CAPÍTULO 51

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Después de la decisión de Azael, todo transcurrió con aparente normalidad. No hubo preguntas incómodas ni forzadas. Uno de los chicos hacía bromas mientras que mi persona permanecía inmersa en mis pensamientos, como si estuviera en un sueño del que no quería despertar.

Deseaba que alguien la pellizcara, esto parecía un cuento.

Si alguien me hubiera dicho: "Janine, en el futuro estarás comprometida y te sentarás a la mesa junto con tu viudo", habría respondido:

—Ni de broma.

Cuando me sirven el desayuno, veo en mi plato la fruta más detestable del mundo: el kiwi.

De reojo, observo a Víctor, que no deja de mirarme. Con todo el dolor de mi alma, cojo el tenedor y, tras un instante de duda, me llevo un trozo a la boca. Mastico sabiendo que, en el pasado, él conocía todos mis gustos y aversiones.

Bebo un poco de agua, tratando de borrar el asqueroso sabor de la fruta. Sin decir una palabra, continúo con mi desayuno. De repente, mi celular comienza a vibrar debajo de la mesa. Al ver la pantalla, leo el nombre: "Lisbeth".

—Disculpen, debo contestar esta llamada —anuncio para todos antes de levantarme y caminar mientras contesto.

Llamada entrante

—¿Te encuentras bien? —la voz de Lisbeth suena a través de la línea.

—Hola, Lisbeth. Sí, estoy bien. ¿Y tú?

—Disculpa... he tenido unos días largos —sonrío aunque ella no pueda verme.

—No te preocupes, hermosa. Todo bien por ahora, creo —miro a mi alrededor, asegurándome de que nadie se acerque—. Está aquí —susurro.

—¿Víctor? —pregunta sorprendida.

—Sí —vuelvo a susurrar.

—Estás de broma. ¿Cómo lo estás llevando? ¿No has entrado en pánico? —pregunta preocupada.

—Mmm... algo. Me siento rara, pero todo está bajo control. Tengo tantas cosas que contarte.

—Esa es mi chica. No te preocupes, todo saldrá bien. Después de todo, mañana ya estás en casa.

—Sí —susurro—. ¿Te escribo luego?

—Claro, hermosa. Fuerza —dice antes de colgar.

Fin de la llamada

—¿Todo bien? —la voz de Víctor me deja perpleja.

—Nada fuera de lo normal —le sonrío forzadamente—. ¿Aburrido el desayuno? —alzo una ceja.

—Un poco, no es mi estilo estar en "familia" —coloca sus manos en los bolsillos.

—Entiendo —digo divagando—. Disculpa que te deje solo, debo decirle a Azael sobre unos asuntos —me excuso, caminando hacia el comedor.

—Tiene suerte —dice, deteniendo mis pasos.

—¿Suerte? —pregunto confundida—. No lo entiendo.

—La vida te da muchísimas oportunidades, algo que pienso a menudo. Cuando mi hermano me contó sobre usted y el parecido exacto con mi difunta esposa, no lo creí hasta ayer —asiente, mirando hacia un lugar específico.

—Aún no lo comprendo —lo miro ceñuda.

—De encontrar al amor de su vida —dice mirándome a los ojos. Quedo quieta, sin saber qué decir o sentir.

—Comprendo —hablo después de unos minutos incómodos—. Para usted, debe ser difícil mirarme a los ojos sabiendo que no soy ella —asiente, haciendo una mueca.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora