Capítulo 49

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"Al amor y a ti los conocí el mismo día"

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"Al amor y a ti los conocí el mismo día"

-Andrés Ixtepan

Capítulo 49 – Creo en ti.

Perfecto.

Esto era perfecto y puro fuego.

Solo pensaba en una cosa: Cristo. Quiero que me bese más abajo.

No se sí gemí, suspire o jadeé o las tres en un solo resoplido, pero sabía que el que sus labios estén bajando por la curvatura de mi cuello, me iba a causar un infarto del que no saldría viva.

Dios. Dios. Dios.

Si esto era el pecado, ya entendía porque el ser humano era tan fácil de corromper.

—¿Te he dicho...? —beso. Él. Suspiro. Yo. —¿...lo bien que hueles?

Me reí, la risa temblando en mi garganta, mi piel estirada y expectante al excitante toqué de sus labios.

Se suponía que mi cuerpo era una constante. Mi corazón debería seguir latiendo, pues mi corazón lo hacía tan rápido que amenazaba con romper mis costillas. Mis piernas deberían sostenerme siempre, pero mis rodillas temblaban como si mi mundo se estuviera transformando.

—No... —su boca me robó la voz. Cuando chupó con fuerza de la piel de mi cuello. Ay.... — no me hace mal volverlo a oír...

Se río, su risa mandando escalofríos por mi piel.

Calor.... Calor...

—Dios. Juro que esta vez mató a quien sea que nos interrumpa —gruñó él. Y no pude evitar estar completamente de acuerdo.

Aun así...

—No te alejes —no supe esconder el temor en mi voz. Mis manos, que se habían enganchado en su cabello, escaparon y se sujetaron de las solapas de su chaqueta. Lo quería cerca, siempre un poco más cerca...

Me dio un suave beso en los labios, lo hubiese considerado algo cómico ya que la respiración acelerada y el adelantado tum tum de su pecho me indicaba que quería darme más que un suave beso. Pero lo necesité el beso me decía: tranquila, estoy aquí.

Cerré los ojos, incapaz de enfrentar sus intimidantes ojos verdes. Y aunque yo lo había inventado, me repetí.

Tranquila, estoy aquí.

Me repetí eso una y otra vez, el mantra calando y calmando mi respiración.

—No lo haré, Aura. Justo aquí es donde quiero estar —y antes de que la voz de mi cabeza me diga: te estas lastimando, aléjate, te va a doler y bastante. Lo envolví en mis brazos, el tuvo la misma idea porque nos abrazamos con fuerza. Ninguno acercó al otro, ambos nos empujamos al centro. Su pecho chocando con mi rostro, y aunque odie que fuera tan alto, amé la cercanía y la fragancia.

Mi Agridulce Salvación © - #1 Los Sabores del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora