CAPÍTULO 60

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- ¿Por qué lloran? – pregunta mientras cierra la puerta detrás de él.

- Cosas de mujeres – respondo, restándole importancia a las lágrimas traidoras que brotan de mis ojos.

- Es verdad, hermano – dice mientras se limpia la mucosidad, Se dirige a su hermano con un tierno puchero. – ¿Por qué no abrazas a tu hermosa hermana?

- ¿Ya terminaste con novio? – ríe Mariana, mirando a su hermano. Sonrío al ver la tierna escena. Siempre había visto a Azael en las revistas, pero es muy diferente de lo que estoy conociendo.

 -Idiota, abrázame – dice, rodeando la cintura de su hermano con los brazos.

- Estás muy melosa, ya te he dicho que andar mucho con Alexis te hace daño – comenta, mientras le da una caricia y besa la coronilla de su hermana.

- No estés celosa, cuñada. Ven aquí, dame un abrazo – dice Mariana, sacándome de mi burbuja.

- Para nada – respondo, abrazándolos.

- ¿Qué tierna imagen? – nos hace sobresaltar Aurora junto con Alexis.

Tenían que ser hermanos.

Trato de no mirar directamente hacia ellos y me siento un poco incómoda. Azael parece entenderlo, y me extiende su mano. El recibo con gusto.

- Vamos, amor – dice, besando la coronilla de su hermana y rodeando mi cintura. Caminamos hacia donde están Aurora y Alexis, y les sonrío por educación.

Salgo de la habitación y suspiro con alivio. Creo que no miraré a Alexis con los mismos ojos.

No sé cómo ayudarla.

- ¿Te sucede algo, Janine? – pregunta mientras bajamos las escaleras de su casa.

- ¿Ah? No, para nada, solo estoy un poco distraída – digo sin mirarlo.

- Eres pésima mintiendo, ¿lo sabías? – dice frunciendo el ceño.

- Ajá, y cómo me crees que soy buena y todo lo demás – murmuro para mí misma.

- Creo que sí – lo miro esta vez – es solo que estoy un poco aturdida por las cosas que conversé con Mariana.

- ¿Qué te comentó mi hermana? – alza una ceja y me guía por el pasillo hacia el área de la piscina.

- Sobre nuestro matrimonio – suspiro, tratando de ganar tiempo para inventar una excelente mentira.

- No le des vueltas, Janine. Sé más clara – bufa, y me da un toque en la mano.

- Eh... hablamos de lo sorprendida y feliz que está de que te cases conmigo – digo con un chillido al final.

Valí.

- ¿Por qué tartamudeas? – me lanza una mirada acusadora, mientras que mi corazón late a mil por hora.

- Porque eres insoportablemente preguntón – me defiendo. – Además, era un secreto. No quería que supieras que es muy sensible con esto – cruzo mis brazos.

- Digamos que te creo – se coloca a mi lado, mirando el hermoso paisaje de Nueva York.

- Idiota – ruedo los ojos.

- Así que idiota – dice dejándome en el aire. Coge mis piernas y las eleva a sus hombros, dejándome de cabeza. Comienzo a decir miles de palabras de disculpa por llamarlo idiota. Camina más rápido, nalgueándome un par de veces. Mi última palabra "lo siento" es interrumpida por la helada agua de la piscina. Trato de nadar hacia la superficie, encontrándome con un Azael carcajeándose.

- Eres un idiota – grito. – Hace frío – hago un puchero.

- Eres realmente ardiente con ese brasier – dice. Sin entender, bajo la mirada hacia donde me señala...

 ¿Mis senos? 

MIERDA.

Coloco mis manos cubriéndome 

– Eres un pervertido, ¿lo sabías? – digo, tratando de sonar enojada.

- Soy tu pervertido, Janine. Todo tuyo – corre y se da un clavado en la piscina. Ruedo los ojos.

Presumido. Egocéntrico. Jodidamente sexy.

- Lamento que pienses así – hablo, tratando de nadar como perrito. Pésimo servicio. – Pero en ningún momento te he dicho que soy algo tuyo. Azael, soy como tu junta de beneficencia, véamelo así.

- Quítate eso de la mente – me agarra de la cintura. – Aunque esto sea fuera de lo normal, Janine, me gustas mucho.

- Yo... – abro la boca un par de veces sin articular palabra. Trato de alejarme, pero soy interrumpida por el señor Andriel.

- Disculpen mi interrupción inesperada – dice con sarcasmo. Trato de no rodar los ojos. – Azael, quisiera hablar contigo unos minutos. Te espero en la oficina – dice observándome. Por mi parte, trato de esconder mis pechos de su mirada pervertida.

- Está bien, padre – asiente y se retira, dejando un ambiente un poco incómodo. – Ven, te acompaño a la habitación. No me gustaría que te vean con tus senos al aire.

Me carcajeo, dejando de lado el incómodo momento de su repetida declaración. Azael sale de la piscina y me ayuda a salir. Caminamos el trayecto en silencio, mirándonos de vez en cuando. Azael me deja en la puerta de la habitación, como había asegurado que haría, y automáticamente se despide dejándome sola con mis pensamientos llenos de debates y decisiones sobre lo que hago o dejo de hacer.

Estoy en un trance de pensamientos que jamás pensé volver a mostrar. Es un poco difícil, sí, pero no imposible. Cuando salga de este mundo que estoy creando con mentiras, me dolerá hasta la culata.

Las pocas cosas que he llegado a entender en estos días es que fingir es número uno en todo. Cosas que, quien las viera, diría que son privilegiados en la vida, económico y emocionalmente. Pero es todo lo contrario.

La familia Britt no es como parece. Y seré parte en unos días.

Bienvenida, Janine.

Camino hacia la mesa que se encuentra en la parte esquinera del enorme cuarto de Azael. Busco mi celular y reviso si alguien se acuerda de mí. Para mi gusto, había demasiados mensajes de WhatsApp. Les mando un audio diciendo que las extrañaba y todo el resto de qué tal pasaron la cena. Dejo que sigan escribiendo en el grupo de las chicas mientras busco algunas prendas sencillas.

Dejo mi celular cargando y me dirijo al baño a darme una ducha, sacándome todo el cloro de la piscina. Quince minutos después salgo ya con un short de seda y una blusa holgada. Voy secando mi cabello, pero me detengo por la presencia de aquel sujeto, dejándome perpleja.

- ¿Qué hace en mi habitación?

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora