Mientras la noche avanzaba, Mariana se aseguraba de que todo fluyera sin problemas: desde la comida hasta el entretenimiento. La pista de baile seguía llena de gente, y Azael y yo nos unimos a ellos, moviéndonos al ritmo de la música. El DJ comenzó a tocar una variedad de canciones, desde éxitos modernos hasta clásicos que hicieron que todos se levantaran de sus asientos. Los niños corrían y jugaban mientras los adultos disfrutaban de la fiesta, algunos tomando un descanso para comer y conversar.
Busqué al grupo de mis chicas, que a esa hora de la madrugada estaban algo ebrias. Estaban bailando como si no hubiera un mañana, lo cual era bastante divertido de observar. Gabriela trataba de subir más su vestido, que tenía una abertura en la pierna izquierda, mientras Lisbeth se tomaba selfies cada pocos minutos. Hicieron un círculo a mi alrededor, dejándome sola en el centro de la pista de baile. Me movía al ritmo de la música, mientras los invitados aplaudían y vitoreaban. La atmósfera era un contraste claro entre la clase alta y un ambiente más latinoamericano, reflejado en las canciones que sonaban de fondo.
Me había cambiado de un vestido pomposo a uno más ajustado, de finas tiras de piedras que llegaban hasta el corpiño y un corte que iba desde el medio de mis senos hasta mi ombligo, con una abertura en la parte trasera. Era mucho más fresco y cómodo, y me preguntaba por qué no lo había elegido desde el principio. Este vestido era un regalo de mi nueva cuñada, Mariana, de la colección de textil Britt. Su emoción cuando me lo entregó en la habitación era palpable.
Solté mi cabello, dejándolo caer en ondas suaves, y apliqué un labial rojo pasión, dándome un aire más atrevido. Volviendo al presente, me dirigí hacia Azael, que seguía bailando con energía. Era obvio que los tragos empezaban a hacer efecto en él, y presioné que al día siguiente se avergonzaría de su comportamiento.
Azael dejó de bailar en cuanto notó mi presencia, y sus ojos se deslizaron de arriba a abajo con una sonrisa de admiración. Me tensé ligeramente cuando colocó su mano en mi espalda.
—Estás estupenda, Janine —me dijo, su mirada era cálida y cariñosa.
—Gracias, Azael —carraspeé, entrelazando mis manos nerviosamente.
—¿Es obra de Mariana? —preguntó, mientras quitaba su mano de mi espalda. Agradecí el gesto con un suspiro de alivio.
—Así parece —respondí, encogiéndome de hombros.
En ese momento, un chico rubio que se encontraba cerca, con un aire de dios griego, interrumpió nuestra conversación.
—Señores Britt, me disculpo por interrumpir estas primeras conversaciones como marido y mujer, pero ¿podrían dejar los negocios a un lado y disfrutar de su fiesta? —dijo, y me miró con una mezcla de simpatía y diversión.
—Amor, te presento a Sergio. Somos amigos desde la preparatoria —dijo Azael, presentándome al chico. Sergio se inclinó y me dio un beso en la mejilla.
—Un placer, bella dama —dijo con una sonrisa, sin dejar de observarme.
—El placer es mío —respondí, entre dientes, soltando su mano.
—No demores, me debes una botella de whisky, hermano —dijo Sergio, dirigiéndose hacia otro grupo de personas.
—Muy simpático —le dije a Azael en su oído, cruzándome de brazos.
—Sabía que se llevarían bien —respondió él con una sonrisa de lado. —Te ves hermosa.
Observamos a los invitados que se habían dispersado un poco, aunque la mayoría seguía en el salón. Raizad no dejaba de presumir la decoración, señalando todos los detalles a los presentes. Mi suegro, por otro lado, no paraba de hablar desde que comenzó la ceremonia. La fiesta había adquirido un ambiente más latino que de élite.
—Iré por unos dulces —le dije a Azael en el oído.
—Está bien, iré contigo en un rato —respondió, asentando mientras se dirigía a hablar con unos veteranos.
Fui hacia la mesa de dulces más cercana, agradeciendo a cada invitado que se acercaba para felicitarme. Divisé a Lisbeth, que no paraba de reírse con un chico, y sonreí por dentro al ver su felicidad.
Me dirigí hacia los bocaditos que había estado observando antes de cambiarme, y tomé algunos junto con un vaso de agua que había cogido de un mozo que pasaba cerca.
—Son muy buenos —dijo una voz conocida detrás de mí, haciéndome sobresaltar.
—Sí, me han agradado —respondí, al girarme para enfrentar a Víctor, que me miraba de pies a cabeza.
—Se nota —comentó él, tratando de hablar correctamente, aunque tartamudeaba debido a su estado de ebriedad.
Mi cuerpo se tensó, y respiré profundamente, tratando de mantener la calma.
—Disculpa, debo ir donde mi esposo —dije, intentando alejarme. Víctor agarró mi brazo, y me giré, asustada.
—Felicidades, Janine —dijo con una sonrisa de lado, lo cual hizo que mi piel se erizara.
—Gracias —respondí, deshaciendo su agarre con cuidado.
—¿Sucede algo? —preguntó Azael, apareciendo de repente con las manos en mi cintura, apretándome contra él.
Miro a Víctor con una expresión retadora, mientras él alzaba su vaso y se dirigía hacia la salida.
—¿Te lastimó? —preguntó Azael, su preocupación era evidente.
—No, no me lastimó —aseguré, tratando de relajarme. —Solo estaba siendo... inapropiado. Gracias por intervenir.
Azael asintió, y nos movimos juntos de vuelta a la pista de baile, dejando atrás el incómodo encuentro. La música y la compañía de los invitados ayudaron a desviar mi mente de cualquier incomodidad, y continuamos disfrutando de la celebración, sabiendo que esta noche marcaba el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas.
—Últimamente lo he visto que se acerca mucho a ti —habla Azael con un tono serio.
—Siempre se me aparece —me encojo de hombros, bajando la mirada. Me siento algo incómoda por la situación.
—No quiero que estés cerca de él si no estoy yo, ¿entendido? —Azael alza mi mentón con su dedo y besa mi mejilla. Sonrío enternecida por su gesto.
—Lo siento mucho, jefecito, pero se la llevaremos por un rato —dice Gabriela con un guiño, mientras las chicas me arrastran de vuelta a la pista de baile. Trato de moverme con gracia, buscando un equilibrio entre ser provocativa y recatada.
Junto a Lisbeth, me acerco a su oído.
—Tengo tantas cosas en mente, me siento inquieta —le confío, sintiendo un nudo en el estómago.
—Relájate, no te abrumes, Janine. Recuerda que es tu fiesta de bodas. Tantas fotografías y sabes que no querrás salir horrible —me responde con una sonrisa tranquilizadora. —Además, yo estoy ebria y aún así te veo increíble.
—Estoy viviendo, hermana de mi corazón —me abraza con afecto.
—Te ves demasiado sexy, hoy Azael debe estar completamente embelesado con ese vestido tan precioso que llevas.
—No me acostaré con Azael —le digo, intentando mantener una expresión seria.
—Eres una boba si no lo haces, Janine —responde, rodando los ojos. —No siempre será la misma historia.
Me echo a reír ante su comentario, aliviada por la ligera broma en medio de la presión. El ambiente festivo, la compañía de mis amigas y las luces brillantes ayudan a distraerme de los nervios. Con la música envolviendo el salón y la alegría a nuestro alrededor, intento disfrutar del momento, agradecida por el apoyo de quienes están a mi lado.
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Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de Hierro
RomanceApril Anderson es una joven dulce, humilde y extrovertida que, a lo largo de los años, ha enfrentado experiencias desgarradoras que ninguna mujer debería soportar. A pesar de los desafíos, su espíritu resiliente y su corazón amable la mantienen en p...