CAPITULO 18

2K 142 2
                                    

Me levanto de mi cama, limpiando algunas lágrimas que habían salido al recordar ese momento. Camino hacia el baño para darme una ducha y aclarar mi mente, sintiéndome sofocada por las dudas y los recuerdos. No me había detenido a pensar en cómo fuimos capaces de hacer algo así.

Minutos después, con un semblante más tranquilo, salgo de la bañera. Me seco y camino hacia el armario, sacando mi lencería y mi bata de dormir. Desenredo mi cabello hasta dejarlo lacio y limpio mi rostro con un desmaquillador, eliminando cualquier rastro de cosméticos. Me pongo mis pantuflas de monstruo de galletas y salgo de la habitación, dirigiéndome a la cocina. Saco agua de la nevera y lleno un vaso, bebiéndolo mientras camino. Miro hacia el mueble donde Lisbeth, o más bien Ana Yamira, sigue dormida. Me siento en el pequeño espacio disponible.

- ¿Lisbeth? - la remuevo un poco. Ella gruñe por lo bajo. - Necesito hablar contigo - le susurro, conteniendo el nudo que se forma en mi garganta.

- Estoy demasiado cansada - dice sin abrir los ojos. - Mañana hablamos, ¿sí?.

- ¿Cómo sabías qué hacer cuando salimos del hospital? - le pregunto, tomando el último sorbo de agua del vaso. Abre los ojos.

- No quiero hablar del tema, Janine. Simplemente pasa la página - se levanta del mueble, dejándome más confundida por su seriedad.

- Pero yo sí quiero hablar, Ana - la observo sin ninguna expresión en mi rostro, siguiéndola a su habitación. - ¿Por qué sabías qué hacer? ¿Lo tenías planeado desde hace tiempo? Disculpa, pero recién reacciono a todo lo que hicimos para estar aquí - suspiro.

- Me sucedió algo similar, April- dice, suspirando. Abro los ojos como platos.

- ¿Tú...? – susurro - ¿Pero qué? - La miro confundida, nunca habíamos hablado de su vida.

Ana se detiene, su mirada se oscurece al recordar su propio pasado.

- Sí, tuve una experiencia similar. No es algo de lo que me guste hablar, pero a veces, hacer lo que hicimos es la única salida que podemos encontrar - Nos quedamos en silencio por un momento, procesando la revelación. Comprendo que, aunque nuestra amistad está construida sobre secretos y dolor, también se ha fortalecido por nuestra capacidad de apoyarnos mutuamente en los momentos más oscuros. - Mi historia comienza cuando Tenía quince años cuando viví algo similar a lo tuyo. A los trece, mi mundo se desmoronó cuando descubrí que mi madre había engañado a mi padre. La separación nos dejó a ella y a mí solas, y el dolor se convirtió en mi compañero constante. Noches enteras las pasaba llorando en silencio, añorando la presencia de mi padre y sintiéndome perdida en un mar de confusión y dolor. La vida parecía volver a la normalidad hasta que, cerca de mi decimoquinto cumpleaños, mi madre organizó una cena especial. Pensé ingenuamente que era para celebrarme, pero la verdad fue devastadora: se había casado en secreto con un hombre al que pronto conocería como una figura amenazante y perturbadora en nuestras vidas. Su presencia en casa se convirtió en una pesadilla constante. No soportaba su mirada inquisitiva y sus gestos cargados de intenciones oscuras. Para escapar de él, me refugiaba en la biblioteca o paseaba sin rumbo fijo hasta la hora de que mi madre volviera del trabajo. Un día, después de escuchar a mi padrastro anunciar que llegaría tarde del trabajo, decidí volver a casa sin prisas. Seguí mi rutina normal, pero esa noche todo cambió. Desperté sobresaltada por sus manos invasivas, y el horror me invadió al darme cuenta de lo que estaba ocurriendo. Me sentí atrapada, acorralada contra la pared, mientras él despojaba de mi dignidad y me robaba mi seguridad. Los abusos se repitieron sin piedad. Siempre me buscaba, con amenazas veladas de castigos si me atrevía a resistirme. No pude soportarlo más. Fue en la escuela donde conocí a Rolando, un forense cuya calidez y comprensión se convirtieron en mi refugio. Confesé mi angustia y juntos trazamos un plan desesperado para escapar de ese infierno. Faltaba poco para terminar la preparatoria, pero ya no podía esperar más. Con la ayuda de Rolando, simulamos mi muerte usando el cuerpo no reclamado de una niña en la morgue. Incendié mi casa como último recurso para romper las cadenas de aquel tormento, dejando atrás una carta que sabía que mi madre, entre otros, eventualmente leería. No me importó el caos y el dolor que dejé atrás; solo anhelaba la libertad desesperadamente. Sergio se convirtió en mi guía durante esos años oscuros, sosteniéndome hasta que su trágica muerte nos separó. Gracias a él, logré graduarme de la universidad y reconstruir mi vida. Aún hoy, al contar mi historia, las emociones siguen siendo intensas, pero también siento la fuerza de haber sobrevivido a un infierno personal y haber encontrado la paz al final del túnel.

- ¿Por qué no me lo habías dicho antes? – susurré, un poco dolida por la falta de confianza.

- Porque eso no se habla como si fuera un chisme – se encogió de hombros – pero algún día quería decírtelo, y siento que te enteres así. Tú insististe, creo que no había un momento indicado que estuviera buscando desde hace tiempo – no le dije nada, simplemente caminé hacia ella y la abracé fuertemente.

- Antes que nada, no es pena, solo sé que necesitas un abrazo. Gracias por estar siempre ahí para mí. Ahora es mi turno – asintió, y lo último que sentí fueron sus hombros mojados.

Estaba llorando...

Mi nudo en la garganta se hizo más fuerte, mordí mi lengua para evitar llorar.

- Mi última pregunta, ¿cómo conseguiste esa confirmación del médico de mi muerte?

- Fácil, conocía a un médico desde hace mucho tiempo. Le caía bien o algo así, así que me aproveché de eso – asentí – no te encierres en una barrera, April. Vive, que Dios te dio una segunda oportunidad al mandarme a ese edificio y encontrarte.

- Te amo, hermana – la abracé aún más fuerte en silencio de varios minutos

Finalmente, rompo el silencio.

- - Gracias por estar conmigo, Ana. No sé qué habría hecho sin ti - Ella asiente, sus ojos suavizándose un poco

- Siempre estaré aquí para ti, Janine. Somos más fuertes juntas - Nos abrazamos, sabiendo que, aunque nuestros pasados están llenos de cicatrices, tenemos la oportunidad de construir un futuro mejor, una vida nueva, juntas.

6:45 pm - Ring ring

Gruñí medio dormida por el molesto sonido de la alarma. Agarré mi celular y lo apagué, suspirando cansada.

¡Qué sueño de mierda!

Casi no había dormido, preocupada por Lisbeth. No quería que se quedara llorando, así que esperé a que se durmiera. Luego volví a mi cama y traté de dormir hasta que..

¡La alarma me interrumpió el sueño!

Me levanté de la cama a regañadientes y me dirigí hacia la ducha. Hice mis necesidades biológicas y me bañé. Minutos después, me sentía un poco más despierta. Bufé, no quería ir a trabajar; mi cabeza estaba llena de pensamientos sobre Ana, Britt y todas esas cosas confusas.

Caminé hacia mi tocador, sin olvidar coger mi celular y reproducir una de mis canciones favoritas Woman Like Me de , Little Mix

¡Me encanta!

Seguí con mi rutina de maquillaje cuando una llamada interrumpió mi hermosa canción.

Llamada entrante ... Azael Britt

- ¿Cómo demonios tienen mi número de celular? ¿Cuándo lo agregó? - susurré, mirando confusa la pantalla del teléfono mientras contestaba antes de que la llamada terminara.

- Buenos días, señor Britt... - intenté comenzar, pero fui interrumpida.

- ¿Tienes pasaporte? - su voz era directa y formal.

- Sí... - respondí, un tanto confundida mientras terminaba de pintarme los labios.

- Tengo una reunión en Londres, necesito que me acompañes - declaró de manera decisiva.

- ¿Que yo qué? - exclamé sorprendida.

- En una hora en mi oficina, señorita Dávila - dijo antes de colgar, dejándome estática con la boca abierta.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora