –lo miro confundida y trago saliva.

–¿Disculpa? –suelto mi brazo de su agarre–. Creo que me está confundiendo. Me llamo Janine Dávila, no April –carraspeo, arreglando mi bléiser.

–Pero cómo... eres idéntica –masculla–. Yo... lo siento, no debí agarrarte de esa forma. Es que... –me mira avergonzado.

–Pensaste que era alguien que conoces. No te preocupes, aunque eres la primera persona que me dice que me parezco a alguien –me hago la desentendida–. ¿Ella era algo para ti? –le pregunto, sabiendo la respuesta.

–Fue mi ex novia del bachillerato. Murió hace poco tiempo y verte fue un shock total por el gran parecido –me mira cabizbajo. Le sonrío forzadamente, sin mostrar los dientes, para tranquilizarlo. Suspiro internamente.

–Me llamo Igor. ¿Janine? –extiende la mano. La tomo, sonriéndole.

–¿Disculpa que me entrometa, pero de qué falleció? –le pregunto interesada, dejando de lado el formalismo.

–En un incendio –mira un punto fijo–. Pero ya estaba casada en ese entonces –asiento–. Pero rápidamente caí en cuenta de que no eras ella, Odiaba el maquillaje –bajo la cabeza, mordiendo mi labio.

"Sí que me conocía, o mejor dicho, sí que me había conocido..."

–La tuviste que haber amado mucho –lo digo sin pensar, poniendo los ojos en blanco–. Lo siento, ahora soy yo quien pide disculpas. Recién nos conocemos y no debí haberte preguntado eso... Soy muy curiosa –hago un gesto con la mano.

–Sí, y mucho. Fue culpa mía que termináramos –sonríe cabizbajo. ¿Eso fue mi corazón doliendo? –. Me mudé a Londres y perdimos contacto desde ese día hasta su muerte. Ahora que ya no está con nosotros, ni siquiera sé dónde está sepultada –asiento.

- Lo lamento, Te debo dejar, tengo una junta importante –miro mi reloj–. Me gustó conversar sobre April, ¿verdad? –trato de salir de ese lugar y comienzo a caminar en la dirección que íbamos hace un momento.

–El gusto fue mío, si se llamaba así. ¿Con el jefe de esta empresa? –me pregunta confundido mientras avanzamos por el mismo camino.

–Sí, lo conoces –lo miro y me golpeo la frente–. Qué boba, claro que sí, ¿qué haces aquí entonces? –ruedo los ojos y él ríe.

–Soy el dueño de esta empresa, así que acompáñame –me sonríe de lado. Lo miro asombrada.

Dios, ¿por qué a mí?

Río nerviosa. –¿Estamos llegando tarde, señor?

–Llámame Igor –me mira fijamente. Desvío mi mirada a otro lado mientras caminamos.

Mierda

le sonrío

 ¿No puede ser más incómodo? –pienso.

Después de varios minutos, llegamos. Mi ex novio del bachillerato saluda a mi jefe como si fueran amigos de toda la vida. Respiro profundo.

Esto será LARGO...

Y como lo predije, fue más largo que un periodo de un mes de menstruación irregular. Joder, qué incómodo. Se oficializó la construcción de las 19 sedes de hoteles de Igor. Las horas que pasé dentro de esos cuatro muros de vidrio polarizado me asfixiaban por completo.

La mirada de Igor no se despegaba de mí y, no les miento, miraba a todos lados menos a sus intensos ojos color miel.

Suspiro al ir de camino al hotel, fase completada. Quién diría que me encontraría con personas que ahora me conocen más que nunca. Tengo que asegurarme de no parecer tanto a April. 

Necesito cambiar de look inmediatamente.

-Jones se ha interesado en usted, señorita Dávila –dice Azael, sacándome de mis pensamientos luego de salir de la reunión.

–¿Cómo cree eso, señor Britt? –miro por la ventana, haciéndome la tonta.

–Lo conozco muy bien señorita Davila. No despegaba la mirada de usted en toda la reunión –me dice serio, con voz fría. Trago saliva–. Estoy de acuerdo con él, usted es muy interesante, permítame decirlo –me quedo estática en mi asiento.

–Gracias –asiento, aliviada. Su celular suena, interrumpiendo nuestra conversación.

Salvada por la campana. Contesta su celular contotal fluidez y profesionalismo.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora