- ¿Dónde has estado, mujer? – preguntó mientras entraba, dejando su bolso en el perchero al lado de la puerta.
- Fui al gimnasio un rato, necesitaba despejarme un poco – respondí mirándola.
- Lo sé, pero la próxima vez, deja algún mensajito – dijo sarcásticamente, aunque notaba su preocupación.
- Está bien, mami – sonreí – ¿Qué tal el trabajo? – cambié de tema.
- Agotador – se sentó a mi lado – pero necesitamos el dinero para vivir cómodas – asentí de acuerdo.
- Pero estaremos mejor – le guiñé un ojo, tratando de animarla.
- ¿Qué tal con tus guapísimos jefes? – se rió a carcajadas.
- Todo muy bien – dije riendo también – tuve un día bastante relajado con ambos.
- Solo trata de cuidarte, hermosa – me colocó un mechón de cabello detrás de la oreja – no me gustaría que pasaras por lo mismo después de tanto.
- Lo sé, Lis – le sonreí, intentando tranquilizarla.
- Descansa, que mañana es otro día de una larga jornada.
- En un rato, voy a ver televisión. Anda a descansar – la abracé.
- Que descanses, April – rodé los ojos.
- ¿Otra vez? – fruncí el ceño.
- Ya está bien – levantó las manos en señal de rendición – hasta mañana, bebé – le mostré el dedo medio sonriendo.
La vi desaparecer por el pequeño pasillo del departamento. Me levanté del asiento y fui a la pequeña cocina por un bocadillo que había guardado. Mientras masticaba, pensaba en todas las cosas que me habían sucedido en estos quince días de trabajo.
Primero: conseguí un empleo en Britt Company and Exports Inc.
Segundo: me entrometí en una junta de altos ejecutivos para salvarle el pellejo al jefe de mi jefe.
Tercero: extrañamente nos llevamos bien, aunque tiene la reputación de ser la persona más fría del planeta. Si me preguntaran, definitivamente les llevaría la contraria a quienes digan eso porque es todo lo contrario, ¿creo?
Cuarto: ahora soy prácticamente la consejera de negocios del señor Britt.
Tantas cosas en tan pocos días, cuando se suponía que debía llevar una vida de bajo perfil.
Me di una cachetada mental y caminé hacia mi habitación, dejando los pensamientos atrás. Fui a mi armario y saqué lo primero que encontré para dormir. Antes de acostarme, me dirigí al baño a darme una ducha y quitarme todo el sudor del cuerpo.
Después de mi relajante ducha, me lancé en mi cama y encendí la televisión. Me acurruqué y dejé que Morfeo me llevara rápidamente.
6:45 am
Ring – ging (sonido de la alarma del celular)
- Cinco minutos más, por favor – gruñí entre sueños, tratando de alcanzar mi celular en la mesita de noche. Cuando finalmente lo tuve en mis manos, aun con los ojos cerrados, lo apagué. Me estiré, quitándome la pereza, sabiendo que aún tenía diez minutos antes de comenzar mi rutina matutina.
Salí de la cama y fui al baño. Me deshice de mi bata de dormir y mis bragas, quedando totalmente desnuda. Entré en la pequeña bañera de mi habitación y abrí la ducha, dejando que el agua helada recorriera mi cuerpo. Tomé el shampoo y lo esparcí por mi cabello, masajeando todo mi cráneo. Minutos después, lo enjuagué y continué con el siguiente paso: el jabón, que lo esparcí por el resto de mi cuerpo, dejando su aroma en mi piel.
Después de bañarme, me apliqué crema por todo el cuerpo. Me puse unas bragas de encaje blancas y fui a mi armario. Busqué algo adecuado para el día y opté por una camisa blanca de manga larga y un pantalón de tela negro. Me vestí y elegí unos tacones que combinaran con mi ropa. Me miré en el espejo y me gustó lo que vi; mi atuendo destacaba mis pequeñas curvas. Encontré un cinturón fino de color café y me lo puse, mejorando aún más mi apariencia.
Cepillé mi cabello y lo dejé secar al aire. Para el maquillaje, solo definí mis cejas, apliqué un poco de base, sellé con polvo compacto, añadí máscara de pestañas y un poco de gloss. Al terminar, miré la hora en el despertador y vi que tenía 15 minutos para llegar al trabajo. Salí del departamento sin hacer ruido. Caminé por algunas calles de Manhattan, que ya estaban más transitadas. Tomé un taxi y di la dirección de la empresa. Mientras iba en camino, me di cuenta de que, por suerte, no había tenido pesadillas esa noche, algo que se había vuelto un hábito diario.
Pagué el taxi y entré por las puertas giratorias automáticas. Mientras caminaba, saludé a las personas con las que más o menos hablaba. Entré al ascensor junto con otros empleados de diversas áreas.
Caminé hacia mi escritorio y dejé mi bolso en el pequeño perchero que había solicitado, gracias a Erika. Encendí la computadora, tomé los papeles enviados por fax y caminé hacia la oficina del jefe de mi jefe. Toqué la puerta.
- Entre – dijo una voz desde adentro. Entré en la oficina, donde vi al señor Ramírez recién duchado y con una barba de dos días. Llevaba su típico traje, bien planchado y ajustado, y se veía muy guapo, aunque no tanto como el señor Britt. <<¿Qué estoy diciendo?>> Me hizo una seña para que guardara silencio, ya que estaba en una llamada importante. Dejé los papeles sobre su escritorio y salí sin interrumpir más. Mientras me iba, escuché un nombre muy conocido – hasta pronto, Jeremías Davies.
Salí de la oficina, tratando de dejar de lado la ansiedad que siempre me embarga.
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Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de Hierro
RomanceApril Anderson es una joven dulce, humilde y extrovertida que, a lo largo de los años, ha enfrentado experiencias desgarradoras que ninguna mujer debería soportar. A pesar de los desafíos, su espíritu resiliente y su corazón amable la mantienen en p...