durante mis sueños.
—¿Dónde estoy? —murmuro al despertar— ¿Azael? —llamo mientras mis ojos se ajustan a una luz irritante.
—¿Mamá? ¿Mamá? —resuenan voces en ecos a mi alrededor.
—¿Dónde estoy? —repito, confundida.
—Mamá... —susurran cerca de mi oído. Me giro y veo a una pequeña niña de ojos café, observándome.
—Creo que te equivocas —le digo, tratando de sonreír para tranquilizarla.
—Mamá, nos has olvidado —dice mientras lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas.
—Estoy un poco soñolienta... No entiendo lo que me estás diciendo —trato de explicarle mientras me levanto. Intento tocar su rostro, pero se desvanece como humo.
—¿Mamá? —vuelven a gritar en ecos.
—Niños, no entiendo nada —digo angustiada, tratando de salir de la cama. Todo a mi alrededor es una luz cegadora, casi imposible de ver.
—Eres una mala madre —dice una voz cerca de mí. Me sobresalto— Una madre no olvida.
—Yo... no soy madre —mi voz tiembla, apenas un hilo de sonido—¿Por qué me están haciendo esto?
—Porque nos has olvidado —responde, bajando la cabeza, y como un susurro de viento, también se desvanece, dejándome en un estado de shock.
Me despierto.
—¡Dios! ¿Qué fue eso? —exclamo, sentándome de golpe en la cama, con la respiración agitada y el cuerpo empapado en sudor. Coloco una mano en mi pecho, sintiendo los latidos acelerados, y miro a mi alrededor, recordándome a mí misma que solo fue un horrible sueño.
—Cariño —Azael entra en la habitación, su rostro denota preocupación mientras se sienta a mi lado—. ¿Sucede algo?
—Solo fue un mal sueño —respondo, abrazándolo para sentir su calidez y seguridad.
Él se ríe suavemente—. Todo está bien, amor —dice, y yo asiento sin soltarlo—. Creo que deberías tener esos sueños más seguido —bromea.
Le doy un pequeño golpe en la espalda.
—Solo soy cariñosa con mi marido —le digo, cubriéndolo de besos—. Buenos días, amor.
—Buenos días, hermosa. Tengo que irme a la empresa, pero quería despedirme de mi bella esposa —dice, dándome un beso en los labios.
—¿Cuándo puedo ir? —suspiro, resignada del aburrimiento.
—Mañana —responde—. Le diré a Gabriela que envié a limpiar tu oficina.
—Gracias, amor —le doy un beso en las mejillas.
—Me tengo que ir —se levanta, ajustándose el elegante traje—. Intentaré volver lo más rápido posible.
ESTÁS LEYENDO
Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de Hierro
RomanceApril Anderson es una joven dulce, humilde y extrovertida que, a lo largo de los años, ha enfrentado experiencias desgarradoras que ninguna mujer debería soportar. A pesar de los desafíos, su espíritu resiliente y su corazón amable la mantienen en p...