Capítulo 73

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"Como si no fuera suficiente su desgracia, se enamoró

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"Como si no fuera suficiente su desgracia, se enamoró."

—Oscar Wilde.

Capítulo 73 – No me llenes de sueños cuando sé que despertaré.

Miraba el espejo sin poder creer como me veía. ¿De verdad la gente creería que tenía el cabello verde neón rizado? Es decir, ¿Los labios negros, el maquillaje exagerado y el lunar tipo Catalina parecían reales?

No. Definitivamente no parecían naturales, ni muy mi estilo.

Y ni qué decir del atuendo, me habían prestado una camiseta que dejaba mi vientre apenas hinchadito al descubierto, y si aquello no me hiciera sentir ya muy incómoda, el gran estampado de "¿Qué miras? Son tetas, Y NO ESTÁN EN EXHIBICIÓN" ya eran signos claros de todo lo que jamás en mi vida pensé usar.

Suspiré y baje la camiseta mientras le daba la espalda al espejo y trataba de contar las baldosas del suelo, un método de relajación que había empezado a usar no sé cuándo.

Había hecho un drama un poco grande por el hecho de llevar el vientre a vivo viento. Sí, me sentía incómoda. Y no por pensar que estar un poco más gordita o estar embarazada me convierte en un barril incapaz de mostrar el estómago. No. Era porque... porque el bebé podía resfriarse. Es decir, ¿A ti te gustaría que tu cuarto esté a la vista de todo el público?

No. Punto. Mi bebé no era un exhibicionista, no si podía impedirlo. Y podía, es decir estaba en mi cuerpo, tenía todas las decisiones.

Está demás decir la cara que Antón puso al escucharme hablar. Y sería mentir si no digo que se me calentaron no solo las mejillas, porque por un momento sentí que hace ya tiempo nadie me había hecho sentir tan bien.

—¿Bebé? —su voz prácticamente era incapaz de esconder la emoción nítida que filtraba, que ni escondía para ser honestos—¿Ya lo puedo decir en voz alta?

Yo apreté los labios y miré a otro lado, tratando de que el torreón de sentimientos que me avasalló al ser directamente testigo de la ilusión de él, no me afecte como realmente me afectaba. Pero era inútil, como si un palito endeble tratara de sostenerse en medio de una tormenta.

—Eh... yo... —había balbuceado, dando pasos hacia atrás. Estaba en una zona muy vulnerable para mí misma.

—¡¡Joder sí!! —y como si algo celestial hubiese controlado a Antón, se lanzó al suelo y se arrodilló. Para hablarle directamente a mi engendro. Sentí tal tirón del pecho que por poco me caigo, era como si comiera el mejor chocolate del mundo en emociones. Simplemente era demasiado y yo no había previsto tal golpe —Hola, pequeñito. ¿Es muy apretado allá dentro? Debe serlo, tu madre es una flaca sin remedio, y como lo único que traga es grasa, irónico ¿no?... Dime algo, ¿Te ha dado muchos dolores de cabeza? Porque ni te imaginas las crisis que pasamos al saber de ti. Oh, pequeño feto. ¿Cómo quieres llamarte? Eres afortunado, alguien te pregunta cómo quieres ser nombrado. A mí me llamaron Antón, lo cual es un excelente nombre si no fuera porque los escuetos inútiles humanos que conviven conmigo no saben pronunciarlo. Es que lleva tilde, zopencos ignorantes.

Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora