CAPÍTULO 11

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Al entrar en la oficina, lo primero que llama la atención es la luminosidad del espacio

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Al entrar en la oficina, lo primero que llama la atención es la luminosidad del espacio. Grandes ventanales del suelo al techo dejan que la luz natural inunde la habitación, creando un ambiente cálido y acogedor. Las paredes, pintadas en un suave tono de beige, están adornadas con cuadros minimalistas que aportan un toque de sofisticación sin recargar el ambiente.

El mobiliario es moderno y elegante, con un escritorio de madera oscura que contrasta maravillosamente con una silla ergonómica de cuero blanco. Sobre el escritorio, una lámpara de diseño contemporáneo proporciona una luz suave y focalizada, ideal para trabajar. Junto a ella, un ordenador portátil de última generación y una serie de artículos de papelería meticulosamente organizados.

- ¡Qué suerte! - exclama alguien detrás de mí, sobresaltándome. Me giro y veo a Natalia, sonriendo.

- Sí... - susurro más para mí misma que para ella.

- ¿Empiezo a llamarte jefa? - reímos.

- Nada de eso, Natalia, solo tengo que revisar los contratos, nada más - me encojo de hombros.

- Debes saber mucho del tema para que el señor Britt te haya dado este puesto - dice mientras camina hacia mi escritorio y se sienta en la silla giratoria, colocando sus largas piernas sobre el escritorio - ¡Qué cómoda!

- ¿De verdad? - me cruzo de brazos sonriendo por su actitud.

- ¡Tenemos que celebrarlo, mujer! - se levanta y camina hacia la salida - Ponte súper sexy, no lo olvides esta noche con las chicas - me guiña un ojo y sale de la oficina, mejor dicho, corre. Hago lo mismo minutos después, cerrando la puerta y camino hacia el ascensor. Marco el piso del señor Ramírez. Segundos después, salgo del ascensor y me dirijo a mi escritorio de secretaria. De repente, suena el celular. Cojo la cartera y rebusco en ella hasta encontrarlo.

Llamada entrante: "DESCONOCIDO"

- ¿Hola? - digo con cierta inseguridad.

- Janine, lo siento, perdí mi teléfono esta mañana y compré uno barato por si acaso me llamabas - suspiro, sintiéndome un poco más tranquila.

- Entiendo, me asustaste - suspiro nuevamente, aliviada.

- Lo siento, Janine - hago una mueca.

- No te preocupes, no es muy común que me llamen números desconocidos, solo eso - me encojo de hombros, aunque ella no me vea - ¿Qué tal las clases?

- Muy agotadoras, en una hora iré a casa y dormiré un rato - suspira. Miro al techo con una mueca.

- Está bien, ¿nos vemos luego? ¿Sí?

- Adiós - cuelgo. Suspiro. En los últimos años, siento que ella siempre se pone antes que yo y no es justo. Necesita tener una vida o, mejor dicho, formar su propia familia, algo que yo jamás haré después de tanto sufrimiento en mi vida.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora