capítulo 87

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– Te extrañé todo el día – confiesa mientras me mira fijamente, su sonrisa es tan cálida como sus palabras. – Me costó concentrarme en la reunión, pero, gracias al cielo, logré convencer a los inversionistas. Ahora el proyecto es mío, y no pienso desperdiciarlo.

Asiento y lo felicito. Ha estado entusiasmado desde la mañana por este proyecto de la nueva Empresa de Telecomunicaciones.

– ¡Felicidades amor! – beso sus labios suavemente, sintiendo la satisfacción en su sonrisa.

– Gracias, cariño – murmura mientras besa mi frente y me envuelve en un abrazo reconfortante. – ¿Te encuentras mejor? – pregunta con preocupación en su voz.

– Mucho mejor – le sonrío de lado, aunque sé que no me ve.

– ¿Te he dicho que amo tu aroma?

– No – susurro apenas audible, aferrándome a él.

– Amo tu aroma – repite, besando nuevamente mi cabeza, como si esas palabras pudieran anclarme a la realidad.

– Nunca me sueltes, aunque te canses en algún momento de mí – susurro con los ojos cerrados, buscando refugio en su cercanía.

– ¿Cómo voy a cansarme de ti, amor? – dice suavemente mientras toma mis mejillas entre sus manos. – Eres lo más valioso que tengo desde hace mucho tiempo - Me sonríe de lado, pero no me mira directamente. – Deberíamos salir a cenar – sugiere.

– No podemos quedarnos en casa – murmuro desanimada. – No me siento bien para salir, así que me gustaría que mi marido cocinara, aunque no sepa cómo.

– Como la señora diga – responde con una sonrisa juguetona, mientras se levanta y se quita el saco, quedando solo con la camisa de mangas dobladas, más relajado. – Tú descansa; comeremos en la habitación – me dice. Solo asiento, devolviéndole una sonrisa.

Miro al techo, pero mi mente no deja de atormentarse con los sucesos recientes. No sé qué camino tomar.

Sé que decirle todo sobre Janine Dávila es lo más correcto para mi relación, pero me siento atrapada.

Suspiro, cerrando los ojos.

Lisbeth no responde mis llamadas, y un dolor punzante pero persistente se instala en mi cabeza. Víctor ha venido a joderme la vida por completo, y no entiendo en qué momento permití que se diera cuenta de mi vulnerabilidad. Mi cerebro no deja de funcionar a mil por hora, intentando encontrar el punto exacto en que algo falló, como si tratara de desentrañar un misterio sin resolver.

La semana pasó entre eventos de la empresa y reuniones familiares. Me sorprendió que Víctor no asistiera a la cena, aunque sabía que no perdería ninguna oportunidad para incomodarme. Estábamos en la mansión de los Britt en california, en la cena prematrimonial de Eduardo y Araceli, que se casaría en dos días el eclesiástico. Ambas familias estaban reunidas, y yo me sentía apartada, como una extraña en un lugar que solía ser familiar.

Mi mente estaba en alerta máxima, y sentía que mi corazón latía con desesperación y angustia. No tenía respuestas a las preguntas que mi cerebro seguía formulando.

Azael me saca de mis pensamientos colocando su brazo alrededor de mi espalda, frunciéndome el ceño con preocupación. Niego suavemente, tratando de tranquilizarlo con una sonrisa.

– ¿Cariño? – susurra en mi oído.

– Sí – respondo, acariciando su mejilla.

– ¿Quieres ir a la habitación? – pregunta con ternura.

– Estoy bien, amor – sonrío, tratando de aparentar calma. – Estoy llena. Me excuso, intentando cambiar el tema.

– No tocaste casi la cena – señala, alzando una ceja en señal de preocupación.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora