Él era el chico más guapo e insistente que nunca jamás vio. Y Aura sabía que eso no era una excusa, pero...
¡Pero, cada vez que se alejaba necesitaba volverlo a ver!
Se volvió adicta. Lo empezó a necesitar de una manera loca y enfermiza. Transformo...
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A sus órdenes, bellos ;)
"Toda noche, por larga y sombría que parezca, tiene su amanecer"
—William Shakespeare
Capítulo 69 – Secretos que matan.
-Antón-
En mi cabeza solo había una imagen: Tenía unos hermosos ojos marrones, profundos, oscuros. Pero no le faltaba luz, porque la luz estaba en su sonrisa, no tenía los dientes perfectos como en un anuncio de pasta dental. De hecho, los tenía apenas torcidos, pero tan brillantes como las estrellas, el cabello revuelto y lleno de nudos que le daban más belleza que cualquier estilista.
Joder, hace un tiempo que empecé a creer que el corazón dolía, pero esto era diferente, no solo era ella, era que todo pasaba a mil revoluciones por minuto y no estaba listo para seguirle el paso.
—¡Antón! —el gritito casi en silencio me hizo pestañear y alzar la cabeza. La profesora me miraba directamente con su uniceja profundamente marcada, y tuve que pestañear para entender que se había dirigido a mí.
—Estoy esperando, Kane —gruñó con esa voz gruesa de Tronchadoro.
Pestañeé antes de mirar al pizarrón, el sonido del puntero cayendo en un golpe contra la mesa me distrajo, pero ya sabía que responder.
—No entiendo muy bien el circunstancial en el análisis sintáctico, pero creo que es jugaba en la tarde.
Ella no pudo sacarme de la clase, aunque respondí mal. Cuando acabó aún no había entendido una mierda, pero era mi menor preocupación. El año estaba por acabar y la última vez que me quede a supletorios los que más sufrieron fueron ellos, era seguro que me dejarían pasar solo con la excusa de tenerme menos tiempo posible.
Era este tipo de cosas las que me habían acercado a Joyce Smoken, una universitaria. Mayor que yo y con todo un futuro para arriba. Me gustaba que era madura e igual de astuta que yo. Pero ahora solo quería enfrentarla y que por una vez no me mintiera. Ya no existía la sensación de estar con alguien que me comprendía, que no buscaba besos o experimentos. Ya no había nada.
En este punto, ya ni siquiera sabía si su trasero seguía siendo sexy. Y eso me dolía más que el trasero sexy... bueno casi más.
—Respondiste bien en clase —la voz femenina me exaltó antes de girarme y acomodar la maleta sobre el hombro izquierdo. Tuve que bajar la mirada para enfocar a Arya, pero cuando lo hice le sonreí sin ganas.
Haber, Arya era esa compañera tierna de mejillas redondas y cabello largo. La chica que no pasaba desapercibida, pero estaba tan metida en su mundo que era como si no se diera cuenta de la realidad. No tenía muchos amigos, no salía de fiesta, no vivía. Vamos, el 99% de la población en una chiquilla.
