CAPÍTULO 47

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Me rocío un poco de fragancia en el cuello mientras me observo en el espejo, sorprendida por lo cambiada y cómoda que me sentía. La elección de Azael realmente me ayudó a despejar la cabeza. Me dirijo hacia la mesita de noche para buscar mi celular y al bajar la vista, me sorprendo al ver una cajita de terciopelo azul. La abro y encuentro un collar de mini diamantes con un colgante en forma de mano y un anillo. Una pequeña tarjetita dentro dice:

"Esto se verá muy bien en tu cuello y mano. Espero que te guste. Azael Britt."

- ¡Eres increíble! - susurro para mí misma mientras me pongo cada una de las piezas. Sin duda, me veo mucho mejor que antes. Cojo mi celular y salgo de la habitación, comenzando a bajar las escaleras con cuidado, agarrando el vestido con mi mano no dominante. Pero una voz me detiene en seco.

- Dure lo que tenga que durar, futura nuera - dice levantando su copa de champán y caminando hacia las habitaciones. Trago saliva, confundida, y continúo mi camino. Encuentro a Azael arreglándose la corbata, me mira y le sonrío. Camino hacia él, agradeciendo sus halagos sobre lo hermosa que estoy, aunque intento no dejarme llevar demasiado por los piropos.

Casi todos los invitados de la familia Britt han llegado a la gran carpa junto a la piscina. Azael se disculpa con su madre y me lleva hacia el recién preparado salón de baile, donde suena música lenta de fondo. Me siento un poco sorprendida cuando me toma de la mano y me lleva a la pista de baile. Coloca su mano en mi cintura y me atrae hacia él como en un baile de Navidad. Al ritmo de la música, empezamos a mover nuestro cuerpo juntos. Azael se acerca a mi oído y susurra:

- Realmente eres hermosa, Janine - dice, enviando una corriente eléctrica por todo mi cuerpo.

- Gracias, Azael - respondo mirándolo a los ojos - Y tú no te ves nada mal.

- ¿Qué tal el día con mi hermana? - pregunta, cambiando de tema, lo cual agradezco.

- De locos, pero muy divertido - respondo con una sonrisa - Todo está de maravilla, nadie sospecha nada, puedes estar tranquilo.

- No pienso que esto sea una mentira, empiezo a acostumbrarme- dice, dejándome pasmada por su sinceridad.

- Aunque nos acostumbremos, sigue siendo una mentira - digo mirándolo a los ojos - En cualquier momento podrían descubrirnos y...

- Shhhh - me calla con seguridad -Eso no va a pasar - asegura.

- ¿Cómo Estás tan seguro? - pregunto girándome hacia él.

- Contigo a mi lado, cien por ciento - responde mirándome fijamente.

- Eres terriblemente sincero - comento, rodando los ojos.

- ¿Por qué debería mentirte? No lo comprendo - levanta una ceja.

- Hay verdades incómodas que deberías callar - sonrío forzadamente, consciente de las miradas de los invitados que nos observan.

- Te observan a ti, eso es diferente - dice acercando su frente a la mía. - Si te das cuenta, hay más damas que caballeros - añade guiñándome un ojo.

- Así es - asiento disimuladamente mientras me giro, con "All of Me" sonando de fondo. La gente vuelve a sus lugares o a sus grupos de amigos. Azael me lleva hacia la pequeña barra apartada del bullicio de la fiesta.

- Se me olvidó darte esto - dice, haciendo un gesto a uno de los guardias, quien me entrega el antifaz más hermoso que he visto, dorado y con un solo ojo.

- Es... hermoso - le digo con una sonrisa iluminada, sintiendo su mano en mi cintura. Se acerca para besarme. Pero este beso es diferente, más cuidadoso que los anteriores. No es solo un roce de labios, es cálido y suave, muy suave. Explora mis labios con ternura, y yo respondo, sintiendo su mano firme en mi cintura, pegándome a su cuerpo. Terminamos cediendo al beso, aunque internamente lo deseaba desde nuestro último encuentro. Abro un poco los labios y él profundiza el beso con ternura. Nos separamos por falta de aire, sus manos en mis hombros, aún fuertes y anchos bajo la tela de su elegante traje. Azael me sostiene la mejilla, sin despegar los ojos de los míos.

- Disculpen, interrumpir su momento romántico - dice Eduardo, quien acaba de llegar de viaje, según parece - Pero Mariana quiere presentarles a la familia de Alexis - nos sonríe con timidez.

- Pero ya los conozco - responde Azael confundido - No es de nuestra importancia, hermano - digo, tragando saliva mientras mis piernas se convierten en gelatina solo de pensar en Víctor.

- A mí tampoco, pero ya sabes cómo es Mariana- interviene Eduardo, haciendo una mueca hacia nosotros.

- Iremos en un rato - responde Azael, sacándome de mis pensamientos - ¿Quieres algo de beber?

- ¿Uno fuerte? - sugiero. Él me mira sorprendido.

- Está bien - dice, dubitativo - ¿No te embriagarás, verdad?

- ¿Cuándo me has visto ebria? - le respondo, y él piensa unos momentos.

- Hasta el momento no- admite sonriéndome - Pero tampoco quiero verte así - añade con su típica expresión de jefe serio.

- Tampoco me verás, No soy de las que se embriagan ya te lo he dicho - afirmo, mirando alrededor - Todo es realmente hermoso.

- Mi abuela siempre organiza este tipo de fiestas - comenta, tomando su whisky.

- Hablando de tu abuela... ¡Diablos! - exclamo, golpeándome la frente.

- ¿Qué sucede? - pregunta preocupado - ¿No te gusta?

- Tu abuela quería que fuera a su habitación cuando llegara con las chicas- me explico incómoda - La buscaré.

- ¿Dejarás solo a tu futuro marido? - bromea riendo a carcajadas - Anda, nena, te espero, pero no tardes. Detesto esperar.

- Idiota - murmuro entre risas, sorprendiéndonos a ambos.

Camino hacia unos señores que se acercan a hablar con Azael, probablemente socios que requieren su atención. Saludo a algunas personas que reconocí de la empresa en Nueva York, salgo del jardín y me adentro a la enorme mansión de la familia Britt. Alzo un poco mi vestido antes de subir las escaleras, pero detengo mis pasos al escuchar una voz que hace que mi sangre deje de circular y mi cuerpo se erice. Mi respiración se entrecorta y trato de agarrarme de la barandilla para no caer de cara.

- No te preocupes, Andriel, todo va perfecto - escucho la voz de Víctor en algún pasillo de la casa. Intento localizar de dónde proviene, pero desaparece.

- Esto no puede estar pasando - susurro, pasando mis manos por mi cabello - No, no es posible, Víctor no... No estoy preparada aún - murmuro, tratando de tragar el nudo en mi garganta.

- ¿Qué sucede, cariño? Estás pálida - me agarra de los brazos la abuela Aurora, apareciendo sorpresivamente.

- Nada, Aurora - respondo, intentando regularizar mi respiración.

- Cariño, a mí no me engañas. Te sucede algo, es como si hubieras visto un fantasma - me dice mientras me ayuda a sentarme en el sofá de su habitación, donde parece que hemos subido sin que me diera cuenta.

- No es nada, Aurora. Puede ser que tenga baja de azúcar- intento tranquilizarla.

- Janine Dávila, ¡no tengo ni un pelo de tonta! Dime qué sucede ¡ahora!, o le cuento a mi nieto que estás llorando - me increpa con firmeza.


Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora