CAPÍTULO 14

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- ¿Tienes hambre? - me pregunta, rompiendo el incómodo silencio.

- Algo - respondo sinceramente.

- ¿Qué te gustaría? - dice apartando la vista de la carretera.

- Una hamburguesa con una porción de papas - digo un poco indecisa, mirando los menús.

- Qué bueno que te guste la comida chatarra - reímos. - Yo pensé que eras más de ensaladas. Ya me estaba imaginando dónde podríamos ir a esta hora.

- Gracias a Dios no soy así. Me encanta la comida y no dejaré de comer lo que me gusta solo por estar en forma.

- Así está perfecto - me mira sorprendido, tosiendo.

- ¿Gracias? - no sé qué más decir, así que me mantengo callada el resto del viaje, un poco incómoda.

Nos bajamos del auto luego de estacionarnos sin decir una palabra. Camino hacia una carreta en la esquina que está llena de gente. Me sorprendo de ver tanta actividad a esta hora en la ciudad. El señor Britt pide su orden y me observa.

- ¿Qué deseas tú? - me pregunta mientras observo el menú frente a mí.

- Una hamburguesa inglesa con una porción de papas y una coca cola, por favor - respondo, y él asiente con la cabeza.

- Esperemos unos minutos y estará lista nuestra orden - dice el vendedor, y nos dirigimos hacia unos pequeños asientos de colores brillantes.

- Cuéntame sobre ti, señorita Dávila - dice, mirando hacia los edificios.

- ¿Sobre mí? - respondo un poco desconcertada. - No hay mucho que contar - añado, sintiéndome incómoda por la pregunta.

- Me gustaría escuchar esas pocas cosas - me mira intensamente, y siento cómo se erizan los vellos de mi cuerpo. Esta sensación nunca la había experimentado antes.

- No sé muy bien por dónde empezar. Soy nativa de Detroit, Janine Amelia Dávila es mi nombre, soy una joven de veintisiete años – sonrió- que vive en compañía de Lisbeth Murillo, una amiga de toda la vida y licenciada de la prestigiosa Universidad Pace. Recientemente obtuve mi título en Administración de Empresas y ahora me desempeño en sus empresas, un hecho que resulta evidente. Mis padres partieron de este mundo cuando tenía apenas diez años, y desde entonces fui criada por una tía cariñosa que también nos dejó hace tres años. Esa es mi historia en pocas palabras, señor Britt. ¿Y usted? Si no es demasiado atrevido preguntar, ¿podría compartir algo sobre su vida?

- No se preocupe, señorita Dávila. Extrañamente, siento que puedo hablar con usted con una libertad poco común en mi vida - confesó, mirándola con una mezcla de sinceridad y complicidad - Soy hijo de Raizad Dove y del empresario Andriel Britt, Tengo dos hermanos, Mariana y Eduardo, este último a punto de casarse - Mi abuela Aurora Chang de Britt es mi adoración más sagrada en esta vida - compartió con una sonrisa suave - Tengo veintinueve años y, bueno, mi estado civil es complicado - agregó con un guiño, permitiéndose un breve momento de humor. Asisto con la cabeza, reconociendo las diferencias notables entre nuestras vidas.

Antes de que pudiera reaccionar completamente, un joven les entregó sus órdenes en una carreta cercana, incluyendo un mensaje inesperado en el vaso de su coca cola que provocó risas compartidas.

- ¿Qué es tan gracioso? - preguntó su jefe, intrigado por su reacción.

- Esto - respondí mostrándole el número de teléfono escrito en su vaso. "Llámame cuando quieras, hermosa", leí en voz alta entre risas.

Por el gesto sé que molesté a mi querido jefe. Él frunció el ceño con seriedad hacia el joven responsable, mientras yo resté importancia al incidente y me centré en disfrutar de la comida, aunque mostré firmeza cuando mi jefe tomó una de mis papas, recordándole con un puchero que quitar la comida ajena no era apropiado.

- Lo siento - se disculpó con una sonrisa, prometiéndome compensarlo la próxima vez.

- ¿Me está invitando a salir, señor Britt? - bromeó, extendiéndole el meñique en señal de pacto - ¡Es una promesa! – exclamo, antes de deshacer el gesto con una risa cómplice.

-Por supuesto - aceptó él con una sonrisa cálida. Después de pagar la cuenta sin darme oportunidad de hacerlo, caminamos juntos hacia el auto.

Durante el trayecto de regreso, compartimos historias de la infancia y algunas anécdotas ligeras sobre mí, creando un ambiente cómodo y relajado.

Al llegar a mi departamento, agradecí efusivamente a mi jefe por la noche divertida.

- Igualmente, señorita Dávila que tenga una buena noche, o lo que quede de ella - me deseó él cortésmente.

Salí delauto y cerré la puerta, despidiéndome de él con un gesto de la mano.


Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora