Sálvame - Primero

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Dolor

Dolor.

Mucho dolor.

Su dolor lo estaba matando.

Su dolor le robaba la voz.

Solo había dolor... y más dolor.

—¡¡Socorro!! —intento gritar con todas sus fuerzas. Intento que lo escucharan. Pero, ¿Quién lo iba a escuchar? Incluso su voz parecía fallarle.

Oía los gemidos de alguien en su oreja, su esposa se removía, sollozando y susurrando. Algo le apretaba la cabeza, y no podía ver a quien era el amor de su vida. No podía verla irse, sumida en un dolor aún más grande.

Su propia vida se estaba terminando.

Y lo único que sentía era dolor. El maldito dolor le quemaba vivo.

—Ayuda... ayuda... —empezó a repetir como una clase de súplica al cielo. Aunque ya no estaba seguro de si era verdad. ¿El cielo haría diferencia alguna?

¿Cómo termino así?

No entendía razones, pero aún pese al dolor él sabía. No había sido un accidente. La vía había estado totalmente desierta, el forraje de las montañas y el verde de los sembríos eran su compañía, estaban en una discusión. Había discutido con su esposa, incluso puede que halla excedido el límite de velocidad. Pero no había conducido a su amor al Infierno. No la había matado. Los querían muertos.

Pero aún así pudo ver las púas en la vía que lo había traído acá. No sabía exactamente que había sido, pero la maldita curva escondía la muerte misma.

—Auxilio, necesitamos... ayuda... ayuda...

La sangre empezó a cubrir sus ojos, empezó a caer una niebla. La neblina de la muerte. El manto del Infierno lo empezó a arrastrar hasta sus fauces.

Y entonces escuchó sus pisadas.

Y aún pese al miedo y la confusión sus ojos pudieron ver. Botas negras, malditas botas negras. Sabía que ni el fuego del infierno lo harían olvidar.

Muy en su interior sabía que estaría peor que antes. Dolor...

Era alguien.

—Socorro... ayuda... mi esposa... ya no...habla...

Estaba muerta. Pero el hombre no lo diría, porque cuando lo aceptara la muerte le sabría dulce.

—Tu puedes ayudarla. Sálvala —el hombre y su voz daban escalofríos, era extraña; tan ronca como la de una pesadilla. Y tan distorsionada como la de una computadora... pero tenía un matiz duce, el último; el tono del engaño.

—No... —tosió, su garganta empezaba a llenarse de sangre. Tosió aún más —No... puedo.

—Si no puedes salvarla, ¿Por qué te salvaría a ti, asesino? —el hombre cerro los ojos con fuerza, su vida se iba... —Tu fuiste el que no la salvó. Fuiste el que acabó con su vida... y lo pagarás así.

Lo escucha alejarse, y pensó oír el sonido de algo más, pero no pudo reconocerlo, estaba tan mareado y sumido en el dolor que no pudo saber lo que el demonio hacía.

Un momento dolía como el Infierno...

Y otro, ardía como el Hades...

Y entonces sintió...

Nada.

Porque otro accidente, había cobrado nuevas víctimas.

Y un extraño desapareció con una sonrisa en la boca, mientras las llamas comían vivo lo que sea que quedó de aquel... accidente.

Ya no había dolor.

Ya no había dolor

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Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora