Sálvame – Tercero
"La mayoría de veces nos perdemos por no poder saber que nosotros somos nuestro propio verdugo."
-Samai Jara
Escuchó el cerrojo de la puerta abrirse, y enseguida se apresuro a apurarse con la cocina.
—¡Ya llegué! —gritó la familiar voz. Su rostro enseguida cobró vida, y se apresuró a secarse las manos con el trapo de la cocina. —¿Papá?
—¡¡Aquí estoy!! —gritó el hombre —Sácate los zapatos al entrar.
Casi contó los minutos, hasta que su hija se acercó y besó su mejilla. Como siempre, alabó lo que cocinó y se sentaron frente al televisor para poder comer de la pasta que había hecho.
En veinte minutos iniciaba el programa, así que había tiempo de sobra para conversar con ella.
Aunque la verdad, estaba un poco fatigado y no tan interesado en las palabras de su pequeña. Las noticias lo abrumaban, y la investigación de aquellos casos que la policía aún no determinaba si eran o no asesinatos lo abrumaban. ¿Tan mal lo tenían? ¿Cómo no podían darse cuenta de lo que eran? Odiaba a la gente estúpida. O a la normal. La que prefería ocultarse en una máscara de sorpresa e incredulidad.
Se reprendió a si mismo. No debía pensar en esas cosas con su hija a su lado. Por la seguridad de ella misma es por las que separaba las cosas. Por la que decidió tener dos vidas.
—¿Qué tal las prácticas de...? —tragó un bocado de pasta, y se adelantó para tomar el jugo de la mesita de noche. La sala, al fin y al cabo, era un lugar incómodo para merendar. Trato de cavilar antiguas conversaciones, pero en verdad no podía recordar de que eran esas cosas a las que ella llamaba "prácticas" — ¿De qué eran?
Su hija empezó a parlotear sobre sus prácticas de teatro y de cómo había interpretado el papel de una criada psicópata. Su padre la escuchó casi sin interés. Aunque amaba a su hija, las historias que le contaba perdían sentido con el tiempo. Aunque se río entre dientes con algún que otro chiste. O lo intento.
Finalmente, empezaron los últimos comerciales, y ambos, casi al mismo tiempo y en la misma sincronía dejaron sus platos medios vacíos en la mesa de noche y se arrinconaron en el sofá. Su hija, como siempre, se sentó de cualquier forma, y el se conformó con poner los pies sobre la mesa, con cuidado de no regar nada, claro. Su celular vibró, y al ver el nombre de esa mujer en la pantalla no pudo evitar poner los ojos en blanco y dejar el teléfono en el mismo lado. Se estaba cansando de ella, pero aún así era incapaz de acabar con cualquier jueguecito. Le gustaba; en algún momento le gustó.
La cabeza de la chica se acomodó entre sus piernas, mientras refunfuñaba que no era infantil, y que solo quería sentirse cómoda. Sonrío de lado y no opinó nada. Y finalmente, inició.
La serie era de un equipo policial antiguo. Siempre a la misma hora y dos horas de programa, que sin lugar a dudas les encantaba.
Walker Ranger de Texas.
Se rieron, trataron de encontrar al criminal antes, es decir lo usual.
No muy tarde, cuando el programa llegó a su fin, ella y él subieron las gradas. Y como cada día, desde hace un tiempo se cambió con la vestimenta usual con la que trabajaba.
Se despidió de ella. Que, en verdad, como cualquier adolescente apenas y le tomo atención. Y después saco la pequeña camioneta con el logo de su trabajo del garaje.
Pero no fue al local. No, sino que se desvió hacia los moteles de la ciudad. Dejó la camioneta a un lado y después entró en el lugar. Pidió una habitación donde se cambio de ropa, tomó luego, el paraguas amarillo y se lo puso. Y asegurándose de que su rostro no se veía salió por la ventana y entró en la habitación vacía de al lado. Y desde allí salió al corredor.
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Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del Corazón
Novela JuvenilÉl era el chico más guapo e insistente que nunca jamás vio. Y Aura sabía que eso no era una excusa, pero... ¡Pero, cada vez que se alejaba necesitaba volverlo a ver! Se volvió adicta. Lo empezó a necesitar de una manera loca y enfermiza. Transformo...