Capítulo 36 - Segunda Parte

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"Y dentro de la lógica de nuestra humanidad, nos creemos las mentiras y nadie aguanta la verdad"

-Calle 13

Capítulo 36 -Segunda Parte

 – Aquella agridulce sensación...-

Extrañaba a Danielle. Con toda su locura y explosividad, con aquel ego y esa seguridad, me daría lo que necesito:

El outfit perfecto.

La confianza falsamente alzada.

Hay Señor, todos necesitamos un Danielle en nuestra vida hasta un punto crítico. Porque o si no, estarán como yo:

—¡Maldita raya del demonio que tienes que...! —volví a intentar dibujarme la línea de gato, pero era misión imposible. Lo más cerca al éxito que estuve, me salió tan fina, que apenas se notaba.

¡Yo quería una raya ancha y puntiaguda!

Volví a intentarlo, mis dedos temblaban y tenía que permanecer con la parálisis temporal en el ojo, mordiéndome el labio intenté de nuevo... bien...sigue así...ah...ah...mierda.

Solté una palabrota que haría sonrojar a mi sobrino aún dentro de la panza.

Frustrada dejé el delineador en la mesa y volví a llamar a Danielle. El buzón de voz no tenía respuestas, o alguna que me sirviera.

La puerta sonó, asustándome un poco y luego de decir un monótono "pase" Camila entró, sonreí. Era difícil saber que estaba embarazada. Apenas podría saber si ella sería madre. Pero según Cam, ella entraba al cuarto mes, el me donde empezaba a ponerse redondita como un tonel.

Hay, me moría de ganas de hablarle a una panza.

—Creo que escucho más maldiciones en esta casa que en la cárcel —dijo ella, mientras caminaba hasta ponerse a mi lado. El reflejo del espejo sumo a otra persona. Hay, si todo salía como quería, es decir, si el bebé se parecía a Cam, todos estaríamos salvados. No podría con otra copia de papá en el mundo.

Sobre todo, que ahora "papá" no estaba... no sabía si lo seguía siendo.

—¿Has estado en la cárcel? —pregunté tratando de desviar mis pensamientos.

Ella se río entre dientes y acarició su vientre encima de la blusa blanca.

—Más veces de las que quisiera. Pero en mi defensa, la mayoría no fueron porque yo estuviera tras rejas.

Divertida le apunté a través del espejo.

—¿La mayoría de veces?

—Bueno, uno tiene que divertirse, la ley esta echa un asco. Si la ley fuese correcta y transparente no hubiese crimen, pero no. Así que yo decidí vivir antes de enseñar a vivir —y miro su barriguita, a través del espejo. Qué lindo.

Me guiño un ojo, y se río.

—Ahora, cuñadita, dime porque la boca de camionero.

Me sonrojé un poco y tomé el delineador.

—Porque soy inútil —gruñí —No puedo hacerme la pinche línea de gato y parece que mis supuestas amigas han desaparecido del mundo. Así que estoy sola y sin saberme hacerme el pinche gato de línea.

Alzo una ceja, y trago una sonrisa.

—"Pinche gato de línea" vaya, que imaginación —se lamió los labios y me quitó el delineador—cierra los ojos y no los abras hasta que yo lo diga. ¿Entendido?

—Eh... pero...

—Y callada, que me distraigo.

Y así media hora más tarde me miraba lista, y muy a mi estilo frente al espejo. Incluso sonreí cuando me puse mi piercing en el labio, había temido que se cierre, pero no, allí estaba.

Y muy nerviosa, la verdad.

Todo con Alecksander era nuevo y muy tambaleante, y el hecho de que no hallamos tenido muchas trabas y no poder recordar una discusión concreta de diferencia de opiniones me hacía sentir aún más miedo.

Era como... era como si tuviera un reloj con cuenta regresiva en mi sistema.

El timbre sonó. El portero avisando que un chico estaba allí. Me pregunté como había ingresado Alecksander la primera vez...

O bueno la segunda, porque la primera fue en aquella fiesta que salió absolutamente mal.

Si solo me da penita recordarla.

Baje en el ascensor estirando cada dedo de mi mano. Mordiéndome el labio y rezándole a Dios que se apiade de mí.

Tenía una sensación... agridulce.

Casi como siempre, me sentía emocionada y feliz de verlo, de probar sus besos y sus abrazos, pero el miedo de querer a alguien, de que me aleje y de que cualquier vínculo se rompa...sí, agridulce.

El ascensor se abrió y la tortuga que siempre estaba escondida en su caparazón me miraba fijamente, sus ojos saltones y acuáticos no se despegaron de mí.

¿Aquello era una mala señal?

Aquel pequeño acuario siempre me relajaba, hoy no. Hoy me puso un poquito más histérica. ¡Maldita tortuga!

Me decidí controlarme, incluso le regalé una sonrisa al viejo Víctor, el portero que siempre estaba malhumorado y aburrido. O sonriente y preguntón.

—Así que la niña Laners tiene una cita. Cuídate niña, los tipos que lucen como él no son nada buenos.

No le respondí, solo me despedí, extrañada.

Alecksander era demasiado perfecto. Su forma de vestir no era la de un chico malo, era más bien fresco y atractivo, no cargaba tatuajes y el único piercing que se traía le hacía lucir como un ángel corrompido. Sí, él no lucía como "nada bueno" más bien era "todo lo bueno".

Pero aún más raro, Víctor le había echo pasa a mi apartamento. ¿Por qué lo haría si...?

Ese de allí no era Alecksander. Me quedé estática sin creerme lo que veía, como aquel chico de cabello negro miraba su celular y levantaba la mirada de manera intermitente. Era alto, pero no tanto. Era un poco musculoso, pero de nuevo. No mucho.

Pero era él.

Era...

—¿Antón?

Su cabeza se giro y me dedicó la misma sonrisa que me había dedicado toda mi vida.

—Allí estás pequeña.

Yo cambio de nombre como las estaciones del año, lo sé

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Yo cambio de nombre como las estaciones del año, lo sé.

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En Pinterest es el mismo porque ni me doy cuenta como lo uso.

La verdad es que bajo un pseudónimo todos funcionamos mejor, ¿verdad?

O al menos a mi pasa. No cambiaré el banner. Me gusta mucho. Y quiero terminar la historia así.

Ahora sí. Debo aclarar que esta chiquito porque son dos partes. Pero disfrutad.

Ah, una cosa más: recuerden que este es el borrador. Hay faltas graves y demás, lo sé. Pero lo hago con todo mi corazoncito.

Aclarado todo. Nos vemos pronto.

Y....

Cambio y fuera :)

Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora