Capítulo 51

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"Existen dos tipos de personas: aquellas con las que todo acaba cuando te acuestas con ellas y aquellas con las que todo empieza cuando te despiertas a su lado"

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"Existen dos tipos de personas: aquellas con las que todo acaba cuando te acuestas con ellas y aquellas con las que todo empieza cuando te despiertas a su lado"

—Victoria Ash

Capítulo 51 – Demuéstrame que me quieres.

Nos miramos fijamente el uno al otro. Su mirada fundida con la mía. Había mil tonos de verde. El suyo podía ser tan claro como para fundirse en el azul. El mío en cambio podía ser tan oscuro que incluso podía pasar por ojos miel. Aun así, solo me fije en ello.

Porque mirar los ojos del amor de tu vida te transporta a tu hogar.

Mi respiración era demasiado irregular, pero aquello era simplemente los pequeños destellos que se escapaban de un fuego mucho más denso.

Sabía que tenía las mejillas rojas, pero lo que él no sabía es que mi piel debajo de la ropa estaba empezando a cosquillear. Y no me quedaba duda de que de pronto, mi sujetador parecía haberse encogido.

Estaba empezando a sentir todo para lo que habíamos sido diseñados para sentir.

Y, aun así, muy pocos se encontraban en esta situación. Muy pocos tenían el privilegio de encontrarse con el otro.

Mi respiración se escapó lentamente de mi boca.

—No sé qué se supone que haces aquí, aún no logro entenderlo —mi voz había entrado en un limbo de suavidad que me delataba.

Nos habíamos besado, muchas veces.

Habíamos experimentado mil momentos de intensidad, entre miradas, entre besos, entre gestos, incluso entre respiraciones, pero este momento parecía la excepción a cualquier momento.

Se encogió de hombros. Aunque sus acciones delataban que también estaba nervioso. Me reconforté a mí misma.

—Si te soy sincero no sé muchas cosas, una de ellas porque estoy aquí.

Fruncí el ceño, y miré a otro lado. Sus ojos impedían que mis sentimientos se conecten de manera racional.

—¿Y eso se supone que responde a mi pregunta? —cerré los ojos y negué —Parece que el esquivar preguntas con respuestas ingeniosas se te hace costumbre.

Lo oí moverse, estábamos los dos, solos, y parecía que lo único que escuchaba y sentía era a él.

Cerré los ojos inconscientemente y cuando sentí la caricia de su mano en mi piel, me desarmé un poquito más fácil.

—¿Por qué no me dejas ir? —susurré, y me mordí el labio, su dedo se enganchó en mi boca y tiró de él. Exhale desde el fondo.

—Me iré, lo juro, pero no puedo irme sin...

Dejo la frase en el aire, sus dedos subiendo y bajando por el contorno de mi rostro, no me atrevía a mirarlo, el sonido de mi corazón era el único fondo a sus palabras. Y, aun así, aún con todo, me rompió de nuevo.

Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora