CAPÍTULO 76

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Me quedo mirando por la ventana de mi oficina, casi puedo sentir cómo me estoy devorando las uñas.

Un ataque de ansiedad está volviendo y, aunque trato de enfocarme en la hermosa vista, mi mente no deja de repetirme un nombre:

"Víctor", seguido de un insulto: "Mierda".

Estúpida, estúpida, estúpida.

Minutos después, la puerta de mi oficina se abre de golpe.

—Janine, el señor Britt te llama a su oficina —me giro para ver a Gabriela nerviosa.

—Dile que iré en 20 minutos —suplico.

—Me pidió que te dijera que necesita que estes en su oficina enseguida —suspiro, mordiendo mi lengua.

—Voy enseguida —Gabriela asiente y se retira. Trato de acomodar algunas cosas en mi escritorio, rasco mi cabeza por la frustración—. Respira, vamos... uno... dos... tres... — murmuro cerrando los ojos, tomándome unos minutos antes de abrirlos, acomodando mi desordenado cabello.

Salgo con toda la "seguridad" que puedo reunir en mis pasos.

El camino hacia la oficina de Azael se me hace eterno. Toco dos veces y, al escuchar un "adelante", entro. Azael está concentrado en su computadora y, sin mirarme, me señala uno de los sofás de cuero negro.

Me siento conteniendo el aliento. Azael se toma su tiempo para levantarse, colgar su saco y caminar hacia mí.

Realmente es todo un dios griego salido de una película americana.

—Así que... haciendo negocios, señora Britt —dice mientras se sienta a mi lado sin mirarme, desabrochando sus gemelos.

Trago saliva.

—Azael... —coloca su mano sobre mis labios, dejándome embobada.

Suena sus labios —yo estoy hablando —dice con su mirada penetrante—. No quiero verte cerca de Víctor, Janine —su tono de voz es grave.

—No tengo problema —susurro, sin dejar de mirarlo. Se levanta y pone seguro a la perilla de la puerta.

Coloco mi mano en mi cuello, siento una sensación de asfixia. Mi mente comienza a funcionar y miles de imágenes pasan por ella, mi cuerpo empieza a transpirar. Cada paso que da Azael es una tortura.

Me repito a mí misma que no es igual que Víctor, una y otra vez.

—¿Janine? —se acuclilla frente a mí, mirándome preocupado—. Cariño, ¿estás bien? Janine, háblame, me estás preocupando —todo mi cuerpo está entumecido.

—La... la ven... ventana... —es lo único que puedo articular. Azael corre a abrirla de forma tosca; es lo último que veo antes de desmayarme.

Trato de abrir los ojos, pero los siento pesados. Mi cerebro palpita con una cefalea latente. Escucho voces, aunque no muy claras: la de Azael suena preocupada y la otra, desconocida.

—La señora Britt ha estado bajo estrés postraumático —dice la doctora.

—No —replica Azael, seguro.

—Señor Britt, no es nada grave. Puedo diagnosticar un ataque de pánico por los síntomas que usted me ha descrito. Le recetaré venlafaxina para la ansiedad.

—Entendido. Gabriela, dile a Taylor que las compre.

—Sí, señor Britt, enseguida.

—Si hay algún cambio, no dude en llamarme. Su presión arterial ya está estabilizada, no hay que preocuparse.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora