CAPíTULO 40

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- Carolina - susurra Azael, poniéndose pálido.

- Buenas noches, familia Britt - saluda Carolina a Mariana, quien se encuentra un poco confundida, al igual que el resto de la familia.

- Así es, señorita Gómez - le sonrío.

De reojo, observo a Andriel, que nos observa atentamente, al igual que el resto de la familia.

- Mis felicitaciones, fue una gran sorpresa. En realidad, no me lo esperaba. Fue un gran regalo de Navidad - hace un asqueroso y fingido puchero.

- Muchísimas gracias carolina - responde Azael, aclarándose la garganta.

- Creo que fue el momento - asiento, sonriéndole a Azael. Pobre, no sabe qué hacer - ¿Usted cree? - la miro fijamente.

- Por supuesto - dice la hamaca mal hecha (lo digo por el vestido que lleva) es semejante a cómo están hechas las ¡HAMACAS! De color naranja con morado. En su cintura lleva un cinturón naranjado, tacos de punta, y su pelo oxigenado rubio, que era corto, ahora lo lleva largo. Me mira de pies a cabeza.

- Que sigan disfrutando, fue un gusto encontrarnos - susurra audiblemente, mirando a Azael, que no quita su mirada de ella. Se despide de cada uno de nosotros, mientras que a mí me susurra en el oído:

- Que comience el juego, mamacita - me sonríe.

- Por supuesto, sabía que te conocía de algún lado - habla Andriel, una corriente recorre mi columna - Tú trabajas en mi empresa.

- Sí, padre - asiente Azael, agarrando mi cintura - Janine se encarga de evaluar cada uno de los contratos que nos ofrecen, Siento la presión de las miradas de todos sobre nosotros. El aire se vuelve pesado y tenso. Azael me sostiene firmemente, tratando de transmitirme seguridad, pero puedo sentir su incomodidad.

- Eso es interesante - dice Andriel con una sonrisa que no llega a sus ojos - Espero que sigas haciendo un buen trabajo.

- Por supuesto, señor Britt, Siempre doy lo mejor de mí - respondo con firmeza.

- Lo sé, querida - interrumpe Aurora, suavizando un poco el ambiente - Confío en que harás un excelente trabajo, tanto en la empresa como en nuestra familia.

- Gracias, señora Aurora - le digo con sinceridad - Significa mucho para mí.

- Mariana - tratando de aliviar la tensión, nos invita a seguir bailando. Azael me guía de vuelta a la pista, sus manos firmes en mi cintura.

- No te preocupes por Carolina - murmura en mi oído mientras nos movemos al ritmo de la música - No dejaré que arruine esto para nosotros.

- Lo sé - le respondo, apretando su mano. Pero no puedo evitar sentirme inquieta.

- Confía en mí – me responde, en su mirada veo la determinación de protegernos. Nos perdemos en la música, tratando de olvidar el encuentro incómodo. La noche sigue adelante, y aunque las sombras del pasado amenazan con enturbiar el presente, la calidez de la familia Britt y el apoyo de Azael me dan fuerzas para enfrentar cualquier desafío que venga.

- Ya es tarde, debo irme. Que hayan tenido una buena fiesta - digo después de un pequeño silencio, despidiéndome de cada uno de ellos.

- Está bien, cariño, que tengas cuidado - responde la mamá de Azael. Le sonrío con ternura.

- No te olvides del compromiso que tienes conmigo - me recuerda Aurora. Río y asiento sin decir nada.

En qué te has metido, Janine, me digo a mí misma.

- En estos días te estaré llamando para ir de compras, ¡eh! - dice Mariana abrazándome. Era una escena de admirar, como si tuviéramos años de conocernos. Sonrío por la calidez de esta familia tan rara.

- Suéltala un poco, Mariana. Me dejarás sin esposa antes de tiempo - bromea Azael. Ella ríe y yo solo lo miro.

- Está bien - dice soltándome - Anda con cuidado - Asiento y me acerco para despedirme de la prometida de su hermano, quien no ha dicho nada hasta ahora.

- Un gusto - digo educadamente.

- El mío - responde. Camino hacia donde está Azael. Este agarra mi mano, tomándome por sorpresa. Me despido con la mano y camino junto a él hasta la salida. Poco a poco mis hombros se relajan. Cuando estamos afuera, deshago el agarre y suspiro.

- Señor Britt, no es necesario que me lleve a casa. Tomaremos un taxi - digo restándole importancia.

- ¿Cómo crees? Son casi las 4 de la mañana, Janine - me mira serio - Trago saliva - No podré negociarlo, ¿verdad?" digo bostezando.

- No, señorita Dávila Tu seguridad me pertenece ahora.

- Dios santo, está bien. Nos dejas y te vas. No quiero que estés manejando tan tarde, es por tu seguridad - Él sonríe - ¿Qué?

- Nadie se ha preocupado por mi hora de llegada a casa en mucho tiempo - sonríe cruzándose de brazos.

- No quiero quedarme sin esposo antes de tiempo - río, contagiándome de su risa.

- ¿Demoré mucho? Las chicas estaban como locas - interrumpe Lisbeth nuestra conversación.

- De lo que me perdí - río solo de imaginarlo - No demoraste, ¿verdad?

- Para nada, no te preocupes - responde Azael - ¿Están listas? - cambia de tema.

- Sí, gracias - asiente Lisbeth. Nos abre las puertas como un caballero a nosotras. Coloca música de fondo, muy agradable, por cierto, mientras nos dirigimos a casa, media hora después, Azael estaba estacionando el auto fuera de nuestro departamento.

- Fue muy agradable todo, gracias - dice Lisbeth mientras el auto se estaciona.

- Todo fue por Janine - me mira -Espero que te hayas divertido mucho.

- Sí, gracias. Hasta luego - dice Lisbeth, bajando del auto. Antes de cerrar la puerta, me dice - Te espero en el departamento - Asiento mientras la veo entrar a casa.

- Gracias por todo, Janine. Sin ti, no sé qué hubiera sucedido - suspira Azael.

Lo miro con una sonrisa. -De nada, Azael. Lo que sí agradezco es que la mayor parte de tu familia es amable y sobre todo imperativa – reímos - Pero tú eres muy diferente a ellos.

La vida no siempre es de color rosa, Janine - dice, removiéndose incómodo. Uhh, tema intocable.

- Bueno, me tengo que ir. Estoy demasiado cansada. Este día ha sido de locos.

- Está bien, no te molesto más. Nos vemos el martes, asiente.

- Hasta luego.

- Adiós - cierro la puerta del auto y camino a casa sin girar hacia atrás aunque quiera. Subo las escaleras hasta el departamento, entro viendo la puerta abierta y la cierro. Apago las luces de la sala, viendo que Lisbeth ya está en su cuarto. Camino hacia mi habitación y me tiro en la cama mirando al techo, sintiéndome agotada, completamente agotada. Mis párpados comienzan a pesar. Me levanto antes de quedarme totalmente dormida, quito el vestido y me pongo una camisa holgada. Deshago la cola de caballo dejando mi cabello suelto. Voy hacia mi coqueta buscando un trapito húmedo para desmaquillarme, y me tiro nuevamente en la cama ya con la cara limpia. Cierro mis ojos dejando que Morfeo me lleve a ellos.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora