Capítulo 78

18 4 3
                                    

"I am homesick for a place I am not sure even exists

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"I am homesick for a place I am not sure even exists. One where my heart is full. My body loved. And my soul understood."

—Melissa Cox.

Capítulo 78 – El chico que creí era mi todo.

No podía dejar de pensar que está no era la fiscalía, ni la penitenciaría, ni ningún lugar en lo referente a la ley. Lo que quiere decir que no estaba ayudando a Antón.

Estábamos frente a mi casa.

Y Deborah no me había dirigido la palabra en todo el camino. Por lo que yo tampoco hablé.

Pero no era dónde debía estar.

Debía estar donde estaba Antón, junto a él, dándole seguridad y llevándolo conmigo a todas partes. Justo como él lo había hecho conmigo todo este tiempo.

Miré de reojo a Deborah y ella seguía mirando al frente con las manos sobre el volante y los labios tan apretados como podía. La furia se notaba en su gesto tenso, en sus músculos que titilaban por la fuerza en la que estaban retenidos.

—Ve a ver tus cosas. —habló, con voz helada, sin quitar la mirada de enfrente.

Tragué saliva y negué con la cabeza. Estaba aterrada, y sentía que el estómago se me revolvía con solo respirar, pero aún así no pensaba quedarme callada.

—Tenemos que ir con Antón, él... —ella me interrumpió.

—Ya me encargué de eso. Ahora, ve y trae tus cosas. —finalmente me miró a los ojos —Tienes responsabilidades que atender en otro lugar.

Se me llenaron los ojos de lágrimas y me sentí tan sola como nunca antes. No quería ir a Quito. No quería enfrentar a Daniel y su familia feliz. Y por supuesto, no quería enfrentar mi vida.

Y no quería enfrentarlo a... bueno a él.

Porque era obvio que estábamos por viajar al lugar que me dio esperanza y amor, pero que también me rompió más emocionalmente de lo que estaba.

Abrí la puerta del auto y me metí en casa.

Danielle tarareaba una canción y el olor a dulzor en el horno me calmó un poco. Por lo que logré secarme las lágrimas de los ojos antes de entrar.

Ella noto enseguida mi presencia. Dando saltitos y limpiándose las manos en su delantal, corrió hacia a mi con un poco de masa en el cabello y los ojos amplios llenos de seguridad.

—Y, ¿Estás bien? ¿Cómo fue? ¿Cambiaste de opinión? —habló tan rápido que no noté cuando llegó hasta mi y me envolvió con sus brazos. Su cabello rojo picándome la nariz.

Danielle no estaba de acuerdo en que acuse a papá. De hecho, me pidió explicaciones ente lágrimas y después me dejó en mi cama con esta frase: Algunas tenemos que mendigar el amor de un padre. Y aún así, con todo lo que me ha negado y lastimado, estaría de su lado.

Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora