-Me llamaste por mi nombre hace un rato - hice una mueca, dejando temporalmente a un lado mi trabajo - No vuelvas a hacerlo, ella ya no existe.
-Sí, lo siento, es la costumbre - asentí, mientras observaba la llamada de un número desconocido y decidía contestar.
-Si, Buenos días - saludé, haciendo señas a Lisbeth para que guardara silencio.
-Buenos días, ¿es usted la señorita Janine Dávila? Por favor, confírmelo- dijo la extraña voz al otro lado del teléfono.
-Sí, soy yo-, respondí con cierto temor.
-Hola, ¿cómo está? Mi nombre es Anastasia Cruz, le llamo de Britt Company and Exports Inc. Solicitamos su presencia en nuestras instalaciones. Usted asistió a una entrevista hace dos días y fue seleccionada. ¡Felicidades de parte de nuestro equipo de trabajo! ¿Le gustaría saber la hora de inicio? - terminó de decir la amable voz a través del teléfono.
-Por supuesto, ¿me podría ayudar con la hora, por favor? - pregunté, buscando algo para anotar.
-Por supuesto. La cita es a las dos de la tarde, en el piso 14, primera puerta a la derecha. Deberá hablar con el licenciado Daniel Velazco sobre su puesto. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarla? - preguntó algo apresurada.
-No, muchísimas gracias - respondí emocionada.
-Que tenga un buen día, señorita Dávila -dijo, y supe que no podía ver mi expresión cuando saqué el teléfono de mi oído y grité de alegría.
-¡AHHHH! ¡TENGO TRABAJO PERRAS! - reí a carcajadas.
-Felicidades, cariño - me abrazó fuerte Lisbeth -Esperemos que este trabajo te dure -añadió con tono sarcastico, dándome una palmada en el hombro.
-Esperemos que no sea un viejo morboso - le sonreí -¿Ya está mi desayuno? -pregunté.
Después de unas horas, comencé mi rutina de belleza, aunque Lisbeth la llamara "pérdida de tiempo". Me coloqué algunas fragancias después de salir de la bañera, extendiéndolas por todo mi cuerpo para dejar un agradable aroma.
Mientras me vestía, dejé la plancha de cabello calentando. En mi armario, busqué una falda ajustada de color azul marino con un corte en V en la parte trasera, una blusa blanca de mangas largas y unos tacones que hicieran juego con la falda. También seleccioné unos pendientes pequeños y una cadena de oro con la imagen de la virgen. Tomé la plancha de cabello y alisé algunas mechas de mi pelo castaño casi lacio. Una vez lista, busqué mis pocos maquillajes y procedí a arreglarme: definí mis cejas con el corrector, las delineé y las maquillé; apliqué máscara de pestañas, un poco de base líquida para cubrir mis ojeras y unificar el tono de mi piel; un brillo labial rosa mate completó mi aspecto. Revisé mi apariencia y me di el visto bueno. Tomé mi bolso, ya preparado con mis pertenencias, y salí corriendo para alcanzar un taxi rápidamente.
Cuarenta y cinco minutos después, después de sortear el gran tráfico de Manhattan, llegué al imponente edificio frente a mí.
Entré sin detenerme, directamente al ascensor, al piso 14. Miré la hora en mi reloj de mano y vi que aún tenía tiempo. Caminé con calma hacia mi destino.
-Buen día, soy Janine Dávila, busco al licenciado Daniel Velazco- me presenté frente al apuesto joven que estaba allí.
-Buenos días, señorita, él la está esperando, es la primera puerta a la derecha -respondió, señalándome el camino. Agradecí y me dirigí hacia donde indicó. Toqué la puerta antes de entrar.
-Adelante - escuché desde adentro, así que abrí la puerta y entré, cerrándola tras de mí. Me dirigí a la silla que me indicaron.
-Tome asiento, señorita Dávila. Buen día, por cierto - sonrió el apuesto señor, de tez mestiza y unos treinta años aproximadamente.
- Buenos días, señor Velazco, soy Janine Dávila - le sonreí.
-Ya me lo habían dicho, siga, solo dígame Daniel, solo Daniel- respondió cortésmente.
-Está bien... Daniel- sonreí amablemente.
-Directo al grano, le explicaré todo sobre su nuevo puesto, que comenzará mañana mismo, por supuesto - dijo, y asentí, prestando atención a cada palabra que decía. Me explicó que sería la secretaria del vicepresidente de la empresa, y me detalló todas mis responsabilidades mientras caminábamos hacia mi escritorio en el piso 29.
- ¿Tiene alguna pregunta? - me preguntó cuando llegamos.
-Ninguna - sonreí convencida de todo lo que me había explicado.
-Perfecto, entonces la dejaré con la señorita Castro, ella le enseñará los eventos y reuniones que debe organizar para el señor Ramírez esta semana- anunció, y se marchó con una sonrisa.
- Hola, soy Erika Castro, seré la persona que te guiará durante toda esta semana en lo que debes hacer y lo que no - me dijo cordialmente.
- Hola, me llamo Janine Dávila. Será un gusto aprender contigo y no morirme de un infarto si me equivoco - bromeamos juntas.
-No te preocupes, el señor Ramírez no es como el señor Britt - me tranquilizó.
- ¿Hay algo malo con ese señor? - pregunté.
-Aparte de ser el dueño de esta empresa, es demasiado estricto y amargado. Lo único que lo salva es su apariencia de escultura griega. Ya conocerás más sobre él algún día - me dijo, y asentí, esperando no llamar demasiado la atención.
ESTÁS LEYENDO
Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de Hierro
RomanceApril Anderson es una joven dulce, humilde y extrovertida que, a lo largo de los años, ha enfrentado experiencias desgarradoras que ninguna mujer debería soportar. A pesar de los desafíos, su espíritu resiliente y su corazón amable la mantienen en p...