CAPÍTULO 13

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- Señor Britt... ¿qué hace usted aquí? - balbuceo, tratando de recomponerme después del choque y del susto al ver a mi jefe en un lugar tan inesperado.

Él me observa con una mezcla de sorpresa y seriedad, ajustando la corbata con gesto meticuloso antes de responder.

- Una discoteca, a eso se refiere – me escanea de arriba hacia abajo mirándome serio

- ¿No? – le respondo no tan segura de mi respuesta – le digo por el lugar - señalo con mi mano.

- Despedida de un amigo, le gusta este tipo de lugares latinoamericanos – asiento sin saber que decirle- ¿a usted le agrada señorita Dávila? - pregunto Intentando ocultar mi sorpresa y nerviosismo mientras trato de explicar mi presencia en ese ambiente.

- Oh, sí... Estoy aquí con amigos, simplemente pasando un buen rato - respondo, tratando de sonar casual mientras miro mi top arruinado con frustración.

Él parece evaluar la situación por un momento antes de asentir ligeramente

- Entiendo. Bueno, será mejor que se arregle. No es apropiado estar en este estado en un lugar público, especialmente para alguien en su posición - señal mi ropa.

Asiento con nerviosismo, agradeciéndole internamente por su comprensión a medias mientras me disculpo y me apresuro hacia el baño. Mi mente da vueltas mientras intento procesar lo ocurrido, preguntándome qué significará esto para mi relación laboral con él

En el baño, intento recomponerme rápidamente. Miro mi reflejo en el espejo y suspiro, tratando de tranquilizarme e ir a realizar mis necesidades. Después de acomodar mi top lo mejor posible y retocar mi maquillaje, salgo del baño con determinación, decidida a enfrentar la situación con madurez.

Al regresar al área VIP, encuentro a Daniel y a Gabriela esperándome con expresiones preocupadas.

- ¿Estás bien? ¿Qué pasó? - pregunta Gabriela, mientras Daniel me ofrece una cerveza fresca

- Estoy bien. Solo tuve un pequeño incidente con mi jefe fuera - respondo, tratando de restarle importancia.

Daniel frunce el ceño, claramente intrigado.

- ¿ el señor britt? ¿Qué hacía él aquí? - pregunta, mirándome con curiosidad.

Antes de que pueda responder, Miguel y Erika regresan de la pista de baile, visiblemente divertidos.

- ¡Chicos, están pasando las mejores canciones! Deberían venir a bailar de nuevo - exclama Erika, intentando animar el ambiente.

Decidimos volver a la pista, esta vez más relajados y disfrutando del momento. Mientras bailamos, trato de dejar de lado las preocupaciones sobre mi encuentro con el señor Britt. Sin embargo, su presencia en el mismo lugar donde estoy celebrando con amigos me deja una sensación incómoda y llena de preguntas sobre las implicaciones para mi.

Después de un rato, decidimos tomar un descanso y regresar a nuestros asientos. La música sigue sonando en el fondo, y la atmósfera en el VIP está llena de risas y conversaciones animadas. Observo a mi alrededor, agradecida por la compañía de mis amigos que he hecho en poco tiempo en esta noche tan peculiar y llena de giros inesperados.

Con los chicos ya un poco ebrios, les digo a las chicas - Ya es hora de irnos.

Ellas responden al unísono haciendo pucheros - Nooo.

- Sí - insisto -, les doy media hora.

Me dirijo a la barra, compro una botella de agua y salgo del lugar para tomar aire fresco. Observo cómo los carros pasan mientras bebo un poco de agua, sintiendo cómo los efectos del alcohol se disipan. De repente, alguien toca mi hombro, haciéndome dar un susto. Me giro rápidamente.

- Nuevamente usted - digo con una sonrisa nerviosa al reconocer al Rey de Roma.

- Sí, lo mismo digo. Segundo susto de la noche - comenta él, sonriendo.

- Me disculpo. ¿Ya te vas? - pregunta con interés.

- No, solo estoy tomando un poco de aire fresco. No estoy acostumbrada a estos lugares - señalo el local.

- Entiendo. Tus amigos parecen estar muy ebrios - comenta con complicidad.

- No me jodas - se me escapa, tapándome la boca inmediatamente. "Lo siento, señor Britt", me disculpo apresuradamente. Él suelta una carcajada relajada.

- Tranquilícese, señorita Dávila. En la oficina soy su jefe, pero fuera de ella podríamos ser conocidos. Que se te escape alguna palabra poco educada no es tan malo de vez en cuando - dice, tomando un sorbo de su whisky, dejándome un poco desconcertada.

- No es tan frío ni malhumorado como lo describen en algunos lugares - comento encogiéndome de hombros.

- Qué le puedo decir, la prensa siempre exagera. En una empresa, no se avanza siendo amigo de todos los empleados, se avanza con seriedad y carácter. Así se construye un imperio, y en mi caso, es fundamental para el éxito.

- Comprendo - digo, mirándolo sin saber qué más decir.

- Me preocupa que usted viva al otro lado y tenga que irse con sus amigos después de haber bebido tanto a esta hora de la noche.

- ¿Cómo sabe dónde vivo?

- Me he informado sobre cada uno de mis empleados, señorita Dávila.

- No es el único. Gracias por la preocupación - digo mirando hacia la entrada de Bembe. - Voy por mi bolso, tendré que coger un taxi.

- ¿Le molestaría si la llevo? - me sorprende su oferta.

- No creo que sea correcto - respondo dudosa.

- Mírelo como una ayuda. Es peligroso que ande sola en taxi a estas horas, especialmente si no vive en una zona segura.

- ¿Usted sabe hasta el color de mi casa?

- Sé todo lo relevante sobre mis empleados, señorita Dávila - sus palabras me alertan.

- Claro - tartamudeo, dejándolo solo. Recojo mis cosas mientras veo a los chicos seguir bebiendo. Observo a Natalia, que está bastante ebria. Mis manos sudan.

¡Maldición!

- Erika, levántate. Deberíamos irnos ya, chicas - las miro preocupada, no puedo dejarlas así de ebrias.

- Un ratito más, por favor - insisten juntando sus manos.

- Nada de un ratito más - las miro seria -. ¿Dónde está Gabriela? - pregunto alarmada.

- Fue a ver el auto - responde Natalia encogiéndose de hombros -. No está tan ebria como nosotras, puede manejar.

- Salgamos - tomo de la mano mientras se agachan para recoger sus bolsos.

Me despido de los chicos y las saco del lugar. Camino hacia donde Gabriela está hablando con el señor Britt. Me giro hacia ellos, sintiéndome apenada por la demora. Él asiente comprensivamente y nos ayuda a subirlas al coche.

- Llévalas a casa para que estén bien. Yo llevaré a la señorita Dávila, que vive un poco lejos. Que descansen - Gabriela lo mira en shock -. ¿Entendido, señorita Romero?

- Sí, señor Britt. Que tenga buena noche. Nos vemos, Janine - asiento un poco aturdida.

- Acompáñame - me saca del shock. Lo sigo hasta su ¡Camaro! Lo miro sorprendida. - ¿Le gusta?

- Es muy bonito - susurro.

- Sube - sonríe abriéndome la puerta del copiloto. Entro, y él cierra la puerta antes de caminar hacia su lado del conductor.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora