CAPÍTUlO 4

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Flashback – 9 de septiembre de 2014

Despierto con la molestia de los rayos del sol que se filtran a través de la gran ventana de nuestro apartamento. Me incorporo y noto la ausencia de mi querido esposo a mi lado. Me encamino hacia el baño para atender mis necesidades matutinas, termino y procedo a cepillarme los dientes. Mientras tanto, intento domar mi cabello, que como de costumbre, parece un nido de pájaros por las mañanas.

Me encamino hacia la cocina en busca de un poco de jugo de naranja, mi bebida favorita. Mientras tanto, reviso mi celular y noto algunas llamadas perdidas de mi madre. Decido devolverle la llamada después de responder algunos mensajes de WhatsApp de Víctor y de mi mejor amiga, Alaska, También tengo un par de correos electrónicos con ofertas de trabajo en una empresa importante, pero ubicada en Londres, los descarto de inmediato. Necesito algo aquí mismo en la ciudad de detroit.  Aunque podría depender del hecho de que mi esposo trabaja como jefe en una empresa, a pesar de que aún está en proceso de graduarse de la universidad y tiene un buen sueldo, habíamos establecido antes de casarnos que buscaría mi propio empleo y no dependería de él. Con esta premisa en mente, finalmente decido marcar el número de mi madre.

-         Hola, buen día cariño – dice dulcemente mi madre, a sus 47 años, con su cabello rubio natural, tez clara, ojos grises y una altura de 1.64 metros.

-         Buen día, mami – respondo suavemente, llevando el zumo de naranja a mis labios – ¿Cómo está papá Joe? – pregunto. Aunque mi padre biológico falleció, mi madre se casó años después con un buen hombre que se ha ganado mi respeto y amor. Joe, a sus 55 años, recién jubilado como maestro de educación inicial, es un hombre bien conservado, de 1.70 metros de altura, cabello café rizado, ojos color miel y tez morena.

-         Muy bien, cariño, gracias a Dios se está recuperando de la cadera – reímos – no supero la forma en que cayó, aunque me dio un buen susto.

-         Lo sé, madre – vuelvo a reír – Nos vemos, saldré a buscar trabajo – afirmo.

-Eres tan terca – suspira molesta – es hora de que le des un hijo – me aconseja.

- Madre, necesito estar en un ambiente diferente. No es que quiera buscar a alguien para serle infiel, nada de eso, solo que me gustaría conocer gente nueva. No estoy lista para ser madre aún – hago una mueca, aunque sé que no me ve.

- Te entiendo, cariño. Está bien, cualquier decisión que tomes, en un matrimonio debe haber confianza – asiento aunque no me vea – te dejo, cariño, debo hacer el almuerzo para tu padre. Te amo, adiós.

- Yo también te amo, mami. Adiós – digo, colgando. Camino hacia mi habitación para prepararme para salir a buscar trabajo, pero pego un brinco al sentir unas manos en mi cadera.

- Cielo, me asustaste – me giro y coloco mis brazos alrededor de su cuello.

- ¿Pensabas que era otra persona? – frunce el ceño, cambiando su sonrisa por una expresión fría y seria.

- No, mi amor, pensé que no estabas en casa – me encojo de hombros, soltando su agarre – Saldré – le aviso, mientras escojo un atuendo formal de mi armario.

- ¿Dónde? ¿Qué vas a hacer? – pregunta frunciendo el ceño.

- Buscar trabajo – digo de forma obvia.

- Te he dicho que no – agarra mi muñeca fuertemente.

- Víctor... me estás haciendo daño – lo miro con algo de miedo mientras aumenta la presión – ¡MIERDA! Víctor, duele, suéltame. Tú no eres así.

- Hazme caso por una vez en tu vida, April – me mira furioso – no saldrás con esos hombres que solo buscan mujeres bonitas y fáciles. ¡Eres mi mujer! – recalca las últimas palabras antes de besarme con brusquedad. Trato de separarme, pero es inútil, su fuerza es mucho mayor que la mía.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora