—¿Cómo te fue? —me pregunta Lisbeth mientras entro al departamento cargada de bolsas del supermercado.
—Estoy bien, gracias por preguntar —respondo con sarcasmo y ruedo los ojos—. Fue raro —añado, dejando los dulces sobre la mesa.
—¿Cómo que raro? —frunce el ceño, agarra uno de los dulces y la fulmino con la mirada. Ella se encoge de hombros.
—Tiene una facilidad impresionante para sacar las cosas a la luz. Sin duda, te da una paz, me siento un poco liberada.
—Te dije que era buena —digo, asintiendo para darle la razón.
—Si hubiera sabido que era así, habría ido desde el primer día que llegamos de Florida.
—Me alegra que te haya servido, hermosa —besa mi frente y sigue con lo suyo.
Camino hacia mi cuarto, necesito darme un baño. Retiro mi ropa, quedando en mis bragas negras de encaje, y me dirijo a la ducha. Me quito las últimas prendas y entro en la bañera, dejando que el agua caiga sobre mi cabeza y mis hombros. Es relajante. Necesito ir al gimnasio, pero no hoy, mi cuerpo se siente demasiado agotado. Salgo enrollada en una toalla y me dejo caer en mi cama. Cierro los ojos por unos segundos, pero mi tranquila y pacífica calma se interrumpe por el sonido de mi celular. Frunzo el ceño al ver quién es.
Llamada entrante: "Azael Britt"
—Buenas noches, señor Azael, dígame, ¿sucede algo? —respondo servicialmente, aunque me muero de sueño.
—Cásate conmigo.
—¿Espera, qué?
—No le entendí muy bien, señor. ¿Podría repetirlo? —digo, tratando de despejar todo el sueño posible de mi sistema.
—Que te cases conmigo —me quedo con la boca abierta—. Janine —silencio—, ¿estás en la línea? Estaré fuera de tu casa en cinco minutos.
Fin de la llamada entrante.
Mi sistema aún no responde, estoy en estado de shock, en un colapso total. Permanezco en mi cama con el celular pegado a la oreja, inmóvil. De repente, alguien abre mi puerta bruscamente.
—¡Janine! —me llaman. No respondo—. ¡Mírame, Janine! —obedezco—. ¿Qué sucede? Estás pálida. ¿Se te bajó la presión?
—¿Qué, yo qué? —pregunto, aturdida.
—¿Te sientes bien? —me mira preocupada—. ¿Le digo a tu jefe que se vaya?
—¿Jefe? —mis ojos se abren de par en par. Me levanto como un resorte, busco unas bragas, un short y una blusa, y trato de arreglarme el cabello lo mejor que puedo. Sé que estoy actuando de manera frenética.
—¿Me puedes explicar qué demonios está pasando? Estás actuando como una loca —me grita.
—Te lo explico luego —me pongo las sandalias y salgo disparada de mi cuarto. Abro la puerta y me encuentro con mi jefe.
Carraspéo—. Podemos ir a otro lugar —digo, intentando controlar mis nervios.
—Claro que sí —se hace a un lado, dejándome pasar. Caminamos hasta su auto, abre la puerta del copiloto y me siento. Cierra la puerta y se dirige a su lado. El viaje transcurre en absoluto silencio, lo cual agradezco, mientras rezo para que lo que haya escuchado sea un malentendido total.
Azael se estaciona en un parque muy cercano a mi departamento, así que no tarda mucho tiempo. Bajo antes de que él pueda abrirme la puerta, me cruzo de brazos y camino hasta la primera banca que vemos. Suspiro profundamente antes de hablar.
—¿Podría explicarme? Porque sinceramente no entendí nada —le susurro, mirando un punto fijo, algo avergonzada por mi vocabulario.
Se rasca la nuca—. Es incómodo.
—¿En serio? —digo, sarcástica.
—Es la peor decisión que he tomado —coloca sus manos en su cara—. Pero necesito que me ayudes.
—Aún no comprendo —ahora lo miro.
—Que te cases conmigo —lo miro con los ojos muy abiertos.
—Señor Britt, yo... —me interrumpe
—No tienes que decir nada aún. Déjame hablar, aunque es un poco personal —asiento—. Discutí con mi padre, lo que lo llevó a tomar una decisión drástica. Mi abuelo le dejó la empresa antes de fallecer, estipulando que cuando yo cumpla 31 años, la compañía me sería transferida, aunque no entiendo el motivo, ya que siempre la he manejado. Sin embargo, mi padre nunca ha querido que yo la dirija, sino mi hermano mayor. Ahora prácticamente me obliga a casarme, sabiendo lo que ocurrió hace años con mi ex prometida...
—¿Qué tengo yo que ver en todo esto? —pregunto.
—Por alguna extraña razón, últimamente no he dejado de pensar en ti. Le dije que eras mi prometida y ahora quieren conocerte en la fiesta de Navidad —me sonríe. Lo miro sin ninguna expresión.
—¿Que tú qué? —le alzo la voz, levantándome—. Lo siento, no puedo ayudarte en esto. Tengo demasiados problemas en mi vida como para cargarme con otro.
—Janine, ayúdame. Te recompensaré con lo que quieras —se arrodilla ante mí, lo miro asombrada.
—No sé —suspiro frustrada, ayudándolo a levantarse, aunque sé que podría hacerlo solo—. Tengo que pensarlo. No es algo fácil de digerir —lo miro seriamente—. ¿Por qué yo? Tienes cientos de modelos detrás de ti.
—Mi padre no me creería. No es tonto —me mira con seriedad—. Es capaz de engatusarlas, acostarse con ellas y darse ese gusto.
—Ok, eso no suena bien —asiento—. Lo pensaré y luego te daré una respuesta, ¿sí? —él asiente.
—No sé cómo haces para sacar mi lado amable y esconder al frío, serio, sin sentimientos —nos quedamos mirando a los ojos—. Porque ese lado jamás lo había conocido —dice, juntando nuestros labios. Muerde la comisura de mi labio inferior, haciéndome entreabrir la boca.
Me aparto suavemente, aún con la sensación de sus labios en los míos. Me tambaleo hacia el sofá, tratando de procesar lo que acaba de ocurrir.
—No puedes simplemente besarme y esperar que eso arregle todo —digo finalmente, mis pensamientos una mezcla de confusión y frustración—. Esto no es una película.
—Lo sé, Janine —su voz es suave pero firme—. Pero necesitaba que supieras cuánto significas para mí.
—¿Y si no quiero involucrarme en tus problemas familiares? —pregunto, intentando mantener la calma.
—Entiendo —asiente—. Pero por favor, considera mi oferta. No solo por mí, sino por lo que podríamos ganar ambos.
—Te daré una respuesta antes de la fiesta —suspiro, sabiendo que tengo mucho en qué pensar. La idea de fingir ser su prometida no solo es ridícula, sino que también podría complicar mi vida aún más. Pero una parte de mí no puede evitar sentirse intrigada por lo que podría pasar.
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Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de Hierro
RomanceApril Anderson es una joven dulce, humilde y extrovertida que, a lo largo de los años, ha enfrentado experiencias desgarradoras que ninguna mujer debería soportar. A pesar de los desafíos, su espíritu resiliente y su corazón amable la mantienen en p...