Capítulo 84

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Un mes después

Había pasado un mes desde aquel terrible suceso. Natalia no dejaba de enviarme mensajes, disculpándose una y otra vez por la tragedia que ocurrió en su boda. Se sentía culpable, aunque le recordé que no era su responsabilidad y que debía dejarlo atrás.

Desde el primer día, todos me habían consentido. La abuela Aurora, mi suegra Raizad, Mariana, mis amigas, Lisbeth, Erika, Gabriela y hasta la ama de llaves, quien usualmente no me soportaba. Pero, sobre todo, Azael, mi esposo, no dejaba de mimarme.

Esa noche, me preparaba para la cena que celebraba nuestros seis meses de casados, organizada por la abuela Aurora. Azael había hecho varias compras para mí; siempre era tan detallista. Desde la mañana, había recibido un hermoso ramo de rosas rojas formando mi inicial y globos con mensajes cariñosos. Después, Azael me sorprendió con un desayuno en la cama antes de irse a una reunión con los suizos.

A las siete de la noche, estaba lista. Me recogí el cabello en una coleta baja, dejando al descubierto el escote cuadrado del vestido rojo, ceñido en la cadera por un cinturón de terciopelo de un tono más oscuro, combinaba perfectamente con los labios pintados del mismo color y los discretos pendientes que llevaba. Me puse unas sandalias de tacón fino color caramelo y una pulsera que Azael me había regalado hacía unos meses.

Aunque el dolor en mi pierna persistía, bajé las escaleras lentamente. Revisé mi teléfono, contestando algunos mensajes en el grupo de las chicas.

Sabía que Azael llegaría en cualquier momento.

Al llegar al salón, casi toda la familia ya estaba presente. Mi suegra me saludó y me ayudó a sentarme junto a la abuela Aurora. Agradecí el gesto, mientras mi suegro, como de costumbre, se limitaba a un simple saludo.

La puerta principal sonó y giré con una sonrisa, esperando ver a Azael, pero mi sonrisa se desvaneció al ver a Víctor en la entrada del salón.

—Buenas noches, familia Britt —dijo, con una sonrisa casual mientras entraba.

—Buenas noches —respondí en un susurro.

—Buenas noches, cuñado —agregó Mariana al entrar en la sala, saludándolo.

Tragué en seco.

—Disculpen la interrupción, parece que están en una celebración —continuó, sonriendo con despreocupación.

—No te preocupes, Víctor —respondí, aclarando mi garganta—. Eres casi familia de Mariana, así que eres bienvenido a nuestro hogar —enfatice el "nuestro" con una sonrisa sarcástica.

—Estoy muy honrado, señora Britt —contestó, sin apartar su mirada de la mía. Mantuve la compostura, tratando de no desviar la vista.

—Víctor —dijo Andriel, mi suegro, con una inclinación de cabeza que Víctor respondió antes de seguirlo hacia el otro lado de la casa.

Contuve la respiración.

—Acaban de llegar Eduardo y Azael —anunció Raizad, mirando por las grandes ventanas. Sus palabras me sacaron de mi estado de perplejidad.

—¿Cómo están las mujeres de mi corazón? —exclamó Azael, entrando elegantemente. Saludó a todas antes de acercarse a mí, besando mis labios y entregándome otro ramo de rosas.

Le sonreí, agradecida.

—Felicidades por otro mes soportando a este hielo, cuñada —dijo Eduardo, con una sonrisa—. Araceli les envía saludos.

—Gracias, eres muy amable —respondí, riendo—. ¿Cuándo se casan el eclesiástico? —pregunté, curiosa aunque ya se encuentran casados por la ceremonia en las vegas mi suegra técnicamente los obligo que se casen por la iglesia ya que no estuvo para la boda de su hijo.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora