CAPITULO 27

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- ¿Estás lista? - grito desde mi habitación mientras me coloco mis pendientes

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- ¿Estás lista? - grito desde mi habitación mientras me coloco mis pendientes. Abren la puerta de mi cuarto.

- En este momento sí - me sonríe. La miro asombrada; las pocas veces que hemos salido sin duda me deja sin palabras.

1. Lo bien que se viste.

2. Se maneja un cuerpazo.

3. Lo guapa que es.

4. Aunque tenga un pasado turbio, lo sabe llevar de maravilla.

5. Lo inteligente que es.

- Estás bellísima, aunque me quedo corta - le sonrío mostrando mis dientes.

- Gracias - me devuelve la sonrisa. - Tú tampoco te ves nada mal.

Tenía puesto un enterizo de Randall hasta el ombligo, con detalles dorados y de allí para abajo completamente negro brillante, dejando ver mis pequeñas curvas, y sandalias de tiras del mismo color. Ella llevaba un vestido de lentejuelas azul, dejando al descubierto su hombro izquierdo, lo que hacía resaltar su piel pálida y le daba un toque sexy.

Nos reímos a carcajadas mientras salíamos del departamento, con Natalia conduciendo como siempre hacia un bar llamado Webster Hall en la ciudad. El lugar era encantador, y nuestras ganas de bailar no tardaron en manifestarse apenas llegamos. Entre tragos, risas y movimientos de baile, la noche pasó volando.

Al regresar a casa, todavía un poco ebrias, dejé pasar a Lisbeth, quien estaba en peores condiciones que yo, y me dirigí directo a la cocina. Saqué un tequila, limones y sal, y preparé el tradicional ritual mexicano.

— Por mejorar nuestras vidas desde ahora y para siempre —brindé, bebiendo el vasito y saboreando el limón con sal.

— Que tú seas feliz —dijo Lisbeth, siguiendo mi ejemplo.

— Porque seamos felices, dirás —corregí entre risas.

Enumeramos nuestras esperanzas y deseos:

— Que jamás nos descubran.

— Que olvidemos el pasado.

— Que aprendamos a vivir.

— Por menos pesadillas.

— Por más sexo —ambas reímos con complicidad.

— Por más jefes sexys.

— Por nuestros trabajos —mi voz se desvaneció un poco, en referencia a mis propias luchas.

— Por nuestra salvación.

—Y, sobre todo, por nuestra amistad —asentimos juntas, cerrando los ojos por un momento, dejándonos llevar por el cansancio que se acumula con cada desafío enfrentado.

La noche había sido una catarsis necesaria, y nuestras palabras resonaron con la promesa de un futuro mejor, lleno de esperanzas compartidas y apoyo mutuo.

Flashback

- Por favor déjame – lloriqueo, tratando de liberarme de su agarre.

- No, tú tienes que hacer lo que te digo - susurró él con voz amenazante, presionando su cuerpo contra el suyo -Eres desobediente, y este será tu castigo –

- No, Víctor, por favor, no otra vez...– grito

- ¡Silencio! – me bofeteó, haciendo que me callara de golpe. Luego, con manos brutales, desgarró mi última prenda íntima, preparándola para su próximo acto de violencia.

Fin del flashback

Abro los ojos, dispuesta a alejar esa horrible escena de mi mente. Suspiro, sintiéndome cansada, y hago un esfuerzo por levantarme, moviéndome con cuidado para no empeorar la resaca que se está apoderando de mí. Camino lentamente hacia el baño de visitas, mojando mi rostro para limpiar el maquillaje corrido. Después de hacer mis necesidades, salgo con el mismo cuidado.

En la cocina, mi boca está seca, así que bebo un vaso de agua con gratitud. Suspiro aliviado y busco unas aspirinas, tomándolas con un sorbo mínimo de agua, apenas lo suficiente para tragarlas.

Regreso a mi habitación y me acuesto en el colchón, cerrando los ojos. ¿Qué está pasando en mi vida? Necesito ayuda urgente de un psicólogo. Las pesadillas recurrentes de ser violada o golpeada me están afectando profundamente. No he ido a terapia no por falta de recursos, sino por miedo a abrirme con alguien más sobre estos sentimientos tan íntimos. Lisbeth ha intentado convencerme de ir al psicólogo incontables veces, pero siempre he encontrado una excusa para esquivarla. El sueño me envuelve nuevamente, y mientras me sumerjo en los brazos de Morfeo, solo puedo rogar por tener un descanso tranquilo esta vez.

[**]

- April - siento que unas manos en mi espalda me mueven, interrumpiendo mi sueño.

- Uhmm - gruño, no queriendo despertarme.

- Levántate, debes comer algo - insiste Lisbeth.

- No quiero - me giro fulminándola con la mirada - déjame dormir - pataleo en la cama.

- No te comportes como una niña de cinco años, levántate. Hice pollo frito agridulce - me detengo en seco al escuchar eso, levantándome rápidamente por esa deliciosa comida, una de mis favoritas y una verdadera tentación.

Cogemos nuestros platos ya servidos por Lisbeth y caminamos hacia nuestro pequeño comedor. Nuestro desayuno, almuerzo y merienda están acompañados de algunos chismes del trabajo y otras trivialidades.

- Iré al psicólogo el martes - digo moviendo el tenedor en mi plato sin mirarla.

- Es una de las mejores decisiones que hayas tomado - sonríe. Suspiro, presintiendo que esto va a ser difícil.

Nos levantamos del comedor y vamos al lavadero. Lavamos los platos y todo lo que Lisbeth utilizó para cocinar esa exquisita comida. Enjuago mis manos, decidida a ver una película para pasar el tiempo

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora