CAPÍTULO 88

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Flashback

Azael, Insulta, murmura y maldice en diferentes idiomas. Yo, parada en una esquina de la habitación, me siento estática, respirando solo para seguir viva. Azael finalmente llama mi atención, sacándome de mi estado de parálisis.

– Acompáñame, porque si no, mataré a este imbécil – me señala la puerta.

– Claro – hablo en un susurro. – ¿Cómo debo ir vestida? – pregunto sin saber ni siquiera cuál es mi nombre en ese momento.

– Busca lo más formal y elegante que tengas – responde, dejándome sola en la habitación y encerrándose en el baño. Mis manos se dirigen a mi garganta mientras me mentalizo en calma. No puedo entrar en crisis delante de Azael.

Camino hacia mi ropa y busco entre los vestidos. Elijo el primero: un tono beige largo con abertura lateral en el hombro. Busco entre mis accesorios, encuentro unos pendientes colgantes, un reloj fino y unas sandalias de tacón del mismo color. Azael sale del baño envuelto en una toalla, y yo me visto sin decir nada, quitándome las prendas sin dejar de mirarme en el espejo.

Pequeñas lágrimas caen de mi rostro. La adrenalina que corría por mi cuerpo comienza a desvanecerse. Me dirijo a la ducha, dejando que la lluvia artificial caiga sobre mi cuerpo, desde la coronilla hasta la punta de los dedos de los pies.

Todo es lento; el sonido es casi nulo. Cojo el shampoo, dejando su aroma en mi cabello, y aplico el jabón líquido para limpiarme de cualquier residuo de la piscina.

Me seco el cuerpo envolviendo la toalla alrededor de mi busto, enciendo el secador y dejo que haga su trabajo. Cuando mi cabello está un poco más seco, lo peino en pequeñas ondas naturales.

Salgo y encuentro a Azael ajustándose el cuello del traje, completamente enojado. Acelero el paso, busco mis bragas y el sujetador sin tirantes, me los coloco junto con el vestido y los tacones. Me aplico un poco de pintalabios, peino mis cejas dejándolas casi al natural, aplico sombra coral y colorete para ocultar mi palidez. Tomo mi celular y Azael agarra mi mano.

– No dejes que Víctor se te acerque – me mira con seriedad. Mis manos tiemblan; nunca había visto a Azael de esta manera.

Asiento sin decir una palabra.

Taylor y Mauricio nos llevan al lugar. Estoy perdida en mis pensamientos; mis piernas no dejan de moverse, y todo parece extraño. Estoy entrando en un estado de estrés postraumático.

Rasco mi cuello y le hago señales a Mauricio para que guarde silencio. Él solo asiente.

Suspiro profundamente.

Llegamos a un lugar que parece del bajo mundo, como salido de una novela de la señora Acero. Azael me observa con atención.

– Ahora sí me arrepiento de haberte traído – dice con pena.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora