Capítulo 86

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Salgo de la oficina corriendo al baño, mi garganta exigiendo liberación. Apenas entro, expulso todo el desayuno. Limpio los restos de vómito y me acerco al lavamanos, enjuagando mi boca y mojando mi rostro. Trato de respirar normalmente, pero es imposible.

—¿Qué es esta mierda? —susurro para mí.

Camino apresurado de regreso a mi oficina, pero antes llamo la atención de Gabriela.

—¿Podrías ayudarme con algo para la migraña? —ella asiente con gusto, y le agradezco con la mirada. Entro a la oficina con un dolor de cabeza insoportable y busco mi celular en el bolso.

Marco el número de Lisbeth un par de veces, pero no obtengo respuesta. Maldigo entre dientes. Tocan la puerta y Gabriela entra con mi pedido.

—Estás demasiado pálida, Janine —me mira preocupada—. ¿No necesitas algo más?

—Sí, es la migraña —me excuso—. No, cariño, con esto se me pasará seguro. Muchísimas gracias.

—Llámame por cualquier cosa que necesites. Me iré; tu marido va a entrar a una reunión —asiento, agradeciéndole con una sonrisa mientras ella se retira, dejándome sola.

Mis ojos arden, y las lágrimas comienzan a salir. Sé que todo esto ha llegado demasiado lejos. Aunque mi matrimonio no fue convencional, sé que nos enamoramos, dejando de lado lo superficial. Es lo único bueno que tengo después de tantas desgracias y pérdidas en mi vida.

Esto se me ha salido de las manos. Aunque trato de ser fuerte, no lo soy.

Camino por mi oficina, intentando aclarar mi mente, pero es imposible. No dejo de llorar, siento mi rostro hinchado.

Sé que Víctor ha vuelto por mí, y no me espera nada bueno.

No le temo a la muerte desde mi primer maltrato. Debo hablar con Azael, pero las palabras no salen de mi boca.

¿Cómo le digo que mi vida como Janine Dávila es una farsa?

¿Que soy una psicópata que cambió y puso un cuerpo extraño en el lugar de ella?

¿Cómo le explico que conocí a Víctor desde el primer momento?

¿Que soy su maldita esposa?

¿Cómo le explico quién soy en realidad?

Mi vida se está yendo por segunda vez al abismo. Me carcajeo entre lágrimas, sin comprender cómo todo pasó tan rápido.

Necesito salir de este lugar. Sin demora, busco mis lentes de sol en el bolso, me los coloco y me pongo mi bléiser antes de salir de la oficina. Camino hacia donde estaba Gabriela, pero no la encuentro; debe estar en la reunión de inversionistas. Me dirijo al ascensor y presiono el botón mientras escribo un mensaje de texto a Azael:

—No te alteres, me encuentro con un poco de malestar. Te espero en casa. Te amo.

Suspiro, entrando al ascensor. Mi mirada está fija en un punto desconocido, no presto atención a quién sube o baja. Mis pensamientos están nublados. Salgo del ascensor, pero me detengo. Siento cómo mi estómago se revuelve, pidiendo expulsar lo poco que aún queda. Corro a uno de los baños del piso y desecho todo. Me tomo mi tiempo. Ya más tranquila, me lavo las manos y me miro al espejo. Parezco un cadáver ambulante, estoy pálida y agotada. Salgo del baño y camino hacia la salida. Mauricio está esperándome con su disposición habitual. Hago un gesto para que no se baje y abro la puerta, subiéndome al auto.

—¿Dónde la llevo, señora Britt? —pregunta, mirándome por el retrovisor.

—A casa —respondo en voz baja. El auto comienza a avanzar, y me pierdo en la vista de los edificios y las personas que caminan, otros en sus coches o taxis. Suspiro, y mi mente es invadida por flashbacks.

La angustia recorre nuevamente mi cuerpo, cierro todos los sentidos que tengo.

Flashback

—¡Ayuda! —grito corriendo hacia la puerta, que está cerrada con seguro.

—Ven acá, maldita hija de puta —me alcanza y me agarra del cabello, tirándome al suelo.

—Por favor, Víctor —lloro de dolor, miro mis manos llenas de sangre.

Fin del flashback

Flashback

—Te dije que no salieras —aplastando mis manos, grito.

—¡Víctor! —lloro desesperada — Por favor, suéltame.

—Tú no te mandas, burra —gruñe entre dientes.

—No lo volveré a hacer, te lo juro —lloro a mares.

—Cállate —me cachetea.

Fin del flashback

Flashback

—¡Suéltame! —golpeo su pecho.

—Eres mía, April —me agarra los brazos.

—No lo hagas, tú no eres así —ruego cubriéndome el pecho.

—Me das pena, April. Aún no entiendes que eres mía, estúpida. Puedo hacer lo que me da la gana contigo. No me hagas enojar —habla entre dientes. Su rostro cambia por completo y mi cuerpo se llena de escalofríos. Sus embestidas son bruscas, malvadas, llenas de dolor, sin consideración alguna hacia mí.

Fin del flashback

Limpio mis lágrimas disimuladamente. Mi cuerpo se siente agotado. Mauricio gira un par de veces y necesito oxígeno, bajo la ventana del auto y respiro profundamente, pero me es casi imposible.

—Detén el auto —digo, agarrando la manija del coche. Mauricio me mira extrañado—. ¡QUE DETENGAS EL AUTO AHORA! —grito. Manuel frena de golpe. Abro la puerta y salgo. Todo pasa en cámara lenta. Siento que me estoy asfixiando, no puedo respirar. Tengo un ataque de pánico. Mauricio intenta ayudarme, pero lo aparto, necesito controlar mi mente.

Flashback

—Víctor, me estás asfixiando —logro decir, pegada a la pared.

—Es mejor si estás muerta —dice con rabia, apretando mis manos alrededor de mi cuello.

—Víctor, estoy embarazada —digo, muerta de miedo, tartamudeando.

—¿Crees que me importa? —se ríe—. ¿Con qué cabrón te acostaste para intentar obligarme a tener ese mocoso? —trato de apartarlo, pero es imposible. Siento cómo mi visión comienza a nublarse. Siento que voy a morir.

—Víctor... —logro decir antes de caer inconsciente.

Fin del flashback

—Señora —trata de sacarme de mi estado de shock. Me arrodillo sin soltarme la garganta.

—Está pasando —digo poco a poco, volviendo en mí—. Está pasando, Janine —me susurro a mí misma.

—Debo llevarla al hospital —dice en un tono de urgencia. Hago un ejercicio de respiración para controlar la ansiedad, repitiéndome varias veces.

—No —le hablo, mirándolo, ya más calmada—. Mauricio, no le comentes esto a Azael —digo, ayudándome a levantar, mientras miro a la gente que pasa a nuestro lado sin dejar de observarnos.

—Señora, mi trabajo es...

—Mauricio, solo fue un ataque de pánico —respiro profundamente—. Lo tengo desde el incidente de la boda —miento.

—Pero debo informarle al señor Britt —insiste.

—Mauricio, por favor —le ruego mirándolo a los ojos—. Se preocupará, además tiene muchas cosas que hacer hoy.

—Si vuelve a pasar, tendré que informarle. Es por su seguridad, señora —asiento sin decir nada. Él me ayuda lentamente a regresar al auto.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora