Capítulo 38

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"Aun cuando lo escondas, con la suficiente presión todo lo oculto conoce la luz"

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"Aun cuando lo escondas, con la suficiente presión todo lo oculto conoce la luz"

-Samaí Jara

Capítulo 38 – Todo lo reprimido termina por explotar.

Igual no fuimos de fiesta.

E igual por eso amo a Antón.

Es como que tiene un poder psíquico porque después de que Alecksander se fuera o me mandara a la mierda —da lo mismo— llegó y nos condujo a un local de comida.

Es como un bar, pero no es un bar, ¿Me entienden?

Ruedan "Diario de una Pasión" mientras nos van sirviendo tragos de vez en cuando. Aunque la pobre chica de cabello rosa me está odiando un poquito porque me estoy pasando en los tragos.

Aunque solo es un poquito. El jagger en algún momento dejo de quemar y ahora simplemente me encanta su sabor.

Le hago señas a Antón para que se acerque, aunque esta a mi lado, mirándome como un padre regañón y quitándome la bebida.

—Esta película es un asco —susurro, pero creo que todos los presentes me escuchan porque Antón me tapa la boca y se ríe entre dientes —Debió atropellarles un carro... —y entonces se me encoge el pecho —Cuando aún todo era perfecto...

Antón parece bastante incómodo porque cuando la chica de cabello rosa se acerca con su mirada coqueta hacia mi mejor amigo, este le hace señas de no más bebida. Pongo un puchero y me remuevo para que me suelte.

—Lo sé, luce todo guapo y sexi —la chica rosa me mira con una mueca de disgusto —Pero luego escapa con su moto dejándote fría y virgen en la carretera...

El gritillo de la dama es para mí, inexplicable.

Pero Antón parece muy cansado porque con un sonrojo en sus mejillas y con una mueca de disculpas me toma en brazos. Yo me cuelgo de su cuello como monito y entierro la cara entre el hueco de su cuello y hombros.

—Genial, estás tan ebria que seré yo el que me presente a tu hermano —gruñe él, mientras paga la cuenta.

Lo había olvidado, el cabrón es rico.

Hago un puchero, y siento que mis ojos se llenan de lágrimas...

—Él también se presentó a Daniel —Antón pone los ojos en blanco y juntos salimos del local. Lo sé por el frío que siento, pero luego la calidez de algo me cubre. Me ha dado su chompa. Pero yo sigo hablando, incapaz de callarme —¿Sabes? Yo sabía que se iba ir a la mierda. Es decir, soy yo. La que todo lo manda a la mierda.

Él se detiene, me mira fijamente y aunque esté borracha puedo detectar furia en sus ojos.

—Jamás mencionaste que tenías a alguien...

Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora