Me aplico el pintalabios en tono Toffee Cream de MAC, acomodo mi cabello hacia atrás y me visto con un pantalón de tela verde, un poco más arriba del tobillo, con tiras en el ombligo, y una camisa de manga larga blanca de un lado. Complemento mi look con unos tacones amarillos de punta, una combinación sencilla pero elegante que logré armar entre toda la ropa disponible.
Me echo un poco de la fragancia que estaba justo en el espejo y cojo mi celular antes de salir de la habitación. Al entrar en la habitación de Azael, no lo encuentro, así que, bajo las escaleras con cuidado, tratando de evitar cualquier accidente.
Desde la sala, escucho unos susurros y me detengo en seco.
— ¿La soltaron?
— Sí, señor, la dejamos en su casa tal como nos dijo. Estaba muy furiosa.
— Me imagino. Muy bien, Santiago, retírate — dice Azael, dejándome confundida.
¿A quién tenía? ¿secuestraron a alguien?
— Estoy lista — anuncio mientras me acerco a él. Azael se gira para mirarme.
— Estás hermosa — sonríe de lado.
— Azael, disculpa que te pregunte, pero ¿a quién tenías?
— Nos escuchaste — frunce el ceño, serio.
— Sí, lo lamento, fui muy imprudente — trato de justificarme.
— Digamos que secuestré a Carolina — dice, colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja. Me quedo sorprendida y perpleja.
— ¿Qué? ¿Por qué?
— Porque no quería que hiciera escenas como la del compromiso — explica, colocando la mano en sus bolsillos.
— ¿No te has pasado haciendo eso? — pregunto con cuidado.
— Para nada — responde, agarrando mi mano. — Vamos a comer algo.
Asiento mientras caminamos en silencio. Eso fue más loco de lo que había imaginado. Sé que suelo hacer cosas fuera de lo común, pero Azael se lleva el premio en esto.
Salimos de mi nueva casa y abordamos su auto. Azael abre la puerta para mí como todo un caballero. Conduciendo con habilidad, miro el paisaje de esta hermosa ciudad, relajándome mientras escucho la música que ha elegido. Sonrío al ritmo de la melodía, pero cuando Azael se detiene en un semáforo en el centro, veo a dos personas que han estado perturbando mi paciencia últimamente. Mi sorpresa es tal que casi grito, pero Azael está tan concentrado que no parece notar mi reacción.
Trato de calmarme. No permitiré que nadie me derrumbe ahora que estoy formando una vida. Me esfuerzo por pensar que esto es solo una fase de adaptación y que mis secretos siguen siendo solo eso, secretos.
— Janine, ¿estás bien? — pregunta Azael, sacándome de mis pensamientos.
— ¿Sucede algo?
— Estabas tan sumida en tus pensamientos que no escuchaste cuando llegamos — me sonríe de lado.
— Lo lamento — sonrío sin mostrar los dientes.
— No te preocupes preciosa — me extiende la mano. — ¿Vamos?
— De acuerdo — digo mientras salgo del auto. Un chico aparece de la nada, toma las llaves del auto y corre. Azael no suelta mi mano mientras avanzamos hacia el restaurante. El lugar es tan elegante que me sorprende para un simple almuerzo, pero no me sorprende de Britt. Todos los ojos están puestos en nosotros, lo que me hace sentir un poco incómoda. Azael aprieta mi mano y me mira con ternura, una nueva faceta de él que estoy empezando a conocer.
— Señores Britt, buenas tardes. Su mesa ya está servida. Acompáñenme — dice un amable chico, guiándonos hacia una mesa decorada con platos de plata muy finos y un centro de mesa con unas de mis flores favoritas. Le sonrío agradecida por el tierno gesto.
— Esto es hermoso — digo, más convencida para mí misma.
— En pocos minutos se servirá su pedido, señor Britt.
— Puedes retirarte — dice Azael, y el chico asiente antes de irse. Azael abre mi asiento con una sonrisa y lo acepto con gusto. Luego hace lo mismo con su propio asiento.
— Gracias por esto, Azael — digo, mirando alrededor del elegante restaurante.
— Esto y por mucho más — responde, sin dejar de mirarme. Trato de no perderme en la profundidad de sus ojos, forzándome a mantener la conversación en un tono ligero.
— Janine.
— ¿Sí? — me hago la desentendida, tratando de desviar la atención.
— Saldré estos días a México. Tengo que asistir a unas reuniones de la empresa, así que estarás a cargo — informa mientras revisa su celular, dejándome perpleja.
— ¿Qué? ¡Azael!
— Sí, eres mi esposa ahora. Necesitas aprender a llevar la empresa. Sé que no me dejarás en bancarrota en cuatro días. Confío en ti.
— ¡Estás demente! Tienes a tu vicepresidente — me acerco, un poco alterada.
-Saldrá de vacaciones con paula – habla cruzando sus manos tranquilos
— ¿El sexo de anoche te ha afectado el cerebro? – alzo la ceja
— Hablando de eso, quisiera cogerte ahora — dice con un tono juguetón.
— ¿En serio, Azael? — miro a los lados, ruborizada. — ¿Por qué estamos hablando de esto?
— No me preguntes a mí — dice con una sonrisa divertida. — No, en serio, Janine, quisiera hacerte el amor ahora.
— ¿Qué esperas? — sonrío, desafiándolo.
— Mesero, dámelo para llevar — dice Azael, haciendo que la risa se escape de mi boca mientras miro a nuestro alrededor. La situación es tan absurda que no puedo evitarlo.
El mesero nos observa, claramente sorprendido por el comentario, pero se limita a asentir y se aleja, dejándonos en medio de una mezcla de risas y miradas curiosas de otros comensales.
— Solo para que lo sepas — dice Azael en voz baja, acercándose más a mí —, no estaba bromeando sobre la parte de hacer el amor. Pero primero, disfrutemos de este almuerzo en casa.
Mientras esperamos a que nos traigan la comida, Azael sigue mirándome con esa mezcla de ternura y picardía que siempre me hace sonreír. La atmósfera en el restaurante, con sus luces suaves y la decoración elegante, contrasta con la energía juguetona entre nosotros.
— ¿Sabes? — comienza Azael, tomando mi mano y acariciando suavemente mi muñeca — nunca pensé que encontraría a alguien que pudiera desafiarme y hacerme sentir tan vivo.
— ¿De verdad? — le pregunto, mirándolo con curiosidad. — Y, ¿cómo es que alguien como yo logró eso?
— Eres más de lo que podría haber imaginado — responde, sus ojos brillando con sinceridad. — Y ahora, con todo esto, siento que finalmente puedo ser yo mismo sin esconderme.
La sinceridad en sus palabras me envuelve, y por un momento me siento completamente expuesta, pero también profundamente conectada con él. La tensión juguetona de antes se disuelve en una profunda calidez.
— No puedo creer lo afortunada que soy — digo suavemente, mientras le devuelvo la mirada, con el corazón acelerado.
Azael sonríe, y el brillo en sus ojos me hace sentir especial. En este instante, no hay nada más importante que nosotros dos y la burbuja de intimidad que hemos creado.
Antes de que pueda responder, el mesero regresa con nuestro pedido. Coloca los pedidos frente a nosotros y nos dirige una última sonrisa antes de regresar a sus tareas.
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Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de Hierro
RomanceApril Anderson es una joven dulce, humilde y extrovertida que, a lo largo de los años, ha enfrentado experiencias desgarradoras que ninguna mujer debería soportar. A pesar de los desafíos, su espíritu resiliente y su corazón amable la mantienen en p...