"Lo otro eran simulacros, tú eres el incendio."
-Elvira Sastre
Capítulo 6 - Y toda la obscuridad que me envolvía, desapareció.
Él. Alecksander Donell. El chico que provoca que mis rodillas temblasen, y que mis neuronas exploten. Él. El chico con el que había pasado la noche. Él. El chico que se ocupó de mi, después de que acabara muy mal -demasiado mal- en un bar, un día entre semana.
Él. Que me miraba fijamente, evaluándome, y alzando una ceja de la misma forma que su adorable hermana.
Solo que el... no era nada adorable, sensual se le estaría acercando. Pero Santo Señor de los hombres sensuales. Definitivamente Alecksander debía ser su reencarnación humana. Porque que me engulla el Infierno que en mi estúpida vida había visto tanto sex-appel.
¡Madre mía! ¿Qué le dieron de comer a este chico de pequeño?
Era todo un adonis... y el piercing, santa mierda jodida, aquel piercing...
—Disculpa, exijo una explicación de esté —tomó una distancia prudencial, y frunciendo el ceño nos señaló —¿Rapto? ... Espera, tu... ¡Eres tú!
La comprensión llegó a sus ojos, de repente un ceño fruncido -muy marcado, para mi gusto- sustituyó su gesto.
Y antes de que lo procese, es el quien pide explicaciones...
—Fuiste a un bar. ¡Sola! En medio de la nada. Literalmente tuve que cargar tu culo por toda la ciudad hasta casa, y cuando despierto para poder darte una buena charla sobre modales, ¡Has desaparecido! —Su respiración se agita, y de una firme zancada me acorrala contra la pared.
¡Tenemos un 908!
Repito, ¡Tenemos un 908!
Traducción: Chico guapo -demasiado para mi propia salud mental- está cerca de mi invadiéndome con su aroma a sándalo y menta, sus fuertes y musculosos brazos a lado de mi cabeza, acorralan mi pobre cuerpo deseoso.
Consecuencias: Pulso acelerado, corazón a carrera, rodillas a punto de soltarme, balbuceos ininteligibles, ganas de apretarme contra él, y enseñarle lo que mis labios pueden hacer.
¡Oh, y ese piercing...! ¡Con ese piercing las cosas suben a hot-nivel!
— Yo...— empiezo a decir, pero la lengua no quiere hablar, y sus chispeantes ojos esmeraldas resurgen con fuerza.
Entonces, lo siento.
Culpa. Pesada culpa. No importa que pasé, no importa que; por mi culpa termine afectando a más personas, no importa que más gente este muerta -que ellos se mueran- porque siempre voy a ser la misma idiota irresponsable.
Siempre seré yo. La fachosa Aura Laners, buena para nada.
Mi expresión decae enseguida, mis ojos se llenan de lágrimas y las ganas de echarme a llorar aumentan.
Odio ser yo. Odio mi facilidad para ser tan sensible. Y no quiero esto. De verdad que no.
No quiero llorar, no lo quiero. Pero ya es tarde, siento como no puedo hacer nada cunado una lágrima baja por mi mejilla, y cuando la respiración se me acelera por falta de aire.
No... por favor, no otra vez.
—¡Aura! —oí una ronca y varonil voz. Dios, que voz tan hermosa. Solo írla de nuevo. Necesito oírla.
Pero mi cuerpo de la nada, colapso. Ve tu a saber por qué ¿El alcohol de ayer? ¿La culpa de hoy? ¿Lo estúpida que soy, o es lo sensible? ¿O es Alecksander, que me hace temblar; que me debilita hasta el alma?
Y entonces sentí como mis piernas se rendían. Lo iba a hacer, de nuevo. Me iba a rendir, toda yo.
Pero entonces sus brazos se anclaron a mis caderas, sujetándolas con fuerzas, y casi abarcándolas todas.
—Aura...—susurró, mientras se agachaba en el reducido espacio, y me apoyaba en su pecho.
Suave. Duro. Pero sobre todo... cálido.
Arriba. Su pecho.
Abajo. Su respiración.
—Te he dicho que no —gruñó mamá —haces lo que te da la maldita gana. Ya perdí a un hijo no voy a dejar que tú también te vayas.
—Aura, bella... tranquila —Alecksander. Estaba aquí, él estaba aquí, conmigo —Mírame.
Negué con la cabeza. Su imagen. La de ellos dos. Estaban aquí ¿Mamá? ¡Mamá y Papá!
—Piensa lo que quieras, pero hoy no. Tu madre sintió lo mismo cuando tu hermano dejó de llamar. Ella lo cree... y yo también.
—¡Pero papá! —gruñí, mientras pateaba la cama —¡No voy a dejar que controléis mi vida solo porque un idiota os abandonó! ¡Son supersticiones estúpidas! ¿No lo ves?
—Respira, Aura, bonita. Respira —Su voz era entrecortada, estaba agitado, pero apenas podía oírlo.
No podía.
Lo había hecho.
Esa noche los había desobedecido.
Y ellos fueron detrás de mí.
A traerme de vuelta, de aquella ridícula fiesta.
Pero nunca llegaron a aquel horrible lugar.
No llegaron.
Porque hubo un accidente.
Y ellos no llegaron.
Por mi.
Por mi.
—Joder, Aura —gruño alguien en mi oído.
Y entonces, con brusquedad giraron mi torso, y sus labios reclamaron mi boca.
Y toda la obscuridad que me envolvía, desapareció.
Carne con carne. Boca contra boca. Saliva contra aliento. Valentía contra miedo.
Pero yo jamás llegué a imaginar que un beso llegara a ser tan poderoso, porque sí, una vez que había probado sus labios, iba a hacer hasta lo imposible para volver a besarles. Para besarle a él.
¡Que tal chiquillos!
¿Cómo están por allá? Verán, se que me e demorado un poquito, pero se ha escapado de mis manos. No importa, vienen la mismas reglas, pero... un poquito más.
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¿Podéis hacerlo? Espero que si, los leo. Mil besos
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Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del Corazón
Teen FictionÉl era el chico más guapo e insistente que nunca jamás vio. Y Aura sabía que eso no era una excusa, pero... ¡Pero, cada vez que se alejaba necesitaba volverlo a ver! Se volvió adicta. Lo empezó a necesitar de una manera loca y enfermiza. Transformo...